Politóloga y filósofa

Romper la espiral de forma radical

21 de Febrero de 2025
Arianda Romans | VIA Empresa

Presionarnos y ponernos exigencias por encima de nuestras capacidades es una de las maneras sutiles en que este sistema asegura que nos asfixiemos cada día un poco. No se trata de un perverso sistema capitalista, ni tampoco de una demoníaca sociedad de consumo (que también), sino simplemente de una sociedad que, como Ícaro, lleva décadas acercándose demasiado al sol. La falta de límites y las aspiraciones al infinito hacen que siempre necesitemos hacer un poco más, querer un poco más, y que ninguna meta sea completamente satisfactoria, porque, cuando conseguimos algo, queremos lo siguiente. Por eso, es claro que las frustraciones son profundas, compartidas e inexorables.

 

Durante décadas hemos tenido filósofos y filósofas sobreanalizando estas complicaciones existenciales y buscando indagar en las causas y raíces de estas tendencias y agujeros negros. Muchos años más tarde, habiendo sobreanalizado todos los aspectos de nuestra realidad, hemos llegado a la conclusión de que conocer los orígenes es solo una pequeña parte de la solución, pero que, sin un buen plan de implementación, no acaba conduciendo a ningún lado. La frustración ha aumentado, y muchas personas han comenzado a sentir que, efectivamente, no hay escapatoria: somos arrastrados poco a poco hacia una espiral tendiendo al infinito que nos deja muy poco margen de acción personal.

Hay una salida, que inventaron los estoicos y sobredramatizaron los existencialistas: aceptarlo. Si aceptamos que siempre habrá frustraciones, que siempre querremos más de lo que podemos conseguir, que siempre nos presionaremos por otra cosa, que siempre sentiremos que no somos suficientes, poco a poco las inseguridades e incertidumbres se difuminan en forma de decorados de cartón-piedra, de condiciones inamovibles que resultan mucho más manejables. Lo que antes era una inquietud, ahora se convierte en un ruido de fondo.

 

"La falta de límites y las aspiraciones al infinito hacen que siempre necesitemos hacer un poco más, querer un poco más, y que ninguna meta sea completamente satisfactoria"

Esta medida se ha presentado muy efectiva en algunos espacios y para algunas personas, pero yo soy más partidaria de, como todo en nuestra vida, llevarlo aún un paso más allá: la ironía y el cinismo. Durante el período de entreguerras, donde todas las conversaciones sociales eran de una seriedad profunda sobre la bondad o maldad indiscutible de la especie humana, la reflexión sobre la guerra, sobre el progreso económico o sobre las grandes recesiones, hubo un grupo de pensadores y artistas que decidieron que la opción más revolucionaria ante esta posición era parodiar la realidad. Y como el conjuro de Riddikulus que introduce el profesor Snape a Harry Potter ante las criaturas que se representan como nuestras peores pesadillas, conseguimos desprendernos de la seriedad y la inquietud profunda, convirtiéndolo en una circunstancia, en un hecho que podemos tomar de manera relajada.

Algunas personas consideran que esto es una tontería y una manera poco seria de tomarse la vida. Probablemente tienen razón. Sin embargo, en un momento de crisis, donde todo se oscurece y parece que no tenemos escapatoria, solo una ruptura radical nos permitirá salir de la espiral. Y si resulta ser un planteamiento equivocado, si falla, ¿no sería mejor, al menos, haber vivido sin ansiedad durante un rato y haber disfrutado de un momento de ligereza?