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Robotització y tributación, un matrimonio necesario

28 de Febrero de 2024
Rat Gasol

No se trata de ninguna primicia ni de ningún tema dirigido a escasas minorías. De hecho, hace tiempo que se habla de ello y como sociedad ninguno de nosotros debería quedar al margen. Me refiero, en definitiva, a la tributación de las máquinas y a la imprescindible sostenibilidad del sistema.

 

El imparable avance de la automatización y la posibilidad cada vez más real de que las máquinas lleguen a cubrir algún día una parte muy importante del trabajo que hoy realizan los humanos, pone irremediablemente sobre la mesa la necesidad de instaurar un impuesto robótico.

Asimismo, se manifestaba el fundador de Microsoft, Bill Gates, en una entrevista a Quartz hace hoy siete años: "si un robot reemplaza el trabajo de un humano, este robot debe pagar impuestos como un humano".

 

"Debemos huir de esta visión catastrofista en torno a la digitalización, como máquina destructora de empleo"

Más allá de temer su irrupción, debemos vivir el proceso de innovación tecnológica como una magnífica oportunidad de progreso que ha cambiado, cambia, y cambiará aún mucho más, nuestra cotidianidad y la manera de vivirla. Debemos huir de esa visión catastrofista en torno a la digitalización, como máquina destructora de empleo. Habrá más ocupación, seguro, pero sobre todo, habrá más ocupación de calidad. Y acceder a la formación será un elemento clave en la pérdida de empleo por la automatización.

Un reciente estudio del Global Risk, del World Economic Forum, habla de 85 millones de puestos de trabajo que en un futuro serán desplazados por los robots, frente a los 97 millones de nuevas ocupaciones relacionadas con la economía digital. Y advierte al mismo tiempo que el 40% de las competencias básicas cambiarán en los próximos años.

Es en este marco laboral presente y futuro, integrado por empleados, máquinas y robots, que al mismo tiempo abole y crea ocupación a ritmos heterogéneos, que se convierte en una prioridad capital, la revisión del sistema impositivo y la cotización a la Seguridad Social. Los robots, las aplicaciones, los algoritmos, las plataformas y la inteligencia artificial generativa, que actualmente ya ocupan un lugar de trabajo y generan destacados aumentos de la productividad, absorben las tareas de menor cualificación y las desplazan del componente humano. Un hecho relevante que impacta directamente en los ingresos públicos y en la redistribución de la riqueza.

"Antes de la pandemia, la masa salarial representaba el 46,7% del PIB en el Estado español y en la actualidad prácticamente roza el 49%."

Se estima que la robótica aplicada a los procesos productivos de las empresas provocará un descenso de los ingresos impositivos del 30%, una disminución que, por otro lado, puede poner en verdadero peligro la sostenibilidad de nuestro sistema.

No olvidemos que la gravación del factor trabajo es indiscutiblemente la fuente principal de ingresos de los sistemas fiscales en todo el mundo. El peso de las rentas del trabajo sobre el PIB es una variable con importantes implicaciones económicas, políticas y sociales. Antes de la pandemia, la masa salarial representaba el 46,7% del PIB en el Estado español y en la actualidad prácticamente roza el 49%. En el conjunto de la eurozona, por su parte, el peso de los salarios en el PIB se ha mantenido estable en el 48%.

Según Uwe Thuemmel, profesor de la Universidad de Zurich, con un robot por cada 1.000 trabajadores se reduce la ocupación respecto a la población alrededor de un 0,2 puntos porcentuales, y los salarios se reducen un 0,37%. En esta línea, la ocupación disminuye de manera destacada en profesiones con tareas repetitivas, como las fábricas o los centros de distribución, más susceptibles de ser automatizados; además, a escala global, los salarios también caen al mínimo de la distribución salarial.

Expertos en fiscalidad del Instituto de Economía de Barcelona consideran que gravar las máquinas tendría efectos fiscales y sociales positivos, aunque alertan sobre la complejidad y los riesgos que esto también conlleva.

No toda la robotización es igual. Tenemos, por un lado, la que sustituye el trabajo, y por otro, la que lo complementa, que en este caso depende en gran medida del nivel de formación de los trabajadores

En este sentido, un gran tema de debate es, sin duda, determinar el alcance de la medida. ¿Por qué robots estarían sujetos a tributación? ¿La maquinaria propia de las cadenas de montaje de una fábrica y exclusiva de determinados sectores? ¿Los exoesqueletos y los robots quirúrgicos en el entorno sanitario? ¿O las computadoras de uso generalizado en todos los ámbitos de actuación? Porque no toda la robotización es igual. Tenemos, por un lado, la que sustituye el trabajo, y por otro, la que lo complementa, que en este caso depende en gran medida del nivel de formación de los trabajadores.

El otro gran tema de discusión, no menos importante, es precisamente qué tipo de gravamen debería imponerse. ¿Un impuesto "objetivo", en línea con lo que ya se aplica a los vehículos? ¿O estaríamos hablando de un impuesto sobre la renta (beneficios) vinculado al hipotético salario que los robots deberían percibir si el mismo trabajo lo hubiera llevado a cabo una persona?

El desplazamiento de los humanos por los robots también ha reabierto el debate sobre la renta básica universal (RBU), una cantidad de dinero pagada por el estado, como derecho de ciudadanía, a cada ciudadano, simplemente por ser miembro de pleno derecho. La idea no es nueva, pero es cierto que ha cobrado interés en los últimos años debido a la pandemia de la covid-19, que golpeó duramente a los sectores más vulnerables, y por la creciente necesidad de proteger a los trabajadores durante esta transición obligada a posiciones digitales.

"Si la tecnología crea riqueza, es necesario que necesariamente una gran parte de esa riqueza garantice que todos tengamos una red de seguridad"

Varios países han probado o están probando la Renta Básica Universal (RBU) como una forma de proteger a sus ciudadanos en situaciones de crisis. Finlandia fue el primer país europeo en probar la RBU con 2.000 desempleados durante un período de dos años. Sin embargo, la prueba piloto se suspendió prematuramente al constatar que mejoraba el bienestar de los beneficiarios, pero no su empleabilidad.

Como todo en la vida, la RBU no está lejos de la controversia. Los partidarios afirman que, entre otras cosas, mejorarían la situación de las personas con un nivel adquisitivo bajo. Se evitaría, o al menos dificultaría, la subestimación de nuestra capacidad de trabajo. Los detractores, por su parte, argumentan que esta medida generaría una inflación creciente en la economía, hasta el punto de anular el valor real del dinero obtenido a través de la renta básica. Se reduciría la población activa, además de deteriorar el prestigio social de la educación y de la cultura del esfuerzo.

Y respondiendo a la pregunta de si los robots deben tributar, definitivamente me posiciono a favor del sí. No será fácil, pero es necesario plantear seriamente una solución que responda al escenario actual. Si la tecnología crea riqueza, es necesario que gran parte de esa riqueza garantice que todos tengamos una red de seguridad.