Kings of Leon, Grime, Beeple y Alex Ramírez-Mallis. Seguro que os suenan algunos de los nombres, quizás porque sois seguidores de su obra o porque los habéis escuchado en los telediarios. Todos estos personajes tienen en común que han vendido sus creaciones mediante la tecnología de los Non Fungible Tokens, NFT.
Los NFT lo son todo ahora. Como hace unas semanas Clubhouse, hace unos años el blockchain y hace unas décadas la realidad virtual. Un nuevo paradigma que lo cambiará todo, los NFT son el futuro. ¿Seguro?
Un NFT no es nada más que un registro digital que se guarda en una cadena de bloques que garantiza su integridad. Es público, todo el mundo lo puede consultar, y no está custodiado por ningún organismo ni entidad central. Tan simple y a la vez tanto potente como esto. Aplicado a las creaciones digitales, un NFT puede guardar toda la información de una obra; fecha de adquisición, el propietario y la firma del artista. Una subasta en Christie's de una pieza del artista digital Beeple que partía de 100 dólares llegó a los 69 millones. La pieza es un collage de 5.000 fotos de su cuenta de Instagram.
¿Por qué todo el mundo habla de esto? Los NFT lo tienen todo para ser también un producto mediático.
"Los NFT redefinirán el valor en internet, por fin podremos trazar la autoría de una obra, se acabado la apropiación de contenidos digitales"
Primero: el fenómeno de la sobrepromesa. Promesas como los NFT cambiarán por siempre jamás el mundo del arte, redefinirán el valor en internet, por fin podremos trazar la autoría de una obra, se acabado la apropiación de contenidos digitales, desintermediaran las transacciones entre creadores y consumidores, etc.
Segundo: el sesgo de la familiaridad. Un artista subasta contenidos de Instagram (¿yo lo podría hacer?), Jack Dorsey subasta su primero tuit por borde 3 millones de dólares (¿yo lo podría hacer?), la NBA subasta el triple decisivo de mi jugador preferido, mi grupo de música preferido ha posado a la venta la propiedad del disco original y el famoso meme del Nyan Cat se vende como un NFT.
Y tercero y más importante el efecto jalo: funciona sobre una cadena de bloques. A todo el mundo le suena el blockchain pero nadie sabe cómo funciona. Le pasa un poco como la mecánica cuántica, que si lo entiendes es que no te lo han explicado bastante bien. Con esto suele basta para despertar el interés de la comunidad techie, la de las finanzas, la de los tecno-libertarios y de todo el mundo que haya pensado de "jugar" (porque esta es la palabra) a los bitcoins. La gracia es no acabar de entenderlo bien, y en esto toda iniciativa que lleve la etiqueta blockchain excele.
"Mi opinión de experto con síndrome del impostor es que los NFT seguirán un camino parecido al resto de tecnologías"
Pasado el pico de expectativas inicial al que contribuyen hiperventilados de todo tipo (tecnólogos futuristas, especuladores, medios con ganas de titulares y gurús del humo) los NFT tendrán su lugar en el continuo teconómico y llegarán a la llanura de productividad en aspectos muy concretos. Mi opinión de experto con síndrome del impostor es que los NFT seguirán un camino parecido al resto de tecnologías —Clubhouse, criptomonedas, realidad virtual— que tenían que cambiar el mundo. ¿Lo han cambiado? De aquella manera. Solo hace falta que miráis cuántos golpes por semana entréis en Clubhouse, cuantas veces habéis utilizado una cadena de bloques el último año y cuantas veces os habéis puesto unas gafas de realidad virtual los últimos diez años.
Ah, se me olvidaba, Alex Ramírez-Mallis es un director de cine de Nueva York que ha vendido un NFT de un pedo suyo por 85 US$. "Espero que estos pedos NFT sirvan de crítica a la absurdidad de poner precio a cosas intangibles, dé risa a la gente y de paso me hagan rico", dice. Marcel Duchamp hoy, habría vendido pedos por internet.