La profesora Mariana Mazzucato, una de las economistas más destacadas en el mundo de la innovación, dijo que "para ser como los líderes tenemos que hacer lo que hacen los líderes, no lo que dicen que hacen". Hace pocos días publiqué un tweet que hablaba sobre cultura e incentivos, que tuvo bastante éxito. Comentaba que hace años que oigo decir, por parte de empresarios, académicos o responsables políticos, que "aquí no tenemos culturade I+D", y creo que esto nos sitúa en una posición de inmovilismo y resignación.
En management, sabemos que las culturas no son inamovibles: las culturas, de hecho, cambian con incentivos. La cultura de una organización o de un país se puede definir como el conjunto de creencias y comportamientos que guían nuestras acciones. La economía es una ciencia de incentivos: las personas respondemos a incentivos. Pongamos los incentivos oportunos, y cambiaremos nuestros comportamientos. Aquello que no pasaba nunca empezará a pasar, poco a poco será habitual, se convertirá en rutina; y finalmente en cultura. Esto es el que pasaría con la I+D si dispusiéramos los incentivos oportunos. De hecho, ya ha pasado en parte: cuando el sistema de incentivos de las universidades (la promoción) se ha enfocado a la publicación de alto nivel, los investigadores han orientado su atención, sus esfuerzos y sus intereses a publicar, de forma muy eficiente. Y han aprendido a hacerlo cada vez mejor, hasta crear modelos de referencia internacionales. Pero no han sido espontáneos, son resultado de un sistema de incentivos. Si hacemos lo mismo con la investigación industrial, veremos cómo las pymes empiezan a trabajar con universidades, generan confianza con los grupos de investigación, aprenden a generar ventajas competitivas tecnológicas y desarrollan una cultura de I+D.
En management, sabemos que las culturas no son inamovibles: las culturas, de hecho, cambian con incentivos
Esto es lo que han hecho los países líderes. Si Israel es una startup nation es porque en su momento se pusieron fuertes incentivos al desarrollo de startups de alta tecnología. Si Irlanda es uno de los países con renta per cápita más alta del mundo es porque se crearon los incentivos oportunos para atraer industrias tecnológicas. Si Finlandia, Corea del Sur o Taiwán son líderes en innovación es porque sus empresas han tenido fuertes incentivos a moverse en esta dirección. Si en EEUU hay una industria tecnológica, es porque ha habido iniciativas institucionales para desarrollarla. No nos lo creamos cuando nos digan que "allí son más emprendedores" o que "su cultura es de I+D". No es solo esto. Alguien les ha puesto los incentivos, en el largo plazo, para consolidar estas culturas.
Y, como muestra, algunos ejemplos:
- En Finlandia, TEKES, agencia de promoción de la innovación, cuenta con un presupuesto medio anual de 500 millones de euros para impulsar proyectos de I+D empresariales de alta tecnología. Apoyan financieramente, con ayudas directas, proyectos de alto riesgo y alto regreso. Proyectos que tienen una alta tasa de fallo (por la complejidad tecnológica), pero gran potencial de impacto en su economía. Esta es una forma de incentivar que se emprendan proyectos que, de otra manera, no se ejecutarían. Recordamos que Finlandia es un pequeño país, de 5,5 millones de habitantes. Virtualmente, la práctica totalidad de la I+D industrial es incentivada por el estado.
- En Israel, sus incubadoras tecnológicas soportan el 85% de los gastos de los emprendedores de alta tecnología con mayor potencial de impacto. "No financial investment is required by the entrepreneur", según dice su web. También es cierto que Israel tiene un sistema de royalties y participaciones sobre los proyectos que reciben ayudas públicas: el Estado recupera un % de las ventas, si estos triunfan. Si fracasan, los emprendedores no tienen que devolver el dinero.
- Incluso en EEUU, empresas de alta tecnología en sectores considerados estratégicos, tienen importantes incentivos del gobierno. Tesla, sin ir más lejos, recibió 465 millones de dólares del Departamento de Energía durante el mandato de BarackObama, en un préstamo blando que han devuelto recientemente.
- El MIT, paradigma de centro de excelencia que entendemos como privado, recibe financiación pública por el 70% de su investigación, concentrada en áreas estratégicas para el gobierno, como la energía, la salud, el aeroespacial o la seguridad nacional.
- En EEUU, la compra pública innovadora actúa como potente tractor del alta tecnología. Actualmente, está en juego un contrato llamado JEDI (Joint Enterprise Defense Infraestructure), por el cual compiten Microsoft y Amazon. Es un contrato de 10.000 millones de dólares para desarrollar la arquitectura cloud y de ciberseguridad del Pentágono. Toda la I+D que hace la economía española es de unos 18.000 milions de dòlars, así que hablamos de un solo proyecto que significa cerca del 60% de la I+D española. Dentro de unos años, posiblemente un grupo de ingenieros saldrán de Microsoft o Amazon y crearán una startup líder en ciberseguridad, y pensaremos "qué emprendedores que son", sin darnos cuenta de que se han forjado en proyectos que van mucho más allá de las necesidades del mercado y que los han situado en la frontera tecnológica.
- SiliconValley, de hecho, es una gran plataforma de compra pública innovadora. Hace unos años, hacia principios de los 2000, entrevisté algunas empresas del Valley para entender cómo innovaban. Una de ellas me explicó que estaba diseñando "los ordenadores más rápidos del mundo", con unas especificaciones casi futuristas. Su cliente era la administración.
- Nadie puede obviar el efecto de la NASA y de las misiones espaciales en la emergencia de la industria de alta tecnología norteamericana. Las misiones son grandes proyectos de ingeniería que compilan todo el conocimiento existente, lo conectan y lo complementan para lograr hitos concretos y limitadas en el tiempo. Y se llevan a cabo en consorcios público-privados, contratando empresas que trabajan en cooperación con centros de investigación. El presupuesto de la NASA para este año es de 23.000 millones de dólares (recordamos, toda la inversión anual de la economía española es de 18.000 millones de dólares). Así que cultura si, pero también recursos. Muchos recursos.
- En Alemania, el 30% del presupuesto de los centros tecnológicos Fraunhofer es proporcionado por las administraciones. Su misión: hacer I+D por y para las empresas. Inyectar conocimiento de frontera en el tejido industrial, para convertir sus empresas en líderes exportadoras globales.
- Corea del Sur, un país con PIB y renta per cápita similar a España, ha anunciado un plan de 450.000 millones de dólares a 10 años para construir el ecosistema de semiconductores más avanzado del mundo. No todo es cultura y emprendimiento soft... Hay estrategia, esfuerzos y presupuestos hard. Y en Corea del Sur la política tecnológica no le ha ido mal: en 1960, su renta per cápita era de 944 dólares, inferior a la de Ghana (1.056 dólares). Desde entonces, ha multiplicado por 23 este parámetro. Sin políticas ni incentivos, si Corea del Sur hubiera confiado en sus ventajas comparativas naturales (la producción de arroz), seguiría siendo un país agrícola en vez de un vergel en producción de chips de silicio.
- Singapur, otro pequeño país de 5,6 millones de habitantes, destina 19.000 millones de dólares anuales al apoyo público a la innovación. 2.800 millones de dólares para investigación académica, y 2.500 millones de dólares para investigación white space (abierta en cualquier área). Pero también 3.300 millones de dólares a proyectos de I+D industriales, en cooperación público-privada; y 3.300 millones de dólares más a incentivar proyectos de manufactura avanzada.
Podríamos continuar analizando caso por caso todas las economías innovadoras del planeta. En ningún caso, nunca, las cosas pasan solas, o solo pasan porque allá la gente tenga otro talante. Pasan porque se ha hecho un esfuerzo en el diseño de unas políticas estables. Y porque se han volcado recursos para incentivar que las cosas pasen. La cultura de I+D se forja y se consolida a través del aprendizaje, la experimentación y la práctica.
(En este sentido, hay que decir que iniciativas cómo los 10 millones de euros del fondo deep tech del Barcelona Innovation Coast (Ayuntamiento de Barcelona), los 30 millones de euros del fondo FITA (Generalitat), o los 120 millones de euros del fondo Innvierte (CDTI), son grandes noticias).