Recuperemos dos básicos: normalidad y visión sistémica

Estos días, coincidiendo con el encuentro anual del Cercle d'Economia en Barcelona, del cual se ha hablado ampliamente en estas páginas, me llamaron la atención dos temas que son relevantes para nuestras empresas e instituciones. Por un lado, la llamada "normalidad", el hacer las cosas de manera normal. Este concepto se puso sobre la mesa a raíz de diferentes debates sobre qué debían hacer las instituciones y la necesidad de planificar, definir acciones, invertir y destinar recursos como hacemos todas las empresas y empresarios de manera normal. Y, por otro lado, complementariamente, la necesidad actual que tenemos, en un entorno cada vez más complejo, de trabajar con visiones sistémicas. La interrelación de muchos elementos a la hora de planificar y tomar decisiones es hoy fundamental.

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Comencemos por el primer concepto. Para muchas empresas y empresarios, la normalidad implica tener una visión definida, una estrategia, definir una posición en el mercado, planificar meticulosamente, establecer acciones concretas, invertir recursos de manera efectiva, evaluar y monitorizar, definir indicadores y redefinir objetivos si es necesario en función de los resultados. Esta estructura es esencial para el éxito y la sostenibilidad a largo plazo de nuestras empresas, de nuestras unidades de negocio y de las diferentes áreas de la misma. Contrariamente, muchas instituciones a menudo parecen operar fuera de esta "normalidad". Algunos de los problemas comunes que implican esta “no normalidad” incluyen: falta de visión y objetivos claros y concretos, ausencia de planificación (las decisiones se toman a menudo de manera reactiva, lo cual lleva a una gestión fragmentada e ineficaz), definición pobre de acciones (falta de coherencia y enfoque), gestión ineficiente de recursos y falta de evaluación e indicadores de seguimiento.

Esta disonancia entre la normalidad empresarial e institucional tiene consecuencias significativas, y genera efectos en nuestra realidad que perjudican nuestro desarrollo como economías y sociedades. Algunos efectos muy presentes hoy en día son: ineficacia y desperdicio, falta de confianza, pérdida de oportunidades, dificultad para evaluar y mejorar, y rendir cuentas.

"Esta disonancia entre la normalidad empresarial e institucional tiene consecuencias significativas, y genera efectos en nuestra realidad que perjudican nuestro desarrollo"

Por otra parte, en un mundo cada vez más complejo e interconectado, las instituciones y las empresas deben replantear su manera de ver y gestionar. Por un lado, la “normalidad” que mencionábamos, pero, por otro lado, la visión sistémica emerge como una perspectiva crucial para entender y abordar la complejidad en la que operamos. Esta visión permite a los líderes ver más allá de los componentes individuales y comprender las interrelaciones y dinámicas que definen el entorno en el que actúan. Sin embargo, muchas organizaciones aún no incorporan esta perspectiva, con consecuencias significativas en su devenir.

La visión sistémica es un enfoque que considera los sistemas como conjuntos de elementos interrelacionados y dinámicos, que trabajan conjuntamente para conseguir un objetivo. En lugar de centrarse en los componentes individuales de manera aislada, esta perspectiva pone énfasis en las conexiones, las retroalimentaciones y las dinámicas emergentes dentro del sistema. Esto permite una comprensión más completa de cómo los cambios en una parte del sistema pueden influir en todo el conjunto.

En entornos complejos, y hoy coincidiréis conmigo en que estamos en uno, donde los factores se encuentran fuertemente interconectados y los cambios son constantes e imprevisibles, la visión sistémica ayuda a las organizaciones a identificar todas las partes, su contribución y efectos, patrones y tendencias que podrían no ser evidentes a primera vista. También permite anticipar las consecuencias no deseadas de las decisiones y acciones, proporcionando una base para la toma de decisiones más informada y estratégica.

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Las organizaciones con una visión sistémica están mejor preparadas para adaptarse a los cambios del entorno. Las interacciones dentro del sistema a menudo generan ideas innovadoras que pueden impulsar su crecimiento. Y, finalmente, esta perspectiva ayuda a las empresas a equilibrar sus necesidades económicas con las responsabilidades sociales y ambientales. Entender los impactos de sus operaciones en el ecosistema de manera amplia permite a las organizaciones operar de manera más sostenible.

"La perspectiva sistémica ayuda a las empresas a equilibrar sus necesidades económicas con las responsabilidades sociales y ambientales"

Dos ejemplos rápidos.

Hoy, una empresa debe gestionar no solo de acuerdo con su organización, recursos y mercado, sino que necesita incorporar la visión conjunta de sus proveedores y claramente de sus clientes. Pero también de su entorno social, institucional, normativo, y el de sus mercados, los entornos de sus recursos, ya sean talento o capital, que serán claves, etc. Este es el sistema natural de nuestra empresa, y no gestionarlo puede generar una pérdida de competitividad importante.

Un segundo ejemplo cercano a nivel de ciudad. Cuando decidimos que una calle o un conjunto de calles se peatonalizan, debemos tener en cuenta que estas vías forman parte de un sistema de movilidad, y por tanto será necesario no solo tomar la medida, sino saber qué nuevas dinámicas se prevén, qué nuevas vías de movilidad se deben activar, si se deben activar otros sistemas de movilidad alternativos, etc. No hacerlo puede causar un perjuicio mayor que el beneficio.

Si fuésemos capaces, por un lado, de incorporar estos elementos de la “normalidad” a todos los entornos -especialmente el reto lo tenemos en las instituciones- y, por otro lado, trabajar con una visión y gestión sistémica de nuestras organizaciones, conseguiríamos mejorar y hacer mucho más eficientes, sostenibles y competitivas nuestras empresas y nuestras instituciones y, en definitiva, contribuir también al mejor desarrollo económico y social de nuestro país.

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