Claramente se están cumpliendo las previsiones compartidas en los últimos años por Gartner, Forrester, McKinsey… y todo el mundo coincide que una red social -privada e interna utilizada como canal de comunicación y colaboración entre los empleados de una organización-, mejora la productividad y puede incluso llegar a sustituir al correo electrónico.
Pero, del que nadie se ha atrevido a hablar durante este tiempo es de un tema clave: La ADOPCIÓN. Ahora empiezan a sentirse las primeras alarmas. Gartner es contundente y predice que el 80% de las implementaciones de redes sociales corporativas fallarán en las empresas.
Qué está pasando?
No hay debate ni dudas sobre las ventajas y beneficios de una red social corporativa: potencian el intercambio de conocimiento, la innovación, la resolución de problemas, el compromiso, la relación y trabajo entre equipos dispersos…
No es un freno tecnológico: el mercado ofrece un amplio abanico de plataformas software y nuevas soluciones SaaS (Software as a Service) y Cloud Computing.
Las empresas tecnológicas han hecho sus deberes y para la empresa todo son facilidades: no hay que desarrollar la plataforma, las actualizaciones son automáticas, bajo coste con modelos de pago por licencia, privacidad, acceso restringido y personalizado, acceso móvil desde cualquier dispositivo, confidencialidad y alta seguridad… Sin embargo, las empresas no consiguen la participación de sus empleados.
Muchas organizaciones han caído en el error de pensar que implantar una red social corporativa, consiste a tener licencias de software, recibir unas sesiones formativas y de asesoramiento por parte del distribuidor o partner tecnológico, comunicarlo y ponerlo a disposición de los empleados, y ya está. Todo esto con el desolador resultado y la sorpresa de la poca o nula participación y uso por parte de los empleados.
En Incipy siempre hemos sido grandes defensores de las bondades de estas plataformas, pero también muy contundentes sobre la importancia de acompañar el proceso de adopción e impulsarlo con una metodología que asegure el éxito del proyecto.
Tener la suerte de acompañar proyectos de implantación en empresas como Gas Natural Fenosa, Grupo Ferrovial, La Caixa, Seat, Affinity Petcare, Inesdi (Digital Business School)…, nos ha reafirmado en nuestra convicción: Una red social corporativa es una palanca clave de adaptación y transformación digital porque fomenta la colaboración, el conocimiento compartido y la inteligencia colectiva, pero no funciona si no se acompaña el proceso de adopción.
A continuación, comparto los errores que a nuestro entender hacen que fracasen muchas iniciativas, los 6 errores a evitar al implantar una red social corporativa:
1. Pensar que es un reto tecnológico y no un reto de adopción
La tecnología "importa", es el "elemento facilitador" y el mercado ofrece excelentes soluciones. Es clave validar que la plataforma elegida se adapta a los objetivos y necesidades del proyecto, pero el verdadero reto es gestionar la adopción y el cambio interno hacia nuevas formas de trabajo y colaboración.
2. Lanzar el proyecto de forma masiva, sin estrategia y método
Uno de los grandes errores es lanzar el proyecto de golpe a toda la organización. Es clave elegir grupos pilotos, representativos y estratégicos, definir una estrategia y metodología, que permita identificar frenos y oportunidades, así como, validar el plan para aplicar el know how aprendido e ir extendiendo gradualmente la iniciativa a toda la organización.
3. No comunicar "para qué" y no acompañar el "cómo"
Trabajar en red puede cambiar notablemente como las personas se relacionan, se comunican, participan… No va de como enseñar a hablar en la red, va de trasladar los proyectos de trabajo a una plataforma que potencia y agiliza el trabajo de los equipos. Acompañante lo "cómo", los empleados experimentan en propia piel las ventajas en su momento a día, entienden lo "para qué" y se convierten en los embajadores del proyecto y promotores de nuevos grupos de trabajo a la red.
4. Extender el proyecto de forma orgánica
Las redes sociales corporativas son plataformas tecnológicas muy intuitivas, fáciles de usar… y su parecido con un Facebook, LinkedIn o Twitter hacen que el freno de entrada para el nuevo usuario no exista. Esto trae al error a muchas empresas que asumen que la adopción y el uso por parte de los empleados será natural. En consecuencia apuestan por una estrategia de implantación orgánica, en la cual esperan que de forma libre se vayan creando grupos y se extienda la iniciativa. Los empleados entran rápido y abandonan rápido: no entienden para que los puede ser útil. Resultado: infinidad de grupos creados orgánicamente, sin objetivos claros, que mueren por la falta de participación.
5. Creer que sólo para tener la plataforma, los empleados se volverán automáticamente colaborativos y participativos.
Precisamente son palancas espectacularmente potentes para impulsar la colaboración, para romper los silos en las grandes organizaciones, para acercar equipos, porque fluya la información…, pero la gran realidad es que las organizaciones no están acostumbradas de forma natural a compartir de forma transversal y abierta, y hay que gestionar el cambio.
6. La falta de visión, apoyo y participación de la Dirección
No es posible conseguir la participación activa de los empleados a la red sin que los altos ejecutivos den ejemplo apoyando el proyecto y participante. No sólo es necesario comunicar y hacer partícipe a los usuarios de los objetivos de la iniciativa y de las ventajas reales que supondrá para ellos la nueva plataforma en su trabajo: porque la gente se sume, es clave que vean que los directivos también participan y cruzan en el proyecto.
Mireia Estertor publica regularmente sus artículos a "Mujeres Consejeras y Consejables".