Ha acontecido tradición de nuestra familia pasar cada año unos días de verano a Àreu. Al llegar al pueblo un letrero advierte a todo urbanita desinformat: "Cataluña tiene mil años, Àreu ya estaba", se trata de una manifestación de orgullo y autoestima. A Àreu no le faltan méritos: allí encontramos un paraíso de paisaje y natura situado a los pies de las montañas más altas de Cataluña, dentro del Parque Natural del Alto Pirineu. Se ha sabido conservar y, incluso, mejorar la armonía del entramado urbano con un entorno agroforestal todavía vive y una actividad turística renovada a partir de la mejora de las comunicaciones por carretera. Ahora bien, para poder enviar este artículo me he desplazado con el ordenador en busca de un bar con Wi-Fin público porque con paciencia pueda enviar estos pocos bytes a VÍA Emprendida.
Cataluña es un país arrugado, las montañas son nuestro paisaje predominante, la mitad del territorio tiene más de un 20% de pendiente. Con la apertura de los mercados globales la agricultura de montaña entró en quiebra, el despoblamiento fue la consecuencia y los viejos cultivos abandonados acontecieron de manera espontánea nuevos bosques. Hoy dos terceras partes del territorio son bosques, muchos de ellos dejados de la mano de Dios y con una exigua rentabilidad.
El despoblamiento genera a continuación un círculo vicioso. No es rentable destinar recursos a infraestructuras de esparcimiento o de deporte para una población reducida, no tiene sentido mantener escuelas si hay tan pocos niños, no tiene sentido invertir en unos servicios sanitarios cercanos para tan pocos usuarios potenciales y, por supuesto, no vale la pena realizar inversiones en nódulos de comunicación telemática (más caros a zonas montañosas) sin posible regreso económico a corto plazo. Es tan cierto este razonamiento como es la miopía -en términos de desarrollo- que desenfoca e impide mirar lejos a quien así razona.
Recuerdo que cuando en 1984 se inauguró el túnel del Cadí, alguien guaseó en un diario afirmando que se había construido un túnel que no iba a en ninguna parte. La Cerdaña era en ninguna parte, con cuatro labradores mal contados, según aquel autor. Alguien había imaginado el futuro mientras otra se burlaba inconsciente de su propia carencia de visión. Hoy miles y miles de personas van y vienen cada día, cada semana, a través de aquel túnel que no iba en ninguna parte, para certificar el extraordinario desarrollo de esta comarca.
"Cuando en 1984 se inauguró el túnel del Cadí alguien guaseó afirmando que se había construido un túnel que no iba a en ninguna parte"
En el siglo XXI los mejores túneles para llegar a las áreas rurales de montaña son las comunicaciones telemáticas, estas son el metro de las áreas rurales. De hecho, la carencia de unas buenas comunicaciones para los diálogos digitales es el primer factor limitante para el desarrollo de las amplias zonas rurales de Cataluña. No hacen falta las grandes inversiones en tuneladores, hace falta solamente voluntad y criterio para establecer prioridades.
Las nuevas herramientas digitales reducen extraordinariamente el factor distancia para el establecimiento de negocios competitivos, la llamada deslocalización digital permite el teletrabajo desde entornos más amables que la gran ciudad, el desarrollo de servicios turísticos requiere de manera imprescindible buenas conexiones digitales, la actividad agraria y la gestión medioambiental del territorio utiliza herramientas necesariamente conectadas a la red global. En resumen, unas buenas conexiones digitales permiten desarrollar las actividades existentes y relocalitzar-ne otras en el mundo rural, es decir permiten recuperar población y recuperar rentas, ganar demasiado crítica y revertir el ciclo verso un desarrollo sostenido.
"En el siglo XXI los mejores túneles para llegar a las áreas rurales de montaña son las comunicaciones telemáticas, estas son el metro de las áreas rurales"
Tenemos un país con la población apretada en una superficie reducida mientras que dos terceras partes del territorio cuentan con una baja densidad de población y con una aportación exigua al PIB global. Es en cierta forma un derroche de recursos, además de un desigual equilibrio territorial con serias implicaciones sociales, culturales y, está claro, económicas.
Haría falta que los diseñadores de políticas de desarrollo rural establecieran como prioridad esencial el establecimiento de conexiones telemáticas de calidad a TODOS los núcleos rurales de Cataluña.