Marie Curie ganó dos premios Nobel en una época en que las mujeres apenas podían estudiar. Ada Lovelace escribió los primeros algoritmos antes de que existiera una computadora capaz de ejecutarlos. Son historias increíbles. Pero si cada vez que hablamos de mujeres y tecnología solo sacamos estas cartas, estamos enviando un mensaje peligroso: que para destacar en este mundo hay que ser una pionera legendaria, una heroína aislada, una anomalía histórica. Y eso no es cierto.
El problema es que este tipo de narrativa no solo aleja a las mujeres de la tecnología, sino que también crea una barrera psicológica innecesaria. Si solo se habla de mujeres que desafiaron todo un sistema para conseguir un lugar en la historia, se está insinuando que este es el único camino posible: uno de excepcionalidad, de lucha constante, de heroicidad casi sobrehumana, y materialmente un camino muy difícil y solitario. Pero dedicarse a la tecnología no debería ser una batalla infame, sino una oportunidad apasionante y abierta a todos.
Cuando se dice que "ser mujer en tecnología es muy difícil", no estamos enviando el mejor mensaje de marketing para motivar a un colectivo, sino advirtiéndolo que quizás no vale la pena intentarlo. Cuando se celebra a cada ingeniera graduada como si fuera un milagro, reforzamos la idea de que las mujeres no están de manera natural. Y si solo ponemos ejemplos de épocas pasadas, parece que desde entonces nada haya cambiado.
"Cuando se celebra a cada ingeniera graduada como si fuera un milagro, reforzamos la idea de que las mujeres no están de manera natural"
Una manera de atraer que genera rechazo, y además, contribuye a invisibilizar a las profesionales que hoy lideran proyectos científicos, empresas tecnológicas y avances en innovación. Si no mostramos estos referentes actuales, estamos dejando a una generación entera sin modelos cercanos a los cuales mirarse. ¡Y hay un montón!
Y por si no fuera suficiente, añadimos un problema más: son referentes lejanos, históricos y hace años que están muertas. No son cercanas, y las chicas de hoy en día no visten con enaguas como ellas: comparten memes, juegan a videojuegos, y toman el metro como cualquier otra persona del siglo XXI.
La realidad es que hay mujeres haciendo tecnología de vanguardia hoy mismo en Cataluña. No hace falta buscarlas en otros países y otras épocas, pero no tienen el marketing que llevan las otras. Hablamos de Elisenda Bou Balust, pionera en inteligencia artificial. De Judit Giró Benet, que ha desarrollado un test de cáncer de mama casero que podría salvar miles de vidas. De Montserrat Alsina Aubach, que ha dedicado su carrera a mejorar la enseñanza de las matemáticas. De Caterina Biscari, directora del sincrotrón ALBA, una infraestructura científica puntera. De Albà Padró, que ha investigado y expuesto la verdad de la lactancia materna en una app para todos. Y podría estar así horas, porque hay muchas más que no necesitan haber nacido hace cien años muy lejos de aquí para ser referentes.
"Si no mostramos estos referentes actuales, estamos dejando a una generación entera sin modelos cercanos a los cuales mirarse"
¿Otro ejemplo? Carlota Bruna no es tecnóloga, pero ha utilizado la tecnología para sacudir el mundo e impulsar el cambio climático en la agenda global. No es Greta Thunberg, pero es más cercana, y hace una tarea muy similar. Así también es innovación al servicio de un propósito. ¿No la conocían?
Es urgente cambiar el relato. No se trata solo de añadir mujeres a las listas de referentes, sino de normalizar su presencia en el presente. De hablar de ellas no como excepciones históricas, sino como parte de la norma de nuestro día a día. Y de dejar de presentar la tecnología como un campo hostil. No lo es... siempre que contemos la historia como toca.
Y sobre todo, no esperemos solo al 8 de marzo para hacerlo. Reivindicar el papel de las mujeres en la tecnología debe ser una conversación constante, porque el talento y el trabajo no son estacionales. Las mujeres no somos como los calçots que solo se consumen durante unos meses muy concretos. Si queremos normalizar la presencia de las mujeres en tecnología, quizás debamos comenzar por dejar de tratarlas como verduras, y comenzar a reconocer y valorar su aportación continua, cada día del año, mientras fomentamos su participación activa en los ámbitos de innovación y tecnología.