Sólo una madre (Parte II)

10 de Diciembre de 2018

Hace poco me pidieron una pequeña biografía para una conferencia donde yo tenía que hablar. Empecé como siempre: "Stephanie Marko es una madre de 3...". Cuando lo releía vi que atribuía todo el que soy y todo el que he podido hacer al hecho de ser madre. Y esto en una sociedad que asume que las grandes capacidades de una madre son: cambiar pañales, hacer comer y mirar la tele. Me pregunté porque hay esta percepción cuando, en realidad, una madre, además de súper habilidades, está dotada de súper poderes. (Veáis "Sólo una madre -parte Y").

 

Fue entonces cuando recordé un comentario que Andre Agassi hizo después de que le preguntaran qué pensaba de Roger Federer. Él contestó: "Federer es un jugador de tenis realmente bueno, pero desgraciadamente lo hace de tal manera que parece que es fácil". Explicó que la aparente falta de esfuerzo con que Federer jugaba no reflejaba la gran cantidad de trabajo y sacrificio que hace falta para conseguir su nivel de tenis profesional.

 

En aquel momento, el comentario me sorprendió y extrañar, pero de repente comprendí por completo el que Agassi quería decir. Las madres hacemos que todo parezca fácil y ocultamos la gran cantidad de trabajo y sacrificio que nos supone la maternidad. Así, pensé, sólo necesitamos que el mundo entienda los súper poderes necesarios para ser madre. Entonces todo se arreglará.

"Las madres hacemos que todo parezca fácil y ocultamos la gran cantidad de trabajo y sacrificio que nos supone la maternidad"

 

Pero después, me di cuenta que esto no es viable. Del mismo modo que Elastigirl oculta su vestido de superheroïna, las madres tenemos que ocultar los nuestros. Si no se acabaría la especie humana. Por qué? Pues porque ninguna mujer asumiría el reto de la maternidad. Pesarían más las noches sin dormir, la dedicación, los sacrificios, la carencia de reconocimiento, los males de corazón y el posible final de sus ambiciones profesionales que las gratificaciones que comporta, pero que no siempre son fáciles de ver, como la alegría pura, el amor profundo, el orgullo infinito y la satisfacción completa. Si creyéramos que no es fácil, nunca aceptaríamos la maternidad y la sociedad acabaría.

Desgraciadamente, al hacer que la maternidad parezca fácil, se degrada nuestra credibilidad profesional. Por eso, un director de una gran empresa me acusó de ser "sólo una madre". Cuando se me presentó, él mismo me dijo que lo sabía todo sobre mí, la historia de nuestra organización y que esperaba que yo pudiera ayudarlo con un reto al cual se enfrentaba. Cuando le presenté una solución compleja, pero no imposible, en vez de pedirme más detalles, me apartó con este comentario: "Sí... pero antes tú sólo eres una madre".

Desgraciadamente, al hacer que la maternidad parezca fácil, se degrada nuestra credibilidad profesional

 

Me quedé sorprendida por su reacción y no fue hasta después de que me di cuenta que él no me había buscado porque creyera que yo era una "experta", sino precisamente porque yo era una madre. Él buscaba una solución rápida y pensaba que si yo había resuelto el problema en mi empresa, tenía que ser fácil. Mi respuesta sofisticada iba en contra de las ideas preconcebidas que tenía respecto de mis capacidades para ser "sólo una madre", y no pudo aceptar el que le había propuesto.

Por otro lado, que te feliciten para ser "sólo una madre", es igualmente insultando. Evidentemente, nuestra sociedad cree que cualquier madre que ha tenido éxito profesional, ha tenido que trabajar mucho para superar el handicap de la maternidad, porque ha tenido que trabajar más que otras mujeres o que todos los hombres (padres o no).

Cuando la gente visita nuestra empresa (tanto hombres como mujeres, porque la discriminación contra las madres no es una cosa sólo masculina), a menudo miran alrededor y dicen: "No puedo creer que sólo fueras una madre antes de todo esto". No se dan cuenta que no me están felicitando sino que, en lugar de esto, me están diciendo que las madres generalmente no son capaces de hacer este tipo de cosas.

Y aquí estamos todas las madres del mundo, dotadas de súper poderes y encargadas de la responsabilidad más importante de la Tierra: la continuidad de la especie humana. Pero cuando se trata de nuestra vida profesional, a menudo se nos rechaza: cuando pedimos que nos contraten por puestos de trabajo muy pagados, que nos promocionen a una posición más alta o que se nos elija para dirigir una organización o un país, o simplemente que nos escuchen. Nos despiden porque hacemos que nuestra vida parezca fácil y porque ocultamos nuestros vestidos de súper heroínas a nuestros armarios.

Es por eso que, a pesar de que me hayan acusado y elogiado por el hecho de ser "sólo una madre", empiezo todas las descripciones sobre mí misma diciendo: "Stephanie Marko es una madre de 3...". La sociedad tiene que entender que ser una madre no es una debilidad, sino una fortaleza más potente que la Kriptonita.