Se hará de esperar la nueva ley del Mecenazgo. Parece que el gobierno español no está por la labor porque en el texto -no podría ser de otro modo- se propone la aplicación de mayores estímulos al patrocinio cultural a partir de deducciones fiscales que podrían obtener las entidades o los ciudadanos benefactores.
A pesar de que los porcentajes de deducción que se prevén tampoco son nada del otro jueves, la autoridad tributaria teme que esto suponga una bajada en la recaudación de impuestos. Y eso sí que no se toca. Hablamos de los mismos árbitros de la fiscalidad que condenaron las actividades culturales con un tipo impositivo que ha resultado funesto, y ellos lo saben.
La realización en las artes escénicas y las artes plásticas, también en la industria editorial y otros, ha decaído de una manera abracadabrant.
Se intuye que el balance recaudatorio ha sido negativo para la hacienda pública porque en el último ejercicio la bajada de la facturación hizo decrecer la aportación tributaria de los sectores culturales. Y los manaies del Ministerio lo saben, pero no dan marcha atrás.
El IVA cultural -término nada acertado- es una niciesa y con indolencia está poniendo una muchedumbre de epitafios a la producción artística. La industria cultural late en estado paracmàstic. No seha ganado nada al irrogarle este castigo; más bien al contrario, se ha malogrado la capacidad recaudatoria proveniente de un sector que, fiscalmente y con no tanta toixarrudesa, se hubiera podido esmunyir y, juntos, favorecer su desarrollo.
Desde el punto de vista económico las actividades culturales conforman un sistema excepcional. Pocos sectores de la economía pueden resultar tan contributivos, generar puestos de trabajo, favorecer la creatividad y, a la vez, nutrir de conocimientos y emociones a los ciudadanos.
Y así estamos. El gobierno de los estults golpea la actividad cultural con más impuestos y, además, valla el paso al mecenazgo, que podría ser un factor dinamizador y con el cual se podría paliar una situación y un momento en los cuales el mismo sector público está retirando las subvenciones y rehuye cualquier acaronament a la producción artística y a la gestión del patrimonio cultural.
El diálogo entre los mundos de la cultura y la empresa se hace necesario. Más que la responsabilidad social -sehabla más que no se ejerce y estamos tips de escuchar los mismos modelos y paradigmas- hace falta un compromiso por parte de empresarios y directivos para preservar el patrimonio artístico y participar en la promoción de la actividad cultural.
Más allá de una cuestión filantròpica, tenemos que entender que los acontecimientos y, en general, la efervescencia cultural generan aceleraciones económicas que se esparcin favorablemente por todas partes; hasta el punto que la cultura acontece un dinamizador del turismo, del comercio y de todo tipo de servicios , como también de la construcción y, está claro, de la actividad industrial.