Incorporamos a tal directivo para llevar nuestro proyecto empresarial al siguiente nivel. Este cambio de trabajo me llevará al siguiente nivel en mi trayectoria. Gracias a la estrategia tal, la marca pasará al siguiente nivel de crecimiento y posicionamiento... Cada vez que alguien me ha compartido reflexiones como estas o similares, que a veces vienen reforzadas con otras como disrupción y cambio de paradigma, he estado tentado de preguntar: exactamente, ¿qué es ese siguiente nivel del que tanto habláis?
Está claro qué significa el siguiente nivel en un juego de ordenador, pero no estoy seguro de que deba significar lo mismo en las estructuras empresariales. Más bien, creo que, si la inspiración radica en la gamificación, es una metáfora desafortunada. Porque el mundo profesional no es exactamente como un juego de ordenador, y de hecho, pasar al siguiente nivel puede ser perfectamente tanto un acierto como una estupidez que haga tambalear todo lo que se había construido hasta el momento.
Sería útil un diccionario técnico para el argot corporativo ideado y difundido por consultores, escuelas de negocios y coaches y departamentos de recursos humanos. Hay una cierta tendencia, o una cierta presión bien alimentada por el marketing, a ver el progreso como algo normativizado en una especie de pantallas, de niveles de dificultad. No se puede retroceder si no quieres perder puntos. Debes ir pasando pantallas si no quieres quedarte atrás. El reconocimiento social e incluso la autoestima profesional, ligados por la correcta satisfacción de unas expectativas más o menos explicitadas, pero íntimamente sentidas como norma: si no respondo a ellas, fracaso. El siguiente nivel no siempre se vive, así, como una alegría: a veces es una carrera irreflexiva movida únicamente por la difusa pero encorsetadora presión de la expectativa.
"El mundo profesional no es exactamente como un juego de ordenador, y de hecho, pasar al siguiente nivel puede ser perfectamente tanto un acierto como una estupidez que haga tambalear todo aquello"
Paradójicamente, el progreso profesional, que podría plantearse como un medio para generar un impacto social o como una fuente de recursos para mejorar la situación de la familia, por mencionar dos motivaciones externas, puede encontrar en "llevarlo al siguiente nivel" un falso amigo. Tanto te impulsa a poder desarrollar mejor los talentos y generar un impacto más grande, como a cargar con una situación, la actual, donde quizás hay un equilibrio que difícilmente mantendrás si haces el cambio que sugiere la expresión "siguiente nivel".
Es necesario desmitificar "el siguiente nivel". Y también es necesario distanciarse del progresismo empresarial, marco conceptual del cual emerge esta expectativa del siguiente nivel.
El siguiente nivel, en sí mismo, no significa nada. Ni para las personas ni para las empresas. Pensemos en las redes sociales: Elon Musk ha llevado a Twitter al siguiente nivel, transformando lo que era una conversación de café en una discusión de taberna la mayor parte del día. Mark Zuckerberg ya ha hecho pasar al siguiente nivel a Facebook varias veces, de ser una red universitaria a un instrumento de propaganda masiva para campañas electorales y terminar siendo uno de los soportes publicitarios más grandes del mundo y sospechoso de haber contribuido a un desastre global en la salud mental de los adolescentes. Paradójicamente, el siguiente nivel en estos negocios tiene una valoración que solo por excepción deja entrar algún criterio diferente del meramente empresarial o económico. ¿Rentabilidades altas? Un buen paso al siguiente nivel.
"Es necesario desmitificar 'el siguiente nivel'. Y también es necesario distanciarse del progresismo empresarial, marco conceptual del cual emerge esta expectativa del siguiente nivel"
Sin embargo, en las personas humanas, el criterio no puede ser el mismo. El siguiente nivel no puede valorarse sin observarlo desde fuera. Es un qué que necesita un por qué. Y la respuesta a este por qué no puede venir solo de la lógica empresarial o de mercado. El siguiente nivel no puede imponerse solo porque responda a la expectativa del mercado o a la presión social percibida. Cuando llegue el burn-out o las dificultades de conciliación, o el despido por incompetencia, la presión social y la expectativa no serán nuestros aliados.
El siguiente nivel es solo una idea extraída de los juegos de computadora. Pero el trabajo no es un juego y a la empresa hay que decirle que no nos gamifique.