Cuando hablo con mis amistades más cercanas, siempre acabamos disculpándonos por no haber estado en contacto antes, por no haber llamado, por no haber respondido un audio o por no haber encontrado un momento para quedar porque vamos muy liadas. Una semana loca en el trabajo, adaptándonos a una nueva rutina, cambiándonos de piso u ocupadas con un proyecto que hacemos además de nuestro salario, porque en algún momento de nuestra vida nos creímos que ser una persona overachieving era, aparentemente, un camino hacia el éxito y la vida plena.
En cierto modo, hacer muchas cosas te lleva a los lugares donde querías llegar, aunque cansadas y agotadas por el sobreesfuerzo que llevamos haciendo durante años de forma completamente normalizada. Sin embargo, también se ha normalizado la dinámica de ir liadas por inercia, dentro de un discurso de sobreproducción y sobrecarga de agendas y calendarios que quizás (y solo quizás) deberíamos replantearnos.
Como una de las afectadas de este colectivo, llevo toda la vida yendo muy liada. Tanto que hace tiempo que ya no lo digo: a las personas que me conocen ya no les engaño diciendo que estoy pasando por una época tranquila o que estoy bien a pesar de hacer muchas cosas. A las personas que no me conocen, no hace falta que les dé explicaciones de lo liada que voy, porque la respuesta se da sola cuando ya hemos hablado más de diez minutos
"La trampa de la sobreproducción aporta pocos premios y muchos dolores de cabeza: hacer muchas cosas está muy bien, pero hay un límite de resistencia física y mental que tenemos que tener siempre presente"
Pero lo que sí he empezado a notar es que muchas personas llevan con cierto orgullo esto de hacer muchas cosas, como si se tratara de una prueba de resistencia o de una medalla. Si bien es admirable hacer muchas cosas interesantes o mantenerse activa en diferentes espacios que pueden enriquecerte a ti y a tu entorno, lo que no hemos visto durante mucho tiempo, pero que ahora empezamos a notar, es que la trampa de la sobreproducción aporta pocos premios y muchos dolores de cabeza: hacer muchas cosas está muy bien, pero hay un límite de resistencia física y mental que debemos tener siempre presente para no explotar o acabar el día como una patata frita.
Si todos estamos muy ocupados, ¿no será que quizás no estamos haciendo cosas tan importantes? O, por otro lado, ¿no querrá decir que quizá estamos haciendo muchas cosas que no nos corresponderían? ¿Hay gente que no va muy liada? El otro día, viendo reels de Instagram a altas horas de la madrugada, vi un vídeo de una señora que enumeraba una serie de premios que nunca ganaríamos. Me costó entender la premisa, y tuve que verlo varias veces, pero decía así: hay cosas que seguimos haciendo por inercia o por tendencia pensando que es lo que tenemos que hacer o que es nuestra idea de excelencia, pero que en realidad es una práctica nociva que debemos reconducir porque no es la clave de nuestros éxitos ni de nuestros fracasos.
"Tenemos que reconocer, aceptar y asumir que, al final del día, nadie nos dará el premio a "la persona que va más liada"
Por ejemplo, la señora explicaba que nunca nos darían el premio a “la persona que nunca pide ayuda” ni a “la mujer que nunca para quieta” ni tampoco a “la persona que nunca se queja y siempre está ahí para todos menos para sí misma”. Así, creo que más que presumir, enorgullecernos o intentar buscar el lado amable del sobreesfuerzo que llevamos a cabo año tras año, lo que debemos reconocer, aceptar y asumir es que, al final del día, nadie nos dará el premio a "la persona que va más liada".