Desde la cultura democrática, provoca desconcierto la emergencia de la extrema derecha y la consolidación de formas autocráticas en pequeños y grandes países de todos los continentes. La victoria de Donald Trump señala un punto de inflexión decisivo. De manera descarada, sin eufemismos, los detentadores de las mayores riquezas del mundo proclaman abiertamente, junto a Trump, su voluntad de ganar aún más dinero a costa de una reducción de impuestos que recaerá, sin duda, sobre la pérdida de bienestar de las clases medias y la miseria de las poblaciones menos favorecidas. Tal y como decía el protagonista de la película El Capital de Costa-Gavras: "seguiremos robando a los pobres para dárselo a los ricos". Vuelven los Robin Hood modernos escondidos en los bosques de las redes sociales. Sin embargo, han invertido el sentido del vector. No son buenas noticias.
El manual de la destrucción
El economista Moisés Naím puso al descubierto a los autócratas con tres indicadores, las tres P: populismo, polarización y posverdad. Hoy están en rojo los tres indicadores. El progresivo dominio global de las ideologías autocráticas es el resultado de una victoria trabajada. No es fruto de la casualidad. Hay un manual de instrucciones que comenzó a redactar Joseph Goebbels, ministro de la propaganda nazi. Sin embargo, este manual ha tenido una nueva puesta al día en el siglo XXI con ideólogos tales como Steve Bannon y alumnos aventajados como Donald Trump. En España estamos conociendo a los alumnos de esta escuela. Estamos viendo como dirigentes de la derecha (ya muy difícil de distinguir de la extrema derecha) vomitan acusaciones de la mayor gravedad sin pruebas, como si fueran verdades evidentes.
"Repite la mentira, que acabará convirtiéndose en una verdad. Las redes sociales se convierten así en los grandes multiplicadores de mentiras"
Mienten. Miente que algo queda, se dice. Repite la mentira que acabará convirtiéndose en una verdad. Las redes sociales se convierten así en los grandes multiplicadores de mentiras. Ni siquiera les hacen falta indicios, sobre una mentira pueden construir una nueva categoría con las más graves desinformaciones. Su dominio de la mentira desarma a los demócratas, ya que ellos no tienen este recurso, tan fácil de comprar si no tienes contención moral.
Mentir es el medio que utilizan, pero el objetivo es destruir. En España estamos viviendo este movimiento despiadado contra la democracia. El manual deja claro el camino. Entre sus herramientas hay un ataque sistemático, lleno de falsedades exageradas hasta lo máximo imaginable. Se destruye todo, la convivencia, el diálogo. Se divide y se rompe la convivencia. Con el apoyo de unos medios que ellos dominan, usan todas las estrategias para enfrentar. Se atacan y se ningunean todas las actuaciones positivas. Se roba a la sociedad la posibilidad de disfrutar de las cosas bien hechas, de los buenos resultados, de las buenas intenciones, de lo muy bueno que hay. Siempre la botella está medio vacía. Se desprecia cualquier acción o resultado de mejora. Todo acaba ensuciándose. Se desmerecen, con voluntad desorientadora, los valores de la democracia. Hablan de libertad y de democracia quienes no hacen más que maltratar estas palabras. Hablan de corrupción los corruptos.
Niegan los problemas. Niegan el cambio climático. Niegan el desequilibrio ambiental. Niegan la desigualdad social, de la que son los grandes beneficiarios. Al mismo tiempo, niegan las soluciones a largo plazo. Niegan la complejidad de las políticas económicas, sociales y medioambientales. Ridiculizan los retos estratégicos. Ridiculizan las acciones de mejora social. En conjunto, obligan a los gobiernos democráticos a moverse a la defensiva.
Su táctica es la excitación de la sociedad. Las mejoras habidas son criticadas sistemáticamente restando sus valores. Todo está mal y el gobierno es el culpable. Gritan y gritan pregonando una supuesta realidad extrema. Atemorizan y, finalmente, cansan. En realidad, logran secuestrar la conciencia de mucha gente. Consiguen, así, que ciudadanos se aparten de la gestión de la convivencia pública, es decir, que rechacen la acción colectiva. Con la ayuda de la confusión que crean consiguen que, desde la ingenuidad, personas demócratas vean la necesidad de huir de esa monstruosa realidad que le explican cada día y de la que, a fuerza de repetirla, ya están convencidos de ello.
Frente a esta proclamada “terrible” realidad ellos ofrecen un mundo de soluciones fáciles, sin cambio climático, sin normas, sin retos de convivencia. Un inexistente mundo simple. Un mundo inventado que les permitirá convencer a miles de incautos. Todo aderezado con el odio. El odio es un gran generador de energías. Sin embargo, para poder odiar hay que tener a alguien a quien odiar. No es problema, la oferta de "odiables" es larga, en España. Tienen, sobre todo, los homosexuales, los inmigrantes y los catalanes, siempre a punto. Unas cuantas mentiras repetidas conseguirán desplegar este gran potencial disruptivo.
