En Grecia, la nueva reforma laboral avanzada por la mayor parte del gobierno conservador en el Parlamento ha provocado un gran revuelo, que según muchos ha dejado el mercado laboral local muy cerca de la esclavitud. A partir de ahora, un trabajador tendrá la posibilidad de compaginar su trabajo principal de ocho horas laborales con otro, si este último no supera las cinco horas laborales. Los cálculos son fáciles: si hay dos empresarios, este trabajador tendría una jornada laboral de 13 horas. Este no es el único cambio. La reforma deja la posibilidad de introducir una sexta jornada laboral en la empresa para adaptarse a las necesidades de producción. Las reformas también han aprobado los "trabajadores de guardia" que no tendrán horario fijo: básicamente, estos trabajadores no tendrán horario laboral, se adaptarán a las necesidades del empresario y será suficiente con avisarlos 24 horas antes.
A partir de ahora, en Grecia, un trabajador tendrá la posibilidad de compaginar su trabajo principal de ocho horas laborales con otro, si este último no supera las cinco horas laborales
Las reformas han generado alboroto en Grecia y en el exterior, porque en el espejo local se ven los trabajadores de otros muchos países, e incluso los patrones. El gobierno ha defendido que la reforma será útil para organizar el caos, porque es una "jungla sin leyes", según sus palabras, porque el mercado laboral hace tiempo que se mueve bajo la superficie de la economía "oficial" (muy por debajo). Aun así, ni la oposición ni los sindicatos ven claramente cómo se pueden resolver los abusos informales con abusos legales. Por esta razón han hecho un llamamiento a salir a la calle.
La jornada laboral de ocho horas fue descrita en 1810 por el empresario Robert Owen, que estableció una fórmula precisa: para que la vida y el trabajo sean compatibles hacen falta dieciocho horas de trabajo, ocio y descanso. Ocho por tres son veinticuatro. El movimiento obrero que protestaba por los excesos de la Revolución Industrial cogió la reivindicación y despacio (aunque demasiado lento) estableció como modelo la jornada laboral de ocho horas, a pesar de que todavía hay muchas excepciones. El progreso no es lineal y no es obligatorio. Casi tres siglos antes de las famosas huelgas en el Reino Unido y VI de la Ordenanza de Instrucción de 1593 en España. La ley estipulaba: "Todos los trabajadores de los fuertes y fábricas tienen que trabajar ocho horas al día; las horas tienen que ser repartidas por los ingenieros para permitir a los trabajadores evitar el calor del sol y preservar su salud, sin descuidar sus obligaciones".
Tened cuidado: el cambio no significa necesariamente mejora. La historia nos muestra que el desarrollo no es un progreso continuo e imparable
Cuando se impuso la Revolución Industrial, pero, con el aumento de la necesidad de mano de obra, por todas partes se establecieron jornadas de 12 y 16 horas, y esto volvió a reclamar la jornada de ocho horas. Siempre que ha habido un cambio fundamental en la manera de entender el trabajo, también han cambiado las normas sociales (y el marco político). Tened cuidado: el cambio no significa necesariamente mejora. La historia nos muestra que el desarrollo no es un progreso continuo e imparable. Que las evoluciones forman parte de la vida, tanto como el progreso.