El 1970, pocos años antes de recibir el premio Nobel de Economía, el profesor de la Universidad de Chicago Milton Friedman dijo que la responsabilidad social de las empresas era ganar dinero. Esta visión está muy alejada de la visión actual sobre la responsabilidad social. Hoy en día, está bastante aceptado que las empresas tienen que ganar dinero para poder seguir funcionando, pero lo tienen que hacer generando valor también social y medioambiental. Esto quiere decir conseguir un equilibrio entre los intereses de las diferentes partes interesadas: accionistas, trabajadores, clientes, proveedores, Administraciones Públicas, sociedad...
"Pocos años antes de recibir el Premio Nobel de Economía, el profesor Milton Friedman dijo que la responsabilidad social de las empresas era ganar dinero. Esta visión está muy alejada de la actual sobre la responsabilidad social"
Por eso, no deja de sorprender algunas prácticas de grandes empresas en relación con los sistemas de incentivos de alta dirección y los despidos. Me refiero a empresas en las cuales conviven en el tiempo las dos prácticas siguientes:
- Bonus estratosféricos para un grupo selecto de personas que integran la alta dirección. Se trata de incentivos integrados, normalmente por opciones sobre acciones stock options) o bien aportaciones a planes de pensiones.
- Expedientes de regulación y despidos que afectan centenares de empleados.
Las dos prácticas pueden ser legales, puesto que normalmente están dentro del marco jurídico. Y analizadas aisladamente, pueden tener su lógica económica. El problema es cuando las dos prácticas conviven simultáneamente en el tiempo. Entonces, podemos encontrarnos con problemas de estética y de ética.
Puede haber un problema de estética porque no es fácil justificar sistemas de incentivos que hacen que algunos altos directivos tengan retribuciones que son varios centenares de golpes más elevados que el que ganan otras personas a la misma empresa.
"El problema es cuando bonus estratosféricos para directivos y despidos conviven simultáneamente en el tiempo"
También puede haber un problema de ética o de legitimidad cuando los sistemas de incentivos priorizan en exceso a un grupo selecto de directivos en relación con otras partes interesadas cómo son el resto de la plantilla y la sociedad. Sin duda, la economía de mercado es el mejor sistema económico, pero prácticas como las expuestas ponen de manifiesto que hay que limitar los abusos. No tenemos que olvidar que la crisis financiera global que estalló el 2008 tuvo entre las principales causas los sistemas perversos de incentivos. Estos incentivos alimentaron prácticas que hundieron muchas empresas y arruinaron a millones de personas. Y ahora que encara la mayoría de los trabajadores no han recuperado el poder adquisitivo que tenían el 2008 hay que considerar estos temas con una perspectiva más social.