Pero ¿cuál es el objetivo de este dispendio de recursos? El objetivo oculto es la destrucción del Estado Democrático, ya que es la única institución que puede poner freno a sus delirios de poder y riqueza. Ese es el gran objetivo. El mandato de Donald Trump en la Casa Blanca nos ofrecerá muy pronto las más claras evidencias. Usan las herramientas del Estado democrático para, una vez alcanzada la victoria electoral, destruir los mecanismos de este poder democrático. La historia trágica parece que quiera repetirse.
El manual de la convivencia
La deformación de la realidad es difícil de combatir, ya que la realidad es una, pero el espacio de la mentira es infinito. Es difícil de abordar la contraposición entre programas de desarrollo sostenibles y propuestas negacionistas; entre complejidad y simplicidad; entre costes y , aunque falsa, ausencia de los mismos; entre compromiso para avanzar hacia un mundo sostenible y autócratas negando la existencia de la problemática. Todo ello pone en seria dificultad a los demócratas. Es difícil defender un programa electoral que habla de costes para mitigar el cambio climático; costes para evitar que otra DANA provoque más dolor y dañe más infraestructuras; costes para reconstruir el mal que ya se ha producido; impuestos para poder garantizar una sanidad gratuita y unos servicios para el bienestar de todos. Es difícil defenderlo si enfrente hay quien se burla de tus esfuerzos y te dice que todo es mentira y todo saldrá gratis.
La respuesta debe provenir de la fortaleza democrática del Estado. Aquí radica la principal fuerza para contradecir la avalancha de mentiras y establecer normas que las impidan. Es necesario que los demócratas salgamos del síndrome de Estocolmo en el que nos ha acorralado la derecha antidemocrática. Hay que huir de sus lemas de penuria. Estamos secuestrados y hay que darse cuenta. Tenemos que reaccionar. Frente al "manual de la destrucción" es necesario que los demócratas tengamos y utilicemos el "manual de la convivencia".
"Estamos secuestrados y debemos darnos cuenta. Debemos reaccionar. Frente al “manual de la destrucción”, es necesario que los demócratas tengamos y utilicemos el “manual de la convivencia”"
El otro día, en un bar, un camarero contradijo públicamente un comentario xenófobo de un cliente. El bar calló de repente. Al presenciarlo, pensé que no estábamos tan mal. Aquel camarero conocía el manual de la convivencia.
Nos hacen falta datos objetivos para contradecir las mentiras. Hay que rehuir de los intentos continuados que se hacen para dividirnos. Hay que hablar de las cosas reales. Hay que hablar bien de la democracia, hay que hacer memoria y no olvidar nunca. Hay que hablar bien de la acción de gobierno cuando el elogio corresponda. Hay que hablar de convivencia. Hay que defender los impuestos en la medida que hagan falta como pago obligado para poder tener servicios adecuados. En este sentido hay que romper las falsas ecuaciones que ofrecen grandes beneficios sin el esfuerzo o los costes para conseguirlos. Hay que valorar lo público que, es de todos. Hay que abandonar la falsa aritmética que afirma, por ejemplo, que se puede pagar mejor a los campesinos sin que los precios de los alimentos suban. Es necesario, en resumen, ver botellas medio llenas y responsabilidad colectiva.
Solamente el Estado puede orientar y establecer normativamente los límites de nuestra actuación. Solamente el Estado democrático puede garantizar con sus leyes una convivencia necesaria y un futuro sostenible para las nuevas generaciones. Por eso el Estado molesta a los sinvergüenzas. Pero, los retos son globales, y las soluciones deben ser globales. Por eso es tan importante nuestra pertenencia a una unidad supranacional que es la Unión Europea. Sin embargo, los retos son totalmente globales. En este sentido y por eso la Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible son tan importantes.
"Solamente el Estado democrático puede garantizar con sus leyes una convivencia necesaria y un futuro sostenible para las nuevas generaciones"
Sin embargo, como si fuera otra manifestación del síndrome de Estocolmo de los demócratas, la Agenda 2030 y sus ODS es una de las cosas más despreciadas en el imaginario colectivo. La acusación más fácil es que es un greenwashing, es decir, hacer ver que haces algo, pero en realidad no hacer nada efectivo. Otros van más allá, el intelectual marxista Kohei Saito repite la sentencia del Manifiesto Comunista y dice: "Los objetivos de desarrollo sostenible (ODS) son el opio del pueblo". Los campesinos en plena revuelta se manifestaron en contra de la Agenda 2030.
Avanzar hacia la convivencia hacia un mundo sostenible es cosa de todos, de todo el mundo. Los ODS son un tímido intento de señalar los objetivos más importantes. Es un acuerdo de casi todo el mundo. Algo imposible desde no hace muchos años. Tan solo por eso tiene un valor extraordinario. Los ODS están dentro de nuestro manual de convivencia. Ciertamente, están todavía muy lejos de alcanzar muchas de las metas señaladas, pero es el embrión de la gobernanza global. No es motivo de burla, lo es de esperanza.