¿Habría que descentralizar Barcelona? No todas las iniciativas de centralidad y estratégicas pueden suceder entre Montjuic y las tres chimeneas del Besós, en una región que tendría que ser más igualitaria. Habría que superar la relación de centro dinámico y periferia de segundo grado.
Algunas cifras significativas señalan la dimensión del problema: En los treinta años que van del 1991 al 2021, Barcelona ha multiplicado por 3 su excedente de puestos de trabajo (puestos respecto a ocupados residentes) y por 1,44 su número total, en una población demográfica y laboral de dimensión estable. Las otras capitales comarcales industriales históricas (Terrassa, Sabadell y Mataró) han perdido perfil como sedes de actividad, mientras que las nuevas polaridades, como Granollers y, sobre todo, Sant Cugat han pasado a ser nuevos centros de actividad.
En estos treinta años (1991-2021), Barcelona ha incrementado un diferencial de más de 9.000 puestos de trabajo cada año, hasta lograr un incremento neto de 280.000.
A pesar de mantener el grueso del número absoluto de su población, Barcelona se ha hecho ciudad internacional, por desplazamiento de la población local (de origen barcelonés, catalán o español) sustituida por población extranjera. Si los nacidos en el extranjero eran el 5% en 2000, lograron el 28% el 2021, con lo cual los de origen español suman el 72%, cuando eran el 95% en 2000 y pierden presencia, por valores casi idénticos, tanto los de origen catalán como los del resto del estado.
El incremento de la inmigración se ha mantenido, solo con un punto de debilidad en los momentos de crisis o pandemia. En síntesis, el ritmo medio de más de 9.000 nuevos puestos de trabajo por año, se corresponde con una expulsión de residentes en una media de más de 18.000 también por año. En una situación estable del total de la población, todo nuevo llegado desplaza a uno de local. La investigación de una vivienda mejor para los residentes se sitúa muy a menudo fuera del municipio y, al mismo tiempo, la vivienda interior se encarece, para los locales y para los inmigrantes. El turismo masificado se percibe notablemente como problema, mientras que la expulsión de la ciudadanía no.
Barcelona expulsa población y concentra inmigración de menos nivel laboral
La conversión de Barcelona en downtown, en hipercapital, expulsa población por un lado y concentra inmigración de menos nivel laboral. Miquel Monte (La ciudad insatisfecha, 2023) ha calculado que de cada cuatro inmigrantes tres alimentan el turismo y solo uno el ecosistema innovador.
En cifras económicas de VAB, el Barcelonès, que suma el 30% de la población catalana, ha incorporado el 44% del incremento de todo el VAB catalán entre 2006 y 2019, desde justo antes de la explosión de la burbuja inmobiliaria a justo antes de la pandemia. Este dinamismo esconde, pero, pies de barro. En términos de ocupación, no de población, el valor del VAB del Barcelonès es el más reducido del resto de espacios regionales catalanes, y lo es tanto en el conjunto, como en servicios e industria, y solo destaca en construcción.
En contraste, el entorno a la región de Barcelona es el espacio más dinámico, seguido del resto de Catalunya (más allá de la región capital) y los valores del conjunto de la región superan justo al Barcelonès, para lastre de esta.
Estos datos señalan que aquella tendencia descrita como balearización afecta actualmente al Barcelonés. Nos podemos creer que la capital es un hormiguero de innovación con numerosas empresas emergentes, pero la segregación radical entre el mundo industrial de su corona y un centro innovador no parece un buen equilibrio.
Barcelona es un potente downtown, con gótico, modernismo y Eixample, esto es, con un potente escenario urbano que, aun así, destruye la ciudad social. Formulamos, pues, que podría estar bien, desde un punto de vista de la conservación de cierto equilibrio de ciudad clásica, que se contrapusiera, a la especialización en centro de ciudad global, una opción que esta potente sede de actividad fuera más compartida, que la ciudad se abriera en su región, con el objetivo que la capital continúe siendo ciudad y no simple centro regional, mirando de superar una lógica actual más descaradamente capitalista que social. Pero, esta opción implicaría compartir centralidad con el resto regional y del país, es decir, crecer de manera diferente, sin periferia.