Trump es uno de esos personajes de la historia que tiene el superpoder de distorsionar la realidad. Personajes como Churchill, de quien ha vuelto a colocar el busto en el despacho oval, o Steve Jobs, con su famoso campo de distorsión de la realidad, comparten este superpoder. También Hitler tenía este superpoder que mantuvo hasta el final. Me ahorro comparaciones fáciles.
Todos estos personajes comparten esta mezcla de encanto, carisma, bravata, hipérbole, persistencia y marketing, que hace que la realidad a su alrededor se distorsione, haciendo creer a quienes los rodean que lo imposible es posible. Piensen en todos los nombres mencionados y les vendrán a la mente numerosas citas épicas; desde la grandilocuente “Nunca tantos debieron tanto a tan pocos” de Churchill, hasta el “Make America Great Again”, pasando por el “Think Different” de Apple.
Pero ninguno de estos personajes habría cambiado la historia si no fuera por la tecnología. Recuerden que tecnología y medio son sinónimos (McLuhan). Es relevante.
Hitler, sin la radio, solo habría distorsionado la realidad de la camarilla de la cervecería Bürgerbräu donde planeó el Putsch de Múnich. Los aparatos de radio, que prácticamente regalaba Goebbels a cada familia, extendieron la distorsión a todo un país. Los mensajes de esperanza de Churchill y de DeGaulle —poco más que mentiras piadosas— no habrían llegado a la Francia ocupada sin las emisiones de la BBC.
¿Y Steve Jobs y Apple? Recordemos que sus inicios a mediados de la década de 1970 no solo son antes de internet, sino que son antes del ordenador personal. Si bien es cierto que desde muy joven, Jobs ya demostró su superpoder distorsionando la realidad de quienes lo rodeaban —padres, amigos, primeros clientes e inversores pequeños— no habría pasado de su garaje si no hubiera sido por los medios. Su campo de distorsión se vio amplificado por dos tendencias emergentes a principios de los 80: las televisiones por cable y las revistas especializadas en informática. Y de ahí a los grandes medios de ámbito nacional estadounidenses fascinados por el Think Different de dos jóvenes californianos. El resto es historia. Si quieren ver el campo de distorsión de la realidad en acción, solo tienen que mirar a Steve Jobs presentando el iPhone en 2007.
"El Trump estrella mediática, logró implantar en millones de cerebros la imagen de lo que era ser un empresario de éxito, a pesar de no serlo, ni que su imagen lo fuera"
Volvamos al presente. Trump también ha demostrado sobradamente que puede distorsionar la realidad. Para la gran mayoría de la gente, Trump es un empresario de éxito hecho a sí mismo. La realidad, sin distorsión, es que la fortuna, las finanzas y los contactos le vienen de su padre, un constructor de Nueva York que hizo fortuna con el ladrillo. Este relato puede crear un campo de distorsión en los círculos financieros y del ladrillo de Manhattan, o de EE. UU. como era el caso de Trump en los 80 y 90. Pero para que se convierta en global se necesitan medios, es decir, tecnología.
Con su participación en el programa The Apprentice la distorsión se extendió como una mancha de aceite por todo el país y, más importante, por todas las clases sociales, especialmente las más populares: el Trump estrella mediática logró implantar en millones de cerebros la imagen de lo que era ser un empresario de éxito, a pesar de no serlo, ni que su imagen lo fuera. Pero eso solo pasaba un día a la semana.
Las redes sociales han permitido a Trump distorsionar la realidad 24 horas al día, siete días a la semana a escala planetaria y, por si eso no fuera suficiente, en directo. 5.220 millones de personas, más del 63,8% de la población mundial, utilizan redes sociales y aproximadamente la mitad las utilizan como fuente de información. Y los que no, reciben el impacto a través de periódicos, radios y televisiones, que amplifican lo que allí sucede. ¿Cuántas veces han visto la cobra capellana de Melania? ¿El baile con los Village People? ¿La firma de órdenes ejecutivas con un rotulador de bingo? Cada imagen, más hiperbólica que la anterior, la han visto por tierra, mar y Bluesky incontables veces.
"Las redes sociales han permitido a Trump distorsionar la realidad 24 horas al día, siete días a la semana a escala planetaria y, por si eso no fuera suficiente, en directo"
El poder de distorsión de los medios no es nuevo. Tomen Hollywood. Cien años de propaganda estadounidense nos han llevado a conocer mejor a los campesinos y ganaderos del siglo XIX de Montana que a los de la Segarra; a aprendernos el himno estadounidense de memoria; y a odiar a rusos, árabes y chinos. Muchos de los jóvenes tiktokers estadounidenses que “refugiaron” en la también red china RedNote ante el inminente cierre de TikTok, se sorprendían de encontrar allí jóvenes como ellos; con coches eléctricos de gama alta, iPhones y bolsos Louis Vuitton. Todo lo que veían no cuadraba con la propaganda oficial estadounidense (hay que decir que RedNote es la red preferida de las clases medias y altas chinas y la miseria, como en todas las redes chinas, allí está censurada. Más distorsión).
Nota al margen: la avalancha de juventud estadounidense no ha gustado nada a las autoridades chinas, que ya han pedido a RedNote que comience a bloquearlos. Jóvenes que han hablado de política o que se han declarado abiertamente gais ya han visto cómo les han cancelado la cuenta. RedNote está contratando censores con dominio del inglés.
El poder de distorsión no es nuevo, pero la escala y el nivel de concentración sí. Hoy, de aquella web libre que construimos entre todos, solo queda Wikipedia. Internet son prácticamente 5 webs —Facebook, Instagram, Google, Amazon y X—, que son propiedad de 4 señores que están sometidos a la distorsión de la realidad de Trump; sometidos por la distorsión de la realidad. Lo demuestra el hecho de que estuvieran en la ceremonia de juramento del cargo de presidente y ocuparan un lugar destacado, justo detrás de la familia y delante de los cargos de la administración.
"Internet son prácticamente 5 webs —Facebook, Instagram, Google, Amazon y X—, que son propiedad de 4 señores que están sometidos a la distorsión de la realidad de Trump"
No descubriremos ahora el hecho de que el poder económico necesita al poder político y viceversa. Si hoy las tecnológicas están en el palco del Capitolio, es porque ostentan el poder económico. Tal como hoy hay los nerds, cuando el poder económico era de los bancos, eran sus delegados ejecutivos quienes tenían un lugar destacado. Como antes los constructores, antes los magnates del acero, los del petróleo o los del ferrocarril. Los Rockefeller, Morgan, Van der Bilt, Carnegie o Stanford fueron banqueros, empresarios, lobbistas y políticos que en algunos casos acumularon más poder que los estados que representaban o que incluso que el gobierno federal. Los industrialistas del siglo XIX que llegaron a poner en jaque al gobierno se conocen como los “Robber Barons”, los “Barones ladrones”. Si van a Wikipedia, allí encontrarán la lista, junto con las adiciones de Musk, Bezos y Zuckerberg. Qué bonito que Wikipedia sea un proyecto abierto y colaborativo.
Una nota sobre Wikipedia: Musk se la quiere cargar. La hace cómplice de los “medios antiguos” por la sola razón de que cita diarios, teles y en general medios de comunicación como fuente primaria. Con motivo de su salutación fascista ha reactivado la campaña sencillamente porque su entrada en Wikipedia recoge el hecho. La lucha va más allá de la rabia de un multimillonario: él y su grupo se han unido en una campaña orquestada contra cualquier fuente independiente de información, en este caso Wikipedia, una fuente terciaria que cita fuentes primarias que están por consenso. Haz una donación si puedes.
Es precisamente la página de Wikipedia de los Robber Barons la que nos ayuda a entender el “palco del Capitolio”. Todos los broligarcas presentes tienen cuentas pendientes con la administración estadounidense. Alphabet, la matriz de Google, necesita desregulación en el sector de la conducción autónoma, que lidera con su empresa de taxis sin conductor Waymo. Musk también sí es que quiere cumplir su promesa de convertir todos los Tesla en taxis. Al mismo tiempo, también necesita desregulación en el ámbito aeroespacial y un incremento estratosférico del gasto público para llegar a Marte. La Comisión Federal de Comercio multó a Amazon por prácticas monopolísticas y sobre Google hace años que planea la amenaza de la aplicación de la ley antimonopolio que les obligaría a dividirse o a vender partes de la empresa.
La ley antimonopolio tiene sus raíces en la Sherman Antitrust Act, promulgada en 1890 como respuesta a la rápida industrialización de finales del siglo XIX. Las grandes corporaciones que dominaban las industrias clave —petróleo, acero y ferrocarriles— utilizaban prácticas anticompetitivas, como la fijación de precios y la monopolización para acumular poder económico y político.
Pero hay una paradoja en todo esto. Si los broligarcas del palco del Capitolio son los amos del mundo, ¿por qué han de rendir pleitesía al presidente de EE. UU.? Pleitesía pecuniaria —cada una de sus empresas donó un millón de dólares para la ceremonia— y pleitesía mediática de valor incalculable. Tienen los medios de producción, los medios de información y sus empresas, superan en valoración el PIB de muchos estados de la OCDE y, a pesar de todo, no les basta.
¿Qué les falta, además de un tobogán? Pues muy fácil, cuando tienes el volumen de un estado, compites con estados y tienes que enfrentarte legalmente a estados como China o los de la UE, necesitas estructuras de estado, unas estructuras que Trump les ha vendido. ¿El precio? El control de los medios de producción y, mucho más importante, el de los medios de información. Un estado a cambio de la distorsión global de la realidad.