¡(No) es la economía, estúpido!

29 de Noviembre de 2024
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Pocas frases se han hecho tan famosas como la de los asesores de Bill Clinton apelando a la importancia de situar la economía en el centro en la campaña presidencial del 1992. Más allá de la táctica y la estrategia geopolítica, la realidad que a menudo se acaba imponiendo es precisamente esta por encima de la económica.

Una influencia que, a pesar de estar presente desde siempre, las empresas abiertas al comercio global están sufriendo de forma quizás más intensa en los últimos años. Los diferentes sucesos producidos en Argelia, el Reino Unido con el Brexit, la invasión rusa de Ucrania, el Próximo Oriente y recientemente en los mismos Estados Unidos con el retorno de Donald Trump a la Casa Blanca son un recordatorio constante a las empresas de que su día a día depende en gran medida de decisiones de mandatarios globales en todo el planeta.

En el caso de Argelia, las últimas semanas estamos viviendo –sin anuncio oficial, pero como una realidad sobre el terreno– el final a más de dos años de bloqueo que impedía a las empresas del Estado vender sus productos en este mercado. El conflicto diplomático entre el país norteafricano y el estado español a causa de las relaciones con Marruecos supuso, de un día por el otro, perder un mercado entero donde trabajar. Al poco del inicio del bloqueo, en junio del 2022, desde Acció identificamos casi un centenar de empresas catalanas afectadas con unas pérdidas agregadas superiores a los 70 millones de euros.

"Es fácil caer en la tentación de ningunear el impacto de un mercado que, en 2021, representaba tan solo el 0,8% de las exportaciones catalanas"

En el ámbito macroeconómico, es fácil caer en la tentación de ningunear el impacto de un mercado que, en 2021, representaba tan solo el 0,8% de las exportaciones catalanas con productos como el aceite de soja –principalmente–, los plásticos, la maquinaria, el material eléctrico, el papel y cartón o los productos químicos orgánicos.

A pesar de que en el conjunto de la economía catalana pueda parecer poca cosa, para la pyme que concentraba el 40% de su facturación exterior, puede ser un punto de inflexión en sus resultados y, en consecuencia, en su viabilidad. Cuando un mercado sufre un cambio de rumbo repentino, la empresa que depende en gran medida lo sufre más intensamente.

"La empresa catalana está avezada a salir a vender al mundo, pero ahora hay que hacerlo todavía con más flexibilidad y capacidad de adaptación a cambios e imprevistos"

Así pues, ¿cuál es el camino en un contexto global donde estas disrupciones son más frecuentes que nunca? La realidad nos indica que la concentración de los esfuerzos de internacionalización en un solo mercado resulta una estrategia con fecha de caducidad. En un mundo más frágil, incierto y volátil, la hoja de ruta tiene que pasar por una mayor diversificación y proximidad a los mercados, con especial atención a la posibilidad de apertura de filiales que esquiven la tendencia proteccionista.

La empresa catalana está avezada a salir a vender al mundo, pero ahora hay que hacerlo todavía con más flexibilidad y capacidad de adaptación a cambios e imprevistos. Lo mismo cuando un mercado como el argelino abre de nuevo las puertas, como sucede ahora, para ser capaces de aprovechar las nuevas oportunidades. Al final, un director de exportación ya no tiene bastante con seguir la actualidad económica porque el día a día de los negocios internacionales bien a menudo se acaba decidiendo en las páginas de política internacional. Del mismo modo que parece naif la proclama habitual de no mezclar deporte y política, la realidad se emperra a demostrar que tampoco se puede separar la geopolítica del comercio global.