"Tempora mutantur, nos te mutamur inillis ", como decía Lotari I, nieto de Carlemany. La nueva realidad que tenemos delante se caracteriza por dos factores: la incertidumbre y el cambio constante. De hecho, ya estábamos inmersos en esta realidad antes de la actual pandemia. En el ámbito político, económico y social, las transformaciones que tenemos delante son mayúsculas y el ser humano tiene poca capacidad para prever las consecuencias de todo lo que está pasando actualmente. Un pequeño virus nos ha hecho tremendamente vulnerables. Y esta carencia nos hace más débiles, a la vez que alimenta los recortes en libertades y derechos que el reforzado nacionalismo populista está llevando a cabo de manera constante.
En la ficción, la escritora canadiense Margaret Atwood ya se adelantó al escribir una novela, publicada originalmente en 1985, con traducción catalana de Quaderns Crema en 2018, "El cuento de la sirvienta"; ahora serie televisiva de gran audiencia y con elementos distópicos. La acción se sitúa en una República, bajo un régimen totalitario y teocrático basado en el control del cuerpo femenino por parte de su gobierno. Una novela que nos interpela sobre nuestro presente y nos hace considerar la fragilidad de nuestros derechos y libertades más preciados.
Pero en el mundo actual hay varios procesos que, si no somos capaces de enderezar, nos abocan a modelos pseudototalitarios de gobernanza: el declive de Occidente ante el mundo asiático, el cambio de liderazgo mundial de los Estados Unidos en China, la debilidad de los estados que forman la Unión Europea para actuar con unidad de acción política, económica y social, el endeudamiento masivo de los estados, la destrucción progresiva de la clase media, el aumento de los impuestos a los ciudadanos, el control tecnológico en pocas manos no sometido a "accountability" por los ciudadanos y la consecuente carencia de privacidad, la reducción de las humanidades en la educación, el menosprecio de la cosa privada, la ineficaz planificación gubernamental centralizada, así como la falta de empuje a la emprendeduría, la diversidad y la creatividad.
"Catalunya no resta al margen de estas dinámicas globales. Más allá de la crisis política institucional con el Estado español, nos enfrentamos a un inmenso reto. Esta vez el poder de decidir lo tenemos nosotros"
Catalunya no resta al margen de estas dinámicas globales. Más allá de la crisis política-institucional con el Estado español, nos enfrentamos con un inmenso reto. Esta vez el poder de decidir lo tenemos nosotros: o escogemos ser abiertos, dinámicos y con dimensión global desde nuestro modelo local, o escogemos acabar como localismo, con una visión cerrada e impermeable de aquello que pasa en el mundo. Ante hechos lamentables, como puede ser el cierre de las fábricas de Nissan en Catalunya, sólo podemos responder con más innovación, más competencia y con la prioridad de ser líderes en libertad económica para atraer más y más talento e inversiones. Nos hace falta más autoexigencia colectiva, más transversalidades y nos sobran sectarismos y mentalidades provincianas.
Tenemos delante innumerables retos globales que afectan nuestra comunidad, por citar algunos: el hecho de repensar la globalización actual, nuestras instituciones y su papel respecto a los ciudadanos, el hecho de repensar la democracia liberal o el hecho de repensar el capitalismo democrático. Ante nuevas centralizaciones estatales, que ofrecen falsas esperanzas, la respuesta es mayor interacción y superposición de actores locales y regionales que pueden adaptarse más y mejor a un mundo fluido, dinámico e incierto, desde la proximidad.
El confinamiento ha hecho emerger capacidades de la sociedad, gracias a la tecnología, que se han implantado con una rapidez y efectividad extraordinaria: teletrabajo, reuniones no presenciales, formación virtual, conferencias diversas de alcance mundial, proyectos colaborativos, redes de todo tipo, etc... La pandemia nos tiene que ayudar a ver más claro y, en lugar de seguir la dinámica populista y proteccionista que estamos sufriendo, justo al contrario, tenemos que invertir todos los esfuerzos, tanto públicos como privados, para crecer como pueblo abierto y cosmopolita.
Nuestra sociedad civil y el sólido tejido empresarial, a pesar de que muy perjudicado por la crisis económica y las medidas de confinamiento total durante la pandemia, junto con un gobierno adaptativo y facilitador, nos tiene que permitir levantar la mirada y ver más allá. Además, hay que tener presente el concepto de "destrucción creadora", que el economista austríaco Schumpeter ya describía en los años cuarenta del siglo pasado, como hecho esencial del capitalismo, con el emprendedor innovador como protagonista central. Hay que facilitar el despertar de las innovaciones para superar las empresas y negocios que no tienen recorrido. Un caso bien claro lo tenemos en la automoción, donde ya hace años que tendríamos que promover a las empresas innovadoras con baterías eléctricas, elemento clave en las cadenas de montaje de los futuros vehículos no contaminantes, para situarnos como líderes europeos en este sector.
Hoy hace diez años se dio a conocer el estudio sobre la Encuesta Europea de Valores realizada en Catalunya por la escuela de negocios ESADE y la Fundació Carulla. Los autores concluyeron en el informe, titulado Valores blandos en tiempos duros, que la sociedad catalana de final de la década pasada había evolucionado hacia creencias más 'blandas', y había difuminado el eje de izquierdas y derechas en el orden ideológico. En el estudio se añadía que "la sociedad catalana es hoy más individualista, liberal, tolerando, plural y democrática, en comparación a diez años atrás".
"Esto es lo que el mundo necesita hoy: más aportaciones "blandas / soft" para lograr un mundo mejor con más oportunidades para todo el mundo, y no caer en la trampa del modelo "duro / hard" sin humanidad"
Precisamente, esto es el que el mundo necesita hoy. Más aportaciones "blandas / soft" para lograr un mundo mejor con más oportunidades para todo el mundo, y no caer en la trampa del modelo "duro / hard" sin humanidad, fomentado en el miedo, la reducción de derechos y libertades, y el espejismo de la protección por parte de un gobierno omnipresente.
En definitiva, mejores prácticas locales y una participación cívica de calidad, junto con una implicación empresarial a la altura de los retos contemporáneos.
"Tempora mutantur, nos te mutamur in illis". Los tiempos cambian y nosotros cambiamos con ellos.