Mi especialidad son las marcas, acompañando a las empresas en estrategias con propósito que den sentido y volumen a su actividad económica, hacia un futuro más sostenible y humano. También suelo hablar sobre el liderazgo femenino en el entorno profesional y me había preparado un título para este artículo que decía así: "Cuando la marca es una mujer sándwich". Pero el otro día Mercè Pérez Salanova, investigadora, doctora en Psicología por la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB) y especializada en envejecimiento, me hizo cambiar de opinión.
Hace un tiempo, en Suara Cooperativa me encargaron el lanzamiento de Aliura, el portal de referencia sobre la dependencia en Catalunya. Entre los objetivos estaba dar visibilidad a lo que se denomina la generación sándwich, esa etapa de la vida en la que las personas, mayoritariamente mujeres, deben cuidar a los padres y madres que pierden autonomía, mientras aún tienen hijos e hijas dependientes a su cargo.
"Las personas, mayoritariamente mujeres, deben cuidar a los padres y madres que pierden autonomía, mientras aún tienen hijos e hijas dependientes a su cargo"
Las personas sándwich sufren situaciones de estrés, angustia y soledad que pueden prolongarse meses y años y que deben ser atendidas, también desde el ámbito público. Dicho de otra manera: ¿quién cuida a las personas que cuidan? Para dar visibilidad a estas mujeres y concienciar a la sociedad sobre este problema, hace poco organizamos la mesa redonda Mujer sándwich, un pilar invisible en el Ateneu Barcelonès, en colaboración con el diario Ara.
Una de las ponentes invitadas, la Sra. Pérez Salanova, fue especialmente acertada cuando mencionó el "orgullo de cuidar" en comparación con el "orgullo gay". En el pasado, la homosexualidad había sido considerada una enfermedad mental o una desviación moral. Durante el siglo XX, hubo diferentes factores que llevaron a un cambio de percepción, desde los términos peyorativos como "invertidos" o "maricones" hacia el "orgullo gay".
En titulares, estos cambios fueron: los movimientos de derechos civiles de los años 60, la despatologización como enfermedad y la despenalización, la educación y sensibilización después del sida, el matrimonio igualitario, etc. Todo esto para lograr el llamado "orgullo gay", que ondea grandes banderas de todos los colores y tiene tres premisas:
- La gente debería estar orgullosa de su identidad de orientación sexual y de género.
- La diversidad es un don.
- La orientación sexual e identidad de género son inherentes y no pueden ser alterados intencionalmente.
Como se explica en 10 porqués para la igualdad, "las mujeres han hecho un recorrido en el espacio público que no se corresponde con el realizado por los hombres en el privado".
Mercè Pérez hizo un llamado a valorar social, económicamente y políticamente el acto de cuidar a las personas en el ámbito privado, tanto como se valora el poder de influencia, la competitividad o la productividad en el ámbito público. ¡Qué acierto! Porque la gente debería estar orgullosa de cuidar a los seres queridos, porque cuidar es gratificante y todos podemos aprender, porque la plenitud de las personas está en el equilibrio entre el ser (asociado al entorno privado) y el hacer (en el entorno público).
Y en resumen, que el acto de cuidarnos, lo que nos hace más humanos, sea percibido y reconocido públicamente algún día como un gran valor y no como una carga.
Con mucho orgullo.