El coste más alto

09 de Diciembre de 2019
Oriol López | VIA Empresa

Bastiat ya definió en el siglo XIX el coste más alto que existe: el de oportunidad. En su ensayo El que se ve el que no se ve, Frédéric Bastiat, economista francés del siglo XIX, explicó a través de la "Falacia del vidrio roto" como los costes ocultos son ignorados por los gobiernos, favoreciendo el corto-terminismo y perjudicando el largo plazo. La falacia nos explica la historia de un tendero a quien un bretón rompe el escaparate y de cómo, desde la óptica del corto plazo, esto se ve como un beneficio económico para la sociedad, que ahora tendrá que reconstruirlo a través de un cristalero que ganará un dinero del tendero. Lo que no se ve, en cambio, es cómo hubiera utilizado el tendero este dinero si nadie hubiera roto su vidrio. Este es el coste oculto de la falacia, que se pregunta si el dinero dedicado al vidrio nuevo podrían haber ido dirigido a otros aspectos más productivos cómo, por ejemplo, la innovación.

En las empresas, a menudo, me encuentro con este pensamiento a corto plazo, en aspectos como la minimización de los impuestos, en lugar de en la maximización del beneficio. Imaginamos el siguiente caso que me encontré con un cliente hace unos años y que el otro día explicaba a un grupo de empresarios durante uno de mis almuerzos del Fòrