Desde hace unas semanas en el Parlamento de Catalunya se está tramitando la ley catalana de la ciencia. Una iniciativa legislativa indispensable para solucionar los problemas endémicos que arrastra el sistema: poca financiación, poca valoración sociales de la tarea científica, precariedad y salarios bajos y reducidos volúmenes de transferencia de conocimiento. Hay que dejar atrás los marcos reguladores del pasado y adecuarlos a las exigencias actuales, donde la investigación y la innovación son las palancas claves de futuro.
Ciertamente, nos hace falta una ley de la ciencia que, aumentando considerablemente los recursos públicos e incentivando la investigación privada, permita incrementar la retribución de los científicos, conseguir la requerida paridad de género, retener el talento y atraer talento. Una ley que potencie los centros de investigación, la investigación en las universidades públicas y privadas y el fortalecimiento de la transferencia hacia el tejido productivo en general y la industria en particular. Este aspecto de transferir conocimiento acontece primordial, para asegurar la competitividad de las empresas y el progreso social, porque la ciencia es la palanca básica para lograr un desarrollo sostenible, el bienestar de los ciudadanos y la competitividad partiendo del valor.
Una ley que con la mirada puesta a corto, medio y largo plazo, eliminando trabas burocráticas, considere simbióticamente toda la cadena de concepción, generación y aplicación del conocimiento, es decir, desde la génesis hasta la aplicación de la ciencia, desde la investigación hasta su aplicación a merced de la innovación. Lo que implica integrar simbiótica en el sistema de ciencia en todos los agentes, públicos y privados, de los ecosistemas de innovación. Dado que hoy en día las políticas de investigación y las de innovación son indisociables, puesto que para conseguir el progreso una y otra tienen que ser simbióticas.
En cuanto a la innovación, hay que reconocer que Catalunya tiene un significativo retraso. Las causas son diversas: la carencia de recursos públicos significativos específicamente dirigidos a la innovación, inadecuación de los instrumentos disponibles a las exigencias actuales, carencia de especialistas en el seno de las empresas y una cultura empresarial que no valora bastante la ciencia y la innovación. Sin olvidar el pequeño volumen de las empresas, la gran mayoría pymes y microempresas. De las 630.000 empresas (Idescat, 2021), el 37,8% tienen entre 1 y 10 trabajadores.
En cuanto a la innovación, hay que reconocer que Catalunya tiene un significativo retraso
Nos hace falta una ley de la ciencia, pero una ley que ayude al hecho que el país supere los retrasos en cuanto a innovación. Hacerlo obliga a hacer que las estrategias de investigación y las de innovación sean coincidentes, considerando las peculiaridades de cada una de ellas. Este hecho, implica que la ley catalana de ciencia, que está en trámite, tendría que incorporar los aspectos propios de la innovación considerando la realidad del tejido productivo catalán, al que antes he hecho referencia. Un tejido configurado por muchas empresas con problemas de financiación y baja capacitado innovadora, pero con una excelente capacidad productiva y, por lo tanto, con muchas posibilidades de mejorar sus productos y procesos, si se asegura la transferencia de conocimiento hacia estas.
El proyecto de ley catalana de la ciencia dibuja un escenario para solucionar los problemas endémicos del sistema y que todos los agentes involucrados desarrollen su actividad en marcos estables y trabajen sinérgicamente. También dignifica las condiciones de trabajo, reduce las trabas administrativas, potencia la igualdad de género, quiere incrementar la transferencia y quiere dotar al sistema de más recursos.
La ley no desarrolla con claridad los aspectos asociados a la transferencia y consecuentemente a la innovación
Ahora bien, la ley no desarrolla con claridad los aspectos asociados a la transferencia y consecuentemente a la innovación. Este es un aspecto indispensable porque solucionando los problemas actuales, hay que asegurar la continuidad del flujo de generación y aplicación de conocimiento, considerando simbióticamente a sus profesionales y el sistema productivo. Es decir, que la ley considerando la importancia de la investigación, facilite que sus resultados lleguen a la sociedad, es decir una ley para la ciencia que incorpore en plenitud la innovación. Es, por lo tanto, indispensable que la Ley de la Ciencia acontezca la Ley de la Ciencia y la Innovación.
Una ley que el país necesita sin demoras y a la que se le asegure su financiación. Una dotación de recursos que tendría que contemplar el compromiso al destinar, año detrás año, un porcentaje fijo en los Presupuestos Generales de la Generalitat dirigido al I+D, y un porcentaje fijo dirigido a la innovación. Porcentajes, que si se quiere asegurar un futuro próspero a la ciudadanía en el marco de la sociedad del conocimiento, no tendrían que ser inferiores al 1%.