Para superar la tendencia a la especialización de centralidad de la ciudad de Barcelona que muta su alma de ciudad clásica, proponemos seis nuevos polos de descentralización y ampliación de la dimensión de Barcelona. Hoy por hoy, sólo existen dos en marcha: el gran ensanche de Sant Cugat ante la AP7 y el Centro Direccional de Cerdanyola. El primero con una enorme fuerza, de gestión privada y, el segundo, de gestión pública, con una indefinición y un fracaso no disimulado, al menos si hacemos balance de aciertos respecto a inversión y tiempo empleado. Sólo su vecina en el norte de la autopista, la Universitat Autónoma (UAB), señala con éxito la única experiencia potente y exitosa de descentralización. Fue en época de la dictadura y nunca más repetida. Sólo el parque de Gallecs podría considerarse en similares términos de gran singularidad regional.
Los seis polos serían:
• La ampliación del Tecno-campus de Mataró. Se trataría de estirar el 22@ desde Poble Nou de Barcelona hasta Mataró, como localización de servicios punteros.
• El segundo, la ciudad aeroportuaria en El Prat. No el espacio de las instalaciones del aeropuerto, sino ese desarrollo urbano que aprovecharía la vecindad del aeropuerto y la posible estación de alta velocidad en la terminal T2. Un polo que sería de gestión estrictamente catalana, no de AENA, porque no sería la propia terminal y porque, al fin y al cabo, es la metrópoli quien aporta la centralidad.
• El tercer polo sería el entorno de la SEAT, en Martorell. Un espacio trinchado, abandonado, sin gobierno ni ordenación, pero con un gran potencial que, por no contar, ni tiene estación de los FGC que pasan por delante.
• El cuarto polo serían las nuevas fachadas económicas de Terrassa y Sabadell. Dos ciudades hoy escondidas detrás de polígonos industriales. Ambas ofrecen un déficit conjunto de más de 34.000 puestos de trabajo respecto a sus ciudadanos con empleo, que trabajan todos fuera (paro aparte), un grave déficit. Las dos ciudades más protagonistas en la revolución industrial malviven de una carencia de papel propio y de proyección regional.
• El quinto polo sería Can Prat, en Mollet del Vallès. Un espacio con fachada de autopista y a pie de ferrocarril. Un lugar con paralelismos de posición respecto a Sant Cugat y Cerdanyola, sólo que en el lado oriental.
• Y el sexto polo sería el este de la estación de Granollers, como nueva sede universitaria y de empresas estratégicas que reequilibraría, hacia el Vallès Oriental, una presencia universitaria y de centro direccional hoy más decantada en la vertiente occidental. Un lugar en el que, aparte de sedes de estudios, podría contener empresas y residencias de estudiantes y empresarios en un mixto multiplicativo.
Si la dimensión regional de Barcelona debe recibir credibilidad, una prueba fehaciente sería la organización de estas polaridades con activa voluntad política. No sería ésta una materia de simple planificación territorial, sino una decisión de encauzar proyectos concretos, exactamente proyectos, que es lo que hace Barcelona sabe hacer desde hace años.
La muralla excluyente del AMB, que deja fuera cinco de estos nuevos polos
Ya hace mucho tiempo que la región chirría de forma desmedida debido a la concentración de toda novedad en el interior de Barcelona, con la centralización de inversiones, el monopolio de los consorcios con presencia de la Generalitat y la muralla excluyente del AMB, que deja fuera a cinco de estos nuevos polos, pero contiene los históricos de Cerdanyola y Sant Cugat.
Cada nuevo polo pide, para empezar, un órgano de gobierno y después, no antes, un plan director. Primero es necesario el cliente definido y operativo y después una estrategia de crecimiento que podría ser pautada y gradual. Todo esto pide reformas sustanciales respecto a Cercanías, con servicios más rápidos, por ejemplo con semidirectos, para lograr una integración regional más coherente, que sitúe las capitales regionales a media hora de Barcelona, a lo sumo.
Pero para empezar es necesaria la decisión del gobierno de la Generalitat que lo impulse, con una voluntad asumida por parte de todos sus departamentos y que cuente con los agentes locales, públicos y privados y no sólo con una gestión centralizada desde el gobierno. Es necesario volver a proyectar acciones, como las que en los años sesenta hicieron posible la UAB.
Barcelona concentra actividad y expulsa a residentes a ritmo de un cuarto de la población en un cuarto de siglo
La propia ciudad de Barcelona debería ser la primera interesada en la amplitud: hoy concentra actividad y expulsa a residentes a ritmo de un cuarto de la población en un cuarto de siglo, y esta dinámica debería tener techo. Es necesario definir hasta qué punto y hasta cuándo será excluyente de su propia ciudadanía si, al mismo tiempo, también margina su periferia regional. La “modernidad” de la capital, entendida como singularidad endógena, es enfermiza, aparte de que hace dual el país: cosmopolitas versus locales, dinámicos contra periféricos... Reaccionar no constituiría ninguna deferencia, ni ninguna pérdida, ni siquiera justicia, porque se convertiría en supervivencia, pero con un remedio que proyectaría Barcelona y Catalunya a lo grande.
A la propuesta de los seis polos regionales y debemos añadir, en continuidad y coherencia, la opción de los diez polos catalanes que surgirían en el entorno de las nuevas estaciones a construir en la red de alta velocidad, que organizarían la Cataluña metropolitana de 7 millones a una hora de Barcelona, proyecto ya contado en otros artículos.
Por último, descentralizar no querría decir otra cosa que rehacer la relación entre capital y país entero, empezando por sus alrededores inmediatos o regionales, el país de 5 millones, en una suma mucho más potente y a varias escalas, en la secuencia de órdenes de población: 1-3-5-7.