Desde el 20 de agosto hasta el día de hoy, centenares de diarios y diferentes actores de la comunicación se han hecho eco del beso forzado de Rubiales a Jenni Hermoso, que desgraciadamente consiguió eclipsar del todo la victoria del Mundial de fútbol de las jugadoras de la selección española. En este terreno, pero, a nosotros no nos habréis visto. Y es el resultado de una elección, de una filosofía.
Solo habréis encontrado un artículo: un análisis de Gemma Fontseca sobre el reglamento de los besos y el contacto físico en el entorno laboral. Un análisis, creímos, útil para la empresa catalana en un momento en el que el efecto Rubiales nos podía hacer plantear a todos dinámicas muy básicas de nuestro día a día en el trabajo. No habréis visto nada más porque no hemos querido participar del ruido. Es un clásico para todos: el exceso de información desinforma; y nosotros, los medios, lo deberíamos de tener muy presente. Los vídeos de después donde se ve a la jugadora festejando o las reacciones de terceros son carne de tertulia, tanto profesional como de plazas y redes sociales.
El periodismo voraz, aquel que sólo busca llenar vacíos, grandes titulares y muchos clics, fuerza muchas veces noticias donde no las hay. Fuerza declaraciones de terceros -a veces de la oposición de un partido o de personas que no pintan nada- y provoca noticias que ni aportan ni informan. Del caso Rubiales podemos extraer un buen puñado de ejemplos. Como el de la cantante Ainhoa Cantalapiedra a quien, en un acto que nada tenía que ver, Europa Press le preguntó su opinión -desinformada- y no salió muy bien parada. Obviamente, poco después, tuvo que rectificar.
La cantante Ainhoa Cantalapiedra recibe críticas y elogios tras pronunciarse sobre lo 'caso Rubiales': «¿Miedo qué hacer una locura de algo tan normal como uno beso?».
— THE OBJETIVO (@TheObjective_se) Augusto 31, 2023
«Yo me preocupo más si lega y le da un tortazo. Pero uno beso, ¿miedo qué no?». pic.twitter.com/7aoggitxb0
Pero hay muchos más ejemplos. El último es el de MasterChef, que ya está también pidiendo disculpas. ¿Es información? No. Es ruido. Y, ojo, que las declaraciones de la UEFA, la Fiscalía, compañeros u otros actores implicados quizás sí que lo sean. Depende. No toda declaración es noticia.
Este periodismo que cada vez se asemeja más a una tertulia de Telecinco, además, afecta y transgrede las dinámicas de los sectores y las profesiones más expuestas, y el caso más extremo lo vemos claramente en la política. Políticos más preocupados por la trama periodística y por consolidar un relato en los medios, que no en conseguir un buen acuerdo para sus ciudadanos. Supongo que el zasca, el buen titular y el meme consiguen más votos que la buena gestión política.
Y es que aunque Sálvame haya muerto, no lo ha hecho la prensa rosa, que ha acabado salpicando a todo el periodismo. El de deportes ya lo estaba de contaminado. Pero hoy en día la prensa social y generalista -y a veces la económica- está también bien manchada. ¿O no hemos visto a medios de todos los colores y categorías cubriendo la huelga de hambre de la madre de Rubiales a las puertas de la iglesia? Efe, el Ara, la Corpo (CCMA), Nació Digital, la Sexta, 20 minutos... Obviamente El Nacional no podía faltar.
"El zasca, el buen titular y el meme consiguen más votos que la buena gestión política"
Y al ver toda esta vorágine de noticias-ruido estas semanas, me he acordado de algunas de las reflexiones que hacía el periodista y corresponsal de El País y el ABC, Alfonso Armada, en una entrevista en El Diario, hace casi un año, sobre la responsabilidad deontológica del periodista, quien tiene la difícil tarea de "decidir qué es importante para los lectores, les guste o no". Es decir, provoque grandes audiencias o no.
El periodista tiene que actuar como representante del lector. Según Armada -clase magistral-: tiene que "tratar de explicar todo aquello que ve y hacerlo de la forma más honesta posible, sin cargar las tintas, sin poner el acento en el morbo, esquivando las directrices políticas gubernamentales -que no es fácil-, esquivando la simplificación, tratando de explicar el contexto, los antecedentes históricos y, sobre todo y lo más importante, estando en el lugar."
Porque si solo tenemos una declaración forzada, con un extra de morbo y escaso contexto, y aquello que publicaremos provocará más clics que no reflexiones o entendimiento, lo que tenemos en nuestras manos no es una noticia; es ruido. Y sí, quizás este ruido vendrá acompañado de grandes audiencias, pero también de un final fatal para nuestra profesión: desprestigio, desconfianza, desinterés y una sociedad desinformada.
"Si sólo tenemos una declaración forzada, con un extra de morbo y escaso contexto, lo que tenemos en nuestras manos no es una noticia; es ruido"
Por cierto, pequeña posdata, hablando de la perversión de nuestra profesión: un ejemplo muy próximo. Esta semana mismo, una agencia de comunicación contactaba con VIA Empresa por correo electrónico para proponer un contenido de marca y nos pedía tarifas. Hasta aquí todo normal. Un contenido de marca es un artículo pagado por una empresa o entidad que quiere publicar en el diario una información concreta. Ahora bien, el diario siempre tiene que dejar indicado que aquella información es publicidad, que efectivamente es un contenido de marca. Si no, es publicidad engañosa. Pues esta agencia, tan tranquila, entre las cinco condiciones que exigían para el branded content había una que era, literalmente, "el artículo no puede ir marcado como patrocinado o publicidad". Una ilegalidad y una invitación hacia la perversión máxima de nuestra profesión.
Me morderé la lengua -o pararé mis dedos- y no diré el nombre de la empresa , pero quien lo propuso es una agencia de comunicación y marketing con clientes de primer nivel y con una valoración en Google My Business de 4,8. Hasta aquí la anécdota. Nunca habíamos trabajado con ellos y, por supuesto, nunca lo haremos. Y si leen este artículo, que lo dudo, ya se pueden dar por aludidos y respondidos.