Ingeniero y escritor

Traspaso de Rodalies: vamos mal, y solo habría que copiar

18 de Marzo de 2025
Xavier Roig VIA Empresa

Dos anécdotas vividas por este su columnista. Hace años tomé el tren para ir a Madrid. Me acerqué a la cafetería y pedí un bocadillo -el pan untado con tomate, por supuesto-. “Este tren va a Madrid, caballero”, me expulsó el pseudo-camarero (por cierto, fijándose que el uso del “caballero” siempre denota que has entrado en el ámbito de la intolerancia española). Como yo no estaba para romances, le dije: “Entonces, sírvanlo hasta llegar a Lleida. Póngame una magdalena, por favor”. La otra. Siendo miembro del Consejo Social de la UPF tuve la suerte de conocer a la señora, infatigable, Mercè Sala. Había sido presidenta de Renfe entre 1991 y 1996. Y un día me dijo que con Renfe no había nada que hacer.

 

Uno de los acuerdos firmados por el señor Pedro Sánchez para sostenerse como jefe del Gobierno español fue el traspaso de Rodalies. ¡Pronto es dicho! Siempre he pensado que este traspaso traería agua al vino. Por dos razones. La primera es que el traspaso significa una cesión del poder central de Madrid. La segunda es que, para ir bien y ser justo, el personal de Renfe debería ser despedido, y eso, evidentemente, los funcionarios de Renfe (empleados, pero funcionarios) nunca lo aceptarán.

Por cierto, nunca he visto publicado por la prensa que el mal servicio de Renfe no solo tiene sus orígenes en falta de inversiones -aquí siempre damos la culpa a la falta de recursos materiales-, sino también a unos empleados en general indolentes y sin ninguna vocación de servicio ni de la ética del trabajo. Y quien tenga ganas de replicarme le ruego, por favor, que en su texto adjunte dos cosas: el convenio colectivo de Renfe y los despidos llevados a cabo por mal servicio al cliente -que incluye no atender en catalán-. Porque la huelga anunciada no la sentirán los usuarios. Si acaba teniendo lugar, estos usuarios más bien tendrán la sensación de que, simplemente, los empleados de Renfe no irán al lugar de trabajo. La percepción de que están de huelga constante es inevitable. Y, si no, que lo pregunten a los sufridores que, a cambio de pagarles los salarios, recibirán el desprecio y la burla arrogante de unos empleados que se saben blindados de cualquier maldad.

 

Ya escribí en Dos reservas de la biosfera franquista que tanto Correos como Renfe debían desaparecer para dar lugar a dos nuevas entidades que no estuvieran tocadas por la herencia arrogante del funcionario típicamente ibérico sofisticado por el franquismo. Y hace un año publiqué el artículo Traspaso de Rodalies (de Renfe)? Pónganse cómodos. No lo digo para ponerme ninguna medalla, pues quien no entreveía que las trampas serían muchas era ciego o malintencionado. La oposición no solo viene de la patronal (el gobierno español) sino también de los sindicatos (los empleados funcionarios de Renfe). Lo digo porque el catalanismo político debería actuar conjuntamente porque la batalla que comienza será dura y la artillería a utilizar debería ser de gran calibre.

"Si nuestro sistema electoral fuera como el francés, la guerra de Rodalies contaría con la colaboración de todos los diputados catalanes en Madrid"

Siempre he mantenido que el mantra de la Francia centralista es esto: un tópico. Francia está mucho mejor representada que España en el ámbito territorial, ya que el diputado, al ser elegido por distritos unipersonales, independientemente del partido, acostumbra a defender los intereses del territorio -bajo riesgo de no volver a ser elegido-. Si nuestro sistema electoral fuera como el francés, la guerra de Rodalies contaría con la colaboración de todos los diputados catalanes en Madrid, incluidos los del PSOE y de Comunes. Su pasividad se puede calificar de muchas maneras. Me la ahorro para no crear polémicas, pero comienza por la letra B. Por lo tanto, ahora les explicaré lo que no son los diputados franceses en comparación con los diputados españoles elegidos en Catalunya.

En Francia los aeropuertos son gestionados por entidades diferentes a cada uno de ellos. Todos siempre con la titularidad de las entidades locales (generalmente las cámaras de comercio y colectivos locales). El gobierno francés tiene representación, pero nunca la gestión. ¿Y los trenes regionales, cómo se hacen?

Pues fácil. La red regional (llamada TER, Tren Expreso Regional) es gestionada por las regiones, que son las autoridades organizadoras del transporte regional. Esta autoridad define la oferta de servicios TER, en particular los servicios, la calidad del servicio y los precios. SNCF Voyageurs (el equivalente francés a Renfe, pero eficaz y sin reminiscencias nacional-sindicalistas), por su parte, se encarga de la operación de los trenes. SNCF asegura la ejecución de la oferta definida por las regiones, en virtud de los convenios firmados con cada una de ellas -sin intervención del estado-. No obstante, desde la apertura a la competencia, algunas regiones han comenzado a adjudicar líneas TER a otros operadores. Por ejemplo, la región Sur (Provenza-Alpes-Costa Azul) ha adjudicado la línea Marsella-Niza a Transdev (arrebatándola a SNCF), que comenzará a operar el próximo verano.

¡Eh! Todo esto en la centralista Francia, sin necesidad de comunidades autónomas ni otros inventos fenomenales como el federalismo. Ni inventos originales como sociedades mixtas que solo persiguen que Adif y Renfe continúen chupando de la teta con la protección del gobierno español y la aquiescencia del gobierno catalán.

Si el catalanismo que condiciona este acuerdo no cree que el principio de gestión catalana de la red de Rodalies merece, si es necesario, hacer caer al gobierno español, es que no ha entendido nada. Ni mucho menos la gente que lo vota -o que ha dejado de votarlo-.