Hubo un tiempo en que cualquier empresa, país u organización seria tenía un planestratégico como mínimo a cinco años vista. Eran planes que analizaban el entorno y las capacidades tanto propias como de la competencia, así como las expectativas tanto comerciales como políticas, legales, tecnológicas o sociales, y combinando todo esto se definían diferentes escenarios, se hacían apuestas y se tomaban decisiones. Era una hoja de ruta que daba perspectiva más allá del año en curso.
Pero ya hace un tiempo que tanto la tecnología como la política están en un frenesí constante de novedades que nos han acabado convenciendo de que es absurdo intentar prever o planificar nada. El mundo se ha vuelto insoportablemente cortoplacista. Las empresas cotizadas nos han acostumbrado a las presentaciones trimestrales de resultados, de las cuales depende en buena parte la carrera profesional y la fortuna de sus equipos directivos.
Ni los presupuestos se pueden considerar ya del todo estables, y es habitual revisarlos dentro del mismo año en función de cómo evolucionan los diferentes indicadores. Constantemente hay novedades tecnológicas y legales que modifican las reglas de juego, y se reclama a las organizaciones que sean ágiles, dinámicas y adaptativas. Lo que pesa a la toma de decisiones ya no es la visión a medio y largo plazo, sino los resultados a corto. El nuevo plan estratégico es el plan de acción.
Tanto la tecnología cómo la política están en un frenesí constante de novedades que hace absurdo intentar prever o planificar mucho nada
Es cierto, en el mundo actual es muy complicado dibujar escenarios estratégicos a cinco años ver, pero es evidente que la alternativa no puede ser gestionar año a año. Hay que tomar perspectiva, y si a cinco años no funciona lo que hace falta es ampliar el foco. Si lo pensamos bien, los planes estratégicos continúan siendo más necesarios que nunca, pero los tendríamos que estar haciendo como mínimo a 15 o 20 años vista. Puede parecer una barbaridad en un mundo tan volátil y acelerado, pero si ponemos las luces largas, largas de verdad, las cosas se ven bastante más claras.
Por ejemplo, el sector sociosanitario está llamado a protagonizar una transformación profunda y radical. De un modelo reactivo consolidado durando miles de años, a un próximo modelo proactivo que será motor de nuevos servicios y nuevas organizaciones. De "no me encuentro bien, llamaré al médico" a "me ha llamadp el médico, dice que no me encontraré bien".
Si bien es cierto que la planificación estratégica a cinco años puede ser confusa, a quince o veinte años es reveladora
En vez de ir al hospital porque te hace daño el brazo y el pecho y tienes miedo que sea un ataque de corazón, recibir una llamada advirtiendo de que las constantes vitales detectadas por tu reloj cruzadas con tu historia están advirtiendo de un alto riesgo de infarto, y que no te muevas porque ya hay una ambulancia en camino gracias a que estás geolocalitzat. Este ejemplo os puede incomodar, o incluso parecer aberrante, excepto que ya hayáis sufrido tres ataques de coro y sed vosotros mismos quienes habéis pedido estar monitoritzats en tiempo real porque os jugáis la vida.
Esta visión de una salud proactiva basada en datos a tiempo real y radicalmente personalizada es de una certeza casi absoluta si lo proyectamos a quince o veinte años, pero es del todo improbable en los próximos cinco años. Ahora mismo no hay casi nada preparado para un servicio así, ni la ley, ni las empresas ni muy probablemente algunos sectores de la sociedad. Pero es indispensable que haya este tipo de visión estratégica en las mesas de dirección del sistema público de salud o en los equipos de dirección de cualquier mutua, hospital o laboratorio farmacéutico. Si bien es cierto que la planificación estratégica a cinco años puede ser confusa, a quince o veinte años es reveladora. Y pasa lo mismo cuando piensas en automoción, banca, música en directo, comercio, justicia o enseñanza. Necesitamos planes estratégicos a quince años vista, son indispensables para garantizar el futuro de nuestras iniciativas, sean sociales o empresariales.