El pasado día 20 se celebró la primera Junta General de Accionistas del Banco Sabadell en su lugar de origen, después de unos años fuera de Catalunya. Fue emocionante volver a vivir en directo una junta como las de antes, con el calor de la gente de casa. El retorno de la entidad a Sabadell, y los buenos resultados obtenidos por el banco, eran motivo de gran celebración por parte de todos los accionistas. Los presentes dedicamos unos fuertes aplausos a los discursos del presidente Josep Oliu y del consejero delegado César González-Bueno, muy merecidos por la brillante trayectoria de los últimos años. Por mi parte, hago extensivos los aplausos al resto del consejo, a la alta dirección y a todos los empleados del banco por la excelente labor realizada.
En mi opinión, en un día tan especial, la única parte de la junta que desentonó fue la dedicada a las intervenciones de los accionistas. Hubo cinco intervenciones diferentes de representantes sindicales con peticiones de tipo laboral, y una de una persona contraria a que el banco financie empresas de armamento. Las intervenciones en una junta general de accionistas deben estar muy relacionadas con los puntos a tratar del orden del día. Tal como dice la Ley de Sociedades de Capital, en el artículo 164: “La junta general ordinaria se reunirá para, si procede, aprobar la gestión social, las cuentas del ejercicio anterior y resolver sobre la aplicación del resultado”. En ningún caso hace referencia a que la junta general deba reunirse para tratar temas ajenos al orden del día. Además, para reforzar el punto, en el artículo 197 se concreta: “Durante la celebración de la junta general, los accionistas de la sociedad podrán pedir verbalmente las informaciones o aclaraciones que consideren convenientes sobre los asuntos comprendidos en el orden del día”.
A pesar de que estas disposiciones son bastante claras y concretas, lamentablemente, hoy en día, en muchas juntas las intervenciones de los accionistas no tienen ninguna relación con los “asuntos comprendidos en el orden del día”.
En este sentido, recuerdo las primeras juntas de accionistas a las que asistí, cuando se celebraban en el teatro de La Faràndula de Sabadell. Yo era muy joven, y acompañaba a mi padre, en una época en que mi abuelo formaba parte del consejo del banco. El teatro estaba bien lleno, el ambiente era bastante cordial, y las intervenciones muy educadas. La mayoría de ellas eran para valorar la gestión del consejo, muy positiva en aquellos años, o para hacer preguntas relacionadas con la actividad del banco.
Cuando las juntas pasaron a celebrarse en el pabellón municipal de deportes de Sabadell, en los años previos a la salida a bolsa, las intervenciones seguían en la línea de las que había habido en La Faràndula, educadas, ponderadas y con preguntas bastante adecuadas. De hecho, muchos accionistas iban a la junta solo a recoger la caja de bombones y a escuchar el discurso del presidente, Joan Corominas, ya que este discurso les permitía desvelar los dos interrogantes que más les interesaban, el precio contable de la acción, y por tanto, su valor de venta y el dividendo a distribuir.
Cuando acababa el discurso del presidente y ya sabían lo que querían, parte de los asistentes, los menos versados en finanzas, se levantaban y se marchaban. Pero con la salida a bolsa el ambiente cambió radicalmente. Comenzó a asistir a las juntas gente nueva para hablar de temas poco relacionados con la actividad del banco, “revienta juntas” y personas con mucho afán de protagonismo. El turno de intervenciones de los accionistas se hizo mucho más largo y pesado, y muchas intervenciones no tenían nada que ver con el contenido del orden del día, como sucedió en la última junta del día 20.
Los parlamentos de los cinco representantes sindicales en esta junta estaban fuera de lugar. Es evidente que tienen todo el derecho y la obligación de defender los intereses de los trabajadores, pero disponen de otros canales y otros procesos para negociar las condiciones de trabajo del personal, y no deberían utilizar las juntas de accionistas para plantear temas ajenos al orden del día.
Además, en las actuales circunstancias de la OPA que BBVA ha lanzado sobre el Sabadell, la mejor manera que tienen los sindicatos de defender los intereses de los empleados, tanto del Sabadell como del BBVA, es manifestando su firme rechazo a esta OPA, y cumplir todas las actuaciones que sean necesarias ante el gobierno para evitar que la OPA continúe adelante. Tanto la UGT como Comisiones Obreras o el resto de sindicatos tienen suficiente fuerza para influir en el gobierno y evitar que más de 5.000 de sus compañeros vayan al paro. Estoy convencido de que en los momentos actuales este sería el mejor servicio que los sindicatos podrían hacer a los trabajadores de los dos bancos. Y lo que digo no es incompatible con que, en paralelo, continúen trabajando arduamente para mejorar las condiciones de trabajo de toda la plantilla.