Robots y fachas

11 de Febrero de 2021
Act. 15 de Febrero de 2021
Josep Maria Ganyet | VIA Empresa

El debate de si los robots tienen derecho a voto nos puede sonar a ciencia ficción, pero lo cierto es que a día de hoy condicionan la intención de voto de muchas personas.

Un estudio de la Universidad Bocconi de Milán que lleva el acertado nombre de Los robots éramos nosotros: automatización y comportamiento electoral en la Europa occidental, los profesores Massimo Anille, Italo Colantone y Piero Stanig demuestran la relación causal que hay entre la tasa de adopción de robots industriales en un territorio y el incremento del voto nacionalista y de extrema derecha de sus votantes. El estudio se hizo con los datos electorales de 1993 a 2016 de 14 estados de la Unión Europea, entre ellos España.

La conclusión es que una exposición más grande a la automatización y a la robotización incrementa el apoyo para opciones más nacionalistas y de extrema derecha. El estudio aporta suficientes datos y métodos como para poder calcular matemáticamente el escoramiento a la derecha de los votantes en función del nivel y el tiempo de robotización al que su territorio ha sido sometido.

La introducción de cualquier tecnología en una sociedad genera ganadores y perdedores. Si las tecnologías son exponenciales y de propósito general —robótica, inteligencia artificial— sus consecuencias también. Sabemos por el trabajo de David Author (2015) que la entrada de los robots y de los ordenadores en general ha tenido como consecuencia una polarización en el mercado del trabajo. Los trabajadores con trabajos repetitivos se han encontrado compitiendo con máquinas y algoritmos mientras que los que toman decisiones, sus kefes, han mejorado sus procesos, y por lo tanto se han hecho más indispensables, gracias a la tecnología.

"Una exposición más grande a la automatización y a la robotización incrementa el apoyo para opciones más nacionalistas y de extrema derecha"

Los economistas del MIT Erik Bynjolfsson y Andrew McAffee van más allá y postulan que la causa principal de las desigualdades actuales son las tecnologías digitales. Según ellos causan desigualdades por tres vías:

  1. Reemplazan trabajos poco calificados por trabajos más calificados favoreciendo las clases más educadas
  2. Desde el año 2000 cada vez más ingresos de las empresas van a los propietarios y no a los trabajadores. Los beneficios de GM, Ford y Chrysler de 1990 son equivalentes a los de Apple, Google y Facebook en 2014, con la diferencia de que estas últimas tenían 9 veces menos de trabajadores y valían 30 veces más en bolsa (Tegmark, 2017).
  3. La economía digital es una economía de las estrellas. Todo el mundo sabe el nombre del buscador más importante pero nadie sabe el 5o más importante. Google tiene el 92% del mercado global de búsquedas.

Estos tres motivos ya son munición suficiente para el discurso anti-élite de los populismos y extremismos de derecha. A parte, los autores del estudio identifican tres aspectos más que hacen la extrema derecha atractiva por los "perdedores tecnológicos": el nacionalismo económico; la nostalgia por un pasado (reciente) mitificado; y una combinación de autoritarismo y nativismo. Tenemos ejemplos en la hiper-protección del trabajador patri y la antiglobalización, la nostalgia de un tiempo que no volverá del "Make America Great Again" de Trump o el "Take back control" del Brexit, y los hiperliderazgos testosterónicos de poción mágica. La extrema izquierda, espacio natural de protección de los trabajadores, con su discurso igualitario y altermundista no tiene nada que hacer.

"En el debate de los candidatos al Parlament de Catalunya eché de menos un debate sobre el impacto de la tecnología en nuestra economía y nuestra sociedad"

El martes, en el debate de los candidatos en el Parlament de Catalunya eché de menos un debate sobre este tema, sobre el impacto de la tecnología (o su falta) en nuestra economía y en nuestra sociedad. Tuve que leer entre líneas cuando se debatía de autoritarismo, de nativismo, de nacionalismo económico y de la nostalgia de un pasado (reciente) mitificado que en nuestro caso sí que puede volver. No se habló de robots, a pesar de que el domingo también irán a votar.