Supongamos que tienes un barco que pesca tintorera que vende principalmente por el canal de restauración, y de repente no sabes qué hacer ni con los barcos ni con los peces que ya tenías. O que te dedicas a la organización de congresos y de repente, como piezas de dominó, caen los eventos de toda la temporada. O que eres autónomo y llevas dos días haciendo números por si tendrás o no que pedir la ayuda del Estado o si puedes acogerte a la subvención que ofrece la Generalitat. Supongamos que querías publicar un libro y la editorial suspende el lanzamiento porque no tiene Sant Jordi donde colocarlo. Todos estos casos, que son reales, plantean tomas de decisiones cruciales para el futuro de muchos negocios y de muchos proyectos de negocio. Decisiones que se deben ir tomando en las próximas semanas, en un contexto de incertidumbre general, de cierta provisionalidad, y de notable imprevisibilidad.
Es decir, que junto con la toma de decisiones sobre el tiempo libre (de si haré o no gimnasia por Instagram o running por la escalera de vecinos, de si me apuntaré a un Skype con compañeros de bachillerato con quien hace 15 años que no me hablo o visitaré virtualmente un museo al que nunca he entrado físicamente a pesar de tenerlo a diez minutos de casa) hay otra toma de decisiones clave para todos los que hemos tomado la opción de emprender: personas directivas, emprendedoras, autónomas o similares. Ha llegado el cisne negro, y hay que reposicionar.
Y en un mercado de la información sobresaturado como el que provoca este tipo de situaciones, las fuentes oficiales -aunque estén intentando comunicar de la manera más precisa posible- son incapaces de proveer de los datos suficientes para una toma de decisiones óptima en este campo, porque el foco está en la emergencia sanitaria, como es lógico.
En este sentido, pues, no queda otra opción que espabilarse uno mismo para ir a buscar la buena información, los datos que nos ayuden a tomar la mejor decisión antes de que sea demasiado tarde. Porque, en efecto, hay datos que nos pueden dar pistas añadidas: ideas para sobrevivir, opciones de hacer crecer la propia actividad que no son evidentes pero que la situación está reclamando, posibilidades de ayudar a la comunidad desde la propia posición para suavizar los efectos de la pandemia, etc.
"No queda otra opción que espabilarse uno mismo para ir a buscar la buena información, los datos que nos ayuden a tomar la mejor decisión"
A tal efecto, una de las externalidades positivas que puede tener esta funesta pandemia del COVID-19 que nos trastorna es la vacunación masiva contra el universo fake en general y las fake news en particular. Descubriremos, si no lo hemos hecho ya, que en el mejor de los casos, el mundo fake es un placebo. Sí: están circulando muchas informaciones falsas, especialmente a través de notas de voz de Whatsapp, pero no exclusivamente, que nos proporcionan datos trucados que no tienen ningún valor real, excepto el efecto psicológico que provocan. Generan, sí, efecto placebo: proporcionan seguridad, horizonte, angustia, ira, esperanza, desconfianza o miedo. Pero nada más. No sirven para tomar decisiones. Si estoy optimista en este punto es porque lo que nos estamos jugando es bastante grande como para que confiemos en placebos.
Estos días de confinamiento son una oportunidad de repensar la lógica de consumo de información, y hacer un consumo sostenible. Y esto, en doble dirección: por lo que respecta al consumidor, que digiera informativamente aquello que genere un impacto tangible positivo a la hora de tomar decisiones, y no sólo placebo. Y en cuanto al productor de información, que deje de ver como rentable llenar la atmósfera informativa de datos que molestan, calman o entretienen, pero tienen el mismo efecto que una pastilla Juanola para la curación del cáncer de páncreas.