Después de más de treinta años con tasas de inflación muy bajas, e incluso con momentos de riesgo de deflación, hemos entrado en una espiral de precios en la que el incremento anual oscila entre el 8% y el 10%. La respuesta del Banco Central Europeo no se ha hecho esperar y ya ha empezado a subir los tipos de interés para intentar enfriar la economía. En el pasado, el incremento de los tipos de interés ha provocado la desaceleración de la actividad económica e incluso recesión. En consecuencia, las empresas tienen que sortear dos grandes riesgos: el aumento de costes por la inflación y la caída de ventas por la recesión. Son riesgos que pueden malograr la rentabilidad empresarial y, por lo tanto, podemos considerar medidas como las siguientes:
- Revisar la política de productos y precios: Como los clientes también tienen que reducir costes, podemos revisar nuestra oferta para que siga siendo competitiva. Hay empresas que están reduciendo el volumen de producto en los envases y, así, sin subir el precio de venta, mantienen el margen de beneficio. Otras empresas amplían la gama de productos ofreciendo otros a precios más ajustados.
- Anticipar compras: Si disponemos de recursos, podemos efectuar compras antes de que los precios suban más. Si no disponemos de los recursos, quizás podemos negociar ahora los precios de las compras que materializaremos más adelante.
- Reducir costes: A pesar de que muchas empresas ya no tienen más posibilidades en este terreno, hay que revisar todos los costes uno por uno y no dar por bueno lo que hemos hecho hasta ahora. Hay que revisar consumos y evaluar si tenemos los mejores proveedores.
- Automatizar y digitalizar: Se trata de reducir costes o de mejorar la experiencia de compra de los clientes. Son actuaciones que requieren inversión y que, además, no siempre dan los resultados esperados. En este sentido, la consultora norteamericana Bain & Co. ha publicado recientemente un estudio que concluye que el 76% de los planes de digitalización fracasan.
- Optimizar la tesorería y las inversiones: La inflación acelera la devaluación del dinero que tengamos parado o con rentabilidades por debajo de la inflación. Para evitarlo, hay que reducir la tesorería ociosa. Y deberíamos intentar que las inversiones den una rentabilidad mínimamente aceptable. Algunas alternativas a considerar son la renta variable (acciones de empresas que vayan bien en el momento actual), inmuebles y obligaciones de empresas muy sólidas y que paguen un tipo de interés alto.
- Bajar los préstamos con costes altos: La subida de tipos de interés hace que algunos préstamos empiecen a ser prohibitivos y, por eso, si podemos, hay que cancelarlos o sustituirlos por deudas más económicas.
- Cobrar antes de los clientes: El alta inflación hace que las ventas a crédito pierdan poder adquisitivo. Por lo tanto, conviene cobrar cuando antes. Algunas empresas están mejorando los descuentos por pago apresurado, así incentivan que los clientes paguen antes.
No es fácil implementar estas acciones, pero si no lo hacemos pondremos en peligro la continuidad empresarial. En cualquier caso, el reto es hacerlo sin perjudicar las principales partes interesadas de la empresa: clientes, trabajadores, accionistas y sociedad.