Esta semana pasada almorcé con un grupo de empresarios. Todos ellos con vocación de país -quiero decir que, de frivolidad, poca-. Los temas de los que hablamos fueran diversos. Al comentar preocupaciones actuales los dije que mi gran inquietud me la provocaban, me lo han provocado las últimas semanas, los resultados electorales a Francia. Ni espías a los independentistas, ni la guerra de Ucrania, ni, por supuesto, la xarlotada continuada y sostenida que representan cada día nuestros políticos y los del resto de España -"Españoles todos", cómo tristemente podemos constatar los que vivimos bajo Franco-. Nada de eso. Estoy convencido de que nuestra preocupación tiene que ser Europa, y aquello que la pueda afectar.
Ya conocen mi teoría. El país irá a peor en aquello que dependa de nosotros. E irá a mejor en todo aquello que dependa de Europa -a menudo me pregunto cómo hubiera sido la batalla contra el Covid si no hubiéramos formado parte de la Unión Europea (UE)-. Nos interesa, por lo tanto, una mayor integración europea y favorecer aquellos que la pueden hacer posible: Francia y (actualmente Alemania también Italia). El resto, qué quieren que les diga... De donde no hay, no puede salir.
Los franceses están siempre descontentos, pero su descontento deriva en protestas que no son como las de los catalanes. No señor
Entre los milagros de la Transición española que se nos ha querido vender ha sido lo de los cambios que ha sufrido España. Siempre he desconfiado de esta leyenda. No me cuadraban los números. Con un país tan delgado y unos políticos tan mediocres, las cosas no podían ser tan excelentes. Además, a mi, que desde pequeño, visitaba Francia, siempre me han sorprendido los cambios que el país vecino ha protagonizado. Nada tiene que ver el España del 1975, cuando murió Franco, con el España actual. Evidentemente. Como tampoco nada tiene que ver la Francia de 1974 -cuando yo me paseaba con la Solex por el centro y los alrededores de Bergerac- con la de ahora. Recuerdo el verano de aquel año, por ejemplo, cuando el presidente Giscard de Estaing anunció tres proyectos productivos a desarrollar durante su mandato: la creación del tren más veloz del mundo, la creación del líder mundial en aeronáutica (AIRBUS, básicamente francés) y la creación de un tipo de moneda europea (ECU) para ayudar a homogeneizar las economías de la entonces CEE (Comunidad Económica Europea). ¿Alguien me puede decir si aquel presidente no cumplió? La Francia actual, créanme, es tan diferente de la del 1975 cómo lo somos nosotros respecto a aquel año. "Oh, es que España ha cambiado mucho!". Como todo el mundo. Y no entraremos en detalles del verdadero "milagro económico" de los antiguos países comunistas, ahora integrados en la UE, que todo lo han hecho con solo una pequeña porción de las ayudas que ha recibido España.
En mi opinión, los grandes valores de Francia, también desde el punto de vista económico, son los que se derivan de la Revolución. Los franceses están siempre descontentos, pero su descontento deriva en protestas que no son cómo las de los catalanes -pacíficas, bienpensantes y solidarias con el mundo mundial-. No señor. Cuando los franceses piensan que tienen razón organizan unos escándalos considerables. Saben que sus derechos no los defenderá nadie más que ellos. Y no paran hasta que, como mínimo, pueden discutir el tema con quien manda. El movimiento de los chalecos amarillos no ha parado hasta que han mantenido miles de reuniones con el gobierno Macron. A todos los niveles. Siempre ha sido así.¿Por qué piensan ustedes que nosotros podemos trabajar 40 horas? ¿O por qué tenemos seguridad social? ¿O por qué disfrutamos de 30 días de vacaciones? Todo esto es fruto no de nuestras reivindicaciones, sino logros franceses. Llevan la revolución constructiva a la sangre. Y si para avanzar antes hay que derrocar algo, lo derrocan.
Todas las reivindicaciones francesas acostumbran a ir acompañadas, pero, de una gran profesionalidad. Y de una seriedad y aprecio por el trabajo bien hecho que nosotros desconocemos -el título de Meilleur Ouvrier de France es casi tan preciado cómo la Legión de Honor. Es así que la productividad francesa llega, a menudo, a ser una de las más altas del mundo. Protestan, pero cumplen. ¿Se han parado alguna vez a pensar que hace casi veinte años que ellos trabajan 35 horas en la semana y que de aquí que esta jornada se aplica el país ha continuado avanzando manteniéndose en lo alto del liderazgo mundial? Este hecho es fruto de una alta productividad, aspecto infravalorado entre nosotros.
Tíldenme de francófilo . Sí, lo soy. Pero no gratis. Me beneficio de ellos cada día. El mundo sería muy diferente sin las aportaciones de Francia. Las de antes de la Revolución pero, sobre todo, las de después. Los valores universales que han salido, que todavía salen cada día, de Francia y de su gente siempre derraman. Y nos benefician. A nosotros y al resto del mundo.
P.D. – Acabado de escribir este artículo se confirma que Macron continuará siendo presidente de Francia. A partir de hoy dormiré más tranquilo.