Hoy presentamos la MemoriaEconómica de Catalunya 2019 en la Llotja de Mar, una publicación del Consejo General de Cámaras de Catalunya que cuenta con 55 años de historia. La primera se editó en 1965 y ya forma parte de la historia económica viva de nuestro país. A lo largo de todos estos años, la Memoria ha sido testigo de la evolución y la transformación de la economía catalana, por eso es un auténtico privilegio dirigir esta publicación. El acto ha contado con la participación del presidente de la Generalitat, del presidente del Consejo de Cámaras, Joan Canadell, del presidente de la Cámara de Reus, de Oriol Amat, que ha presentado los resultados de la empresa catalana en 2019, y de Germà Bel, que ha presentado el monográfico sobre el futuro de las infraestructuras en Catalunya.
Hacer balance del 2019 de la economía en el momento de crisis actual puede parece, a simple vista, fútil. Pero es todo lo contrario. Analizar cómo hemos crecido durante el último periodo de recuperación y más concretamente en 2019 será determinante para saber cómo encaramos la recuperación que vendrá en 2021. Este 2020 hay poco margen de mejora, la economía catalana caerá más de un 10%, pero la intensidad de la recuperación que se producirá a partir de 2021 dependerá tanto de los fundamentos del crecimiento económico en el periodo reciente como de las medidas que se tomen para reorientar nuestro modelo productivo hacia las actividades que tendrán más futuro.
El balance de 2019 nos deja tres buenas noticias que serán vientos a favor en la salida de la crisis Covid-19, y tres debilidades que jugarán en contra.
La primera buena noticia es que el grado de apertura e internacionalización es cada vez un mayor activo de la economía catalana. Durante la última crisis económica, las exportaciones proporcionaron una vía de salida y de supervivencia de las empresas catalanas ante la caída del mercado interior. Pero este esfuerzo para continuar abriendo mercados en el exterior no bajó cuando se recuperó la demanda interna y había menos presión para exportar. De hecho, esta ha sido la primera fase expansiva en la que hemos conseguido tener un saldo positivo con el exterior, y lo hemos llevado hasta el 14% del PIB, una de los datos más altos de la serie histórica y de los países europeos. Este es una señal del aumento de la competitividad de nuestra economía, y es un "milagro" que han conseguido las 17.309 empresas exportadoras regulares de este país, a base de ser competitivas, de ajustar costes y de mejorar sus productos y servicios.
Claramente esta vocación de apertura en el extranjero de la economía catalana nos ha hecho más vulnerables cuando se han cerrado fronteras por la covid-19, pero también puede ser una gran oportunidad cuando la economía mundial recupere el pulso, que será mucho antes de que lo haga la demanda interna.
La segunda buena noticia que nos dejó el 2019 y que será sin duda, un elemento positivo para afrontar la recuperación postcovid, es que Catalunya continúa teniendo potencial industrial y capacidad de atracción de inversión extranjera en el sector manufacturer. Más de un tercio de la inversión extranjera recibimiento en Catalunya los últimos tres años ha ido destinada al sector manufacturero, unos 1.200 millones de euros anuales. La inversión industrial tiene un impacto muy positivo sobre la economía porque genera ocupación estable, muy remunerada y de largo plazo, además de inversión en tecnología e innovación.
"La inversión industrial tiene un impacto muy positivo sobre la economía porque genera ocupación estable, muy remunerada y de largo plazo, además de inversión en tecnología e innovación"
El tercer elemento positivo que nos dejó el 2019 es la progresiva recuperación de los salarios. Por segundo año consecutivo aumentaron por encima del 2%, más que la inflación, hecho que permitió a los trabajadores recuperar poder adquisitivo.
Aun así, el mercado laboral esconde más sombras que luces. Es cierto que somos una economía capaz de crear mucha ocupación en las fases expansivas, pero también de destruirla cuando llega una crisis. Esta flexibilidad de nuestro mercado laboral se apoya en una tasa de temporalidad que es inaceptable en cualquier economía moderna. Los jóvenes son el colectivo más afectado por esta precarización. El 70% de los menores de 24 años que trabajaban tienen un contrato temporal y la mitad entre los jóvenes de 25 y 29 años. Sin una ocupación estable y mejor remunerada es muy difícil que los jóvenes puedan emanciparse, acceder a una vivienda y tener hijos. No nos podemos permitir perder el talento de una generación que es la más formada de la historia y con más competencias digitales.
El segundo elemento negativo que ha caracterizado nuestra economía a lo largo de los últimos diez años es el bajo esfuerzo en I+D. Lejos de la media europea y todavía más de Alemania que es nuestra referencia en industria 4.0. Si no somos capaces de cambiar estas cifras será un auténtico lastre para afrontar la recuperación que vendrá después de la Covid-19.
"Cómo afrontaremos la reducción del elevadísimo déficit público que nos dejará la crisis del coronavirus sin frenar la recuperación será el gran reto del sector público"
Finalmente, la tercera debilidad es la escasa contención del déficit público durante los años de fuerte crecimiento y que nos ha dejado muy poco margen para actuar ante una nueva crisis. De hecho, el déficit público del conjunto de las administraciones españolas aumentó en 2019, al igual que el déficit de la Generalitat. Cómo afrontaremos la reducción del elevadísimo déficit público que nos dejará la crisis del coronavirus sin frenar la recuperación será el gran reto que tendrá que afrontar el sector público a partir del próximo año.