Experta en ventas

¡Tomates maduros, felicidad y trabajo!

26 de Marzo de 2025
Montse Soler | VIA Empresa

Leyendo en VIA Empresa que el día 20 de marzo se celebraba el Día Internacional de la Felicidad, se me ocurren algunas reflexiones en torno a este feliz día! 

 

Mis abuelos eran campesinos. Para ellos, la felicidad no era un objetivo, sino una consecuencia: que no cayera una pedregada fuera de tiempo, una helada cuando no tocaba, y que pudieran recoger los tomates maduros e ir a venderlos (mi abuela) al mercado cada madrugada. Mis padres tenían una granja, su felicidad era que los animales comieran bien, crecieran sanos y no hubiera ninguna epidemia o un nuevo trámite burocrático.  

Ninguno de ellos tomó nunca vacaciones. En casa tampoco había mucha diferencia entre un miércoles y un domingo, los animales querían comer cada día. Pero cuando las cosas iban bien, nunca los oía quejarse. Y no porque fueran workaholics (ni se había inventado la palabra!), sino porque sentían y amaban lo que hacían y lo que conseguían. No se planteaban ser felices, pero diría que lo eran mientras trabajaban de sol a sol. 

 

Durante años, el trabajo ha formado parte de la identidad de las personas. Pero en las últimas décadas, tengo la sensación de que hemos ido separando trabajo y felicidad como si fueran conceptos incompatibles. Como si la felicidad comenzara al salir del trabajo y acabara al entrar. La popularización del movimiento antiwork y de las narrativas soft life han consolidado la idea de que el trabajo es una carga de la que debemos huir más que un espacio de realización. 

Ayer, pasaba por la calle de la Diputació de Barcelona y unas personas en huelga repartían unos papeles, impresos por ambas caras, con el resumen de todas sus reivindicaciones laborales, trece en total, las que exigían para dejar la huelga y volver al trabajo. “Para la empresa los trabajadores somos incluso menos que simples objetos” recogía el papel. ¡Mucha infelicidad en el trabajo! 

Es cierto que algunos trabajos pueden ser tóxicos, mal pagados o desmotivadores. Pero la realidad es que muchos otros no lo son. Y creo que el problema no es tanto el trabajo como nuestra manera de relacionarnos con él. Nos hemos acostumbrado a verlo solo como un medio para pagar facturas, hoy se lleva hablar del trabajo en negativo y con desprecio, en lugar de como una opción para aprender, evolucionar e incluso disfrutar.  

"Creo que el problema no es tanto el trabajo como nuestra manera de relacionarnos con él"

Hace unos días participaba en un acto relacional, y, conversando con personas más o menos conocidas, una de ellas (pero toda la demás que se unieron!) nos decía que su sueño era no tener que ir a trabajar nunca más. Cuando yo dije que a mí sí que me gustaba ir a trabajar, se rieron, hasta que se dieron cuenta de que no lo decía en broma y entonces me miraron como a una alienígena. ¡Hoy no está bien visto decir que te gusta trabajar! 

En mi mundo, el de las ventas, esta disociación entre felicidad y trabajo debería ser simplemente impensable. ¿Cómo puedes entusiasmar a un cliente, si tú no estás entusiasmado? Si a ti te hace infeliz estar allí, ¿cómo puedes empatizar con quien te habla? Vender es crear relaciones, entender necesidades, encontrar soluciones. Y yo no me creo que esto se pueda hacer  sin una implicación y un compromiso sentido. Un comercial infeliz, no vende.  

¿Podemos amar nuestro trabajo? Yo no lo puedo concebir de ninguna otra manera, y más si pasamos buena parte de la vida trabajando. Quizás el problema no es el trabajo, sino el relato que nos contamos sobre él. Quizás lo que hay que hacer no es buscar la felicidad fuera del trabajo, sino buscarla dentro como hacían mis abuelos con sus tomates y mis padres con sus animales. ¿Quién no querría ganar horas de felicidad en la vida? 

Cuando hago cursos de atención al cliente y les digo a las personas que deben sonreír mucho más, que sonreír genera endorfinas y conecta con los clientes, a veces me encuentro respuestas como “no nos pagan por sonreír ni por ser felices”, y es cierto, pero ¿de verdad prefieres estar amargado que apreciar tu trabajo y ser feliz?  

Como decía Viktor Frankl en El hombre en busca de sentido, “a una persona se le puede quitar todo excepto una cosa, la última de las libertades humanas: elegir la actitud con la que enfrenta determinadas circunstancias”.  

"¿Cómo puedes entusiasmar a un cliente, si tú no estás entusiasmado? Si a ti te hace infeliz estar allí, ¿cómo puedes empatizar con quien te habla?"

Y yo lo veo cada día, el mismo trabajo, las mismas circunstancias y personas que adoptan diferentes actitudes. Las que valoran las cosas positivas (siempre las hay) sonríen mucho más y son mucho más felices que las que se enrocan solo en las cosas negativas (que también siempre las hay!).   

En la medida de lo posible, ¡elijamos ser felices también en el trabajo!