A finales de noviembre OpenAI, con sede en California y co-fundado por Elon Musk, lanzó ChatGPT. Se trata de un chatbot con tecnología de inteligencia artificial (IA) que tiene capacidad para mantener una conversación y resolver problemas matemáticos y de programación, por tanto, de una tecnología revolucionaria porque está entrenada para aprender lo que los humanos quieren decir cuando hacemos una pregunta. Como una prueba y con el objetivo de recopilar comentarios, OpenAI puso ChatGPT a disposición de cualquiera que quisiera probarlo de forma gratuita. En tres días, más de un millón de personas lo utilizaron.
La IA es un sistema de computación que utiliza muchas tecnologías distintas para resolver problemas complejos que la mente humana no puede conseguir. Este sistema tiene por objeto simular distintos procesos humanos como el aprendizaje, el razonamiento y la autocorrección. Amplificar nuestra inteligencia humana con inteligencia artificial debería verse como una inmensa oportunidad para la humanidad y muchas organizaciones.
Esta tecnología debe tener un marco claro basado en unos principios éticos que deben garantizar su uso de forma óptima y responsable
Sin embargo, además de resolver algunos de los problemas más acuciantes de la sociedad, la IA presenta también importantes desafíos que algunos consideran amenazas. Ante esto, esta tecnología debe tener un marco claro basado en unos principios éticos que deben garantizar su uso de forma óptima y responsable.
Uno de los sectores en los que su utilización suscita más debate es el educativo. Hay formadores que consideran que ChatGPT es una gran oportunidad y herramienta pedagógica para el futuro. En primer lugar puede mantener a los estudiantes motivados e interesados a medida que avancen en su proceso de capacitación. El aprendizaje tiene lugar en un entorno favorable a los dispositivos móviles que puede ampliar la capacitación de forma más atractiva. Por último, su sistema de conversación está disponible 24/7. Los estudiantes pueden utilizar su chatbot en cualquier momento que deseen continuar su aprendizaje.
Otros, en cambio, piensan que puede poner en peligro la propia capacidad del aprendizaje y sus valores: esfuerzo, investigación y pensamiento crítico. Por ejemplo, la ciudad de Nueva York ya ha prohibido la herramienta en las escuelas públicas mientras que en Australia se ha replanteado cómo los estudiantes deben ser evaluados utilizando de nuevo el formato clásico de lápiz y papel.
Existen muchas herramientas digitales o tecnológicas que han implicado un replanteamiento metodológico y curricular como, por ejemplo, los archivos en la nube, el campus digital, la gamificación o la educación online.
ChatGPT ha venido para quedarse y evolucionar a través del tiempo. Por consiguiente, podemos pensar que no es y no será el último en impactar nuevamente en el sistema educativo y en las nuevas formas de aprendizaje de las personas. Sin embargo, una de las claves que debemos plantearnos ante la IA y hacernos reflexionar es sobre el buen uso que se le dé sin traspasar el umbral de la ética.
Aquellos que nos dedicamos a la formación debemos estar instruidos en el impacto que puede tener el mal uso de estas tecnologías por parte de nuestros alumnos
Teniendo en cuenta lo rápido que avanzan, aquellos que nos dedicamos a la formación debemos estar instruidos, no sólo en nuestra área de conocimiento sino también en el impacto que puede tener el mal uso de estas tecnologías por parte de nuestros alumnos. Bloquear navegadores, prohibirlas y sancionar a quienes las utilizan no es una forma sostenible de avanzar.
Esto que se percibe de forma negativa es nuestra responsabilidad y reto como formadores: convertirlo en una opción pedagógica positiva. Ésta es una competencia más que deberemos adquirir, tanto para saber adaptarnos a las nuevas corrientes tecnológicas como para implicarnos en la formación de valores para su uso ético.