50.000 tomaduras de pelo

25 de Abril de 2023
Xavier Roig VIA Empresa

El capitalismo que, hasta la fecha, se ha demostrado el sistema más viable para generar bienestar, tiene agujeros, evidentemente. Los países avanzados los han ido puliendo. No puede decirse que no se ha avanzado. Un trabajador no cualificado del mundo occidental de hoy vive con más confort que María Antonieta a finales del siglo XVIII. ¿Con menos lujo de lo que disfrutaban en Versalles? Seguro. Pero con mayor confort. La tecnología ha jugado un gran papel, pero la redistribución de bienes y servicios también. Pero uno de los problemas que el capitalismo no ha podido resolver satisfactoriamente es el de la vivienda. Y el motivo radica en que estamos ante un sistema, el de gozar de una vivienda en condiciones, muy complejo.

De entrada les daré un dato que quizá les sorprenda. La actividad constructiva es responsable del 40% de las emisiones de CO2. De toda esa cantidad de toneladas de emisiones contaminantes, una cuarta parte proviene de la fabricación de cemento. Sólo estos datos ya ponen sobre la mesa que estamos hablando de un tema que no es menor.

Entrando ya en más concreciones -lo que nos afecta directamente- podemos observar que las mejoras productivas que otros sectores tienen -por ejemplo, el automóvil- no llegan a afectar al sector de la construcción. De entrada, una vivienda es mucho menos sensible a mejoras fruto de la competencia. Un coche puede importarse y exportarse. Un edificio, no. Las mejoras en este sentir provienen únicamente de los componentes que constituyen el edificio. Por eso hemos mejorado gracias a la pertenencia a la Unión Europea. El material eléctrico y constructivo diseñado y fabricado por franceses, alemanes e italianos (interruptores, cables, tejas, puertas, ventanas, etc.) han hecho que nuestros hogares sean mucho más confortables y racionales.

Pero permanecen factores trascendentales y, entre ellos, la mano de obra. Todos sabemos que la mano de obra de la construcción se nutre de trabajadores con poca formación. Por lo general -las cosas van cambiando- la actividad constructiva en nuestro país era sinónimo de baja formación. Desde el dueño de la constructora hasta llegar al que limpia los utensilios. Mal equipados, poco tecnificados, etc. A todo esto se le sumaba una deficiente dirección de obras ya que el arquitecto, en nuestro país, nunca se ha querido identificar con un jefe de proyecto. Este elitismo del sector de los arquitectos -creerse más ligado al arte que a la tecnología y a la eficiencia- siempre me ha sorprendido. Sobre todo teniendo en cuenta que estamos ante fenómenos que no pueden segregarse. El ejemplo más claro nos lo muestra Da Vinci. ¿Arte? Sí, por supuesto. ¿Tecnología? También, y en la raíz de su pensamiento. Quizás convendría analizar por qué determinados personajes han tenido tanto éxito a la hora de innovar. Norman Foster es arquitecto e ingeniero. Miren, si no, las soluciones que él ha dado, por ejemplo, a aeropuertos o torres de comunicación.

"Si Catalunya tiene los pueblos y ciudades más feos de Europa, no es por casualidad. ¿Los culpables? Ayuntamientos e incultura"

Y ahora llegamos al escalón económico más básico de toda la cadena de la vivienda: el terreno sobre el que va el edificio. No hace falta que entre en detalles sobre como se gestiona todo esto. Yo sólo les pondré un ejemplo. Mucha gente admira como se ha producido el crecimiento de los últimos años en Sant Cugat del Vallès. Nada es sencillo, pero uno de los consistorios que gobernaron la ciudad dictaminó que no se autorizaban edificaciones más altas de -si no recuerdo mal- cinco pisos de altura. Con ese hecho se limitan bastante problemas. Entre ellos el de la especulación del solar. Si Catalunya tiene los pueblos y ciudades más feos de Europa, no es por casualidad. ¿Los culpables? Ayuntamientos e incultura. Recalificaciones, permisos, diseños, etc. Todo ha ocurrido sin control. La mayor destrucción del territorio y del paisaje en Catalunya ha tenido lugar una vez muerto Franco. La corrupción y la incompetencia municipal de los últimos años han sido indescriptibles.

"Una ley que castiga a los pequeños propietarios y aplica la demagogia"

El señor Sánchez, a cargo del gobierno español, al menos ha lanzado un mensaje clarificador: los responsables de ofrecer una vivienda digna a todo el mundo son los poderes públicos. Para contentar a los populistas que gobiernan con él lo ha complementado con una ley que castiga a los pequeños propietarios y aplica la demagogia -les recomiendo releer el artículo de Elena BusquetsAmat Immobiliaris alerta: "La disponibilidad de pisos en alquiler no mejorará" . Hasta ahora los ayuntamientos se han dedicado a todo menos a realizar su trabajo. Hacen estúpidas declaraciones sobre la paz en el mundo, el hambre... Se declaran libres de nucleares, libres de fobias, etc. Todas las tonterías que quieran, menos hacer su trabajo: construir vivienda social, alumbrado correcto, aceras decentes, recogida de basura eficiente, etc. ¿Los 50.000 pisos del Sareb? Una tomadura de pelo de dimensiones descomunales. Típico del populismo hispano -o alguien cree que en Latinoamérica aprendieron solos. De entrada no son 50.000 puesto que muchos están ocupados ilegalmente y otros en proceso judicial debido a hipotecas, etc. Además, no están todos donde deben estar para solucionar el problema. Como he dicho, propaganda bolivariana.

Sin embargo, conviene quedarse con el mensaje de que, quizá por error, se le ha escapado al señor Sánchez y que no deberíamos dejar escapar: proveer al mercado con vivienda social es responsabilidad de los poderes públicos. ¿Todos debemos contribuir? Claro, ya lo hacemos. ¿O es que no pagamos impuestos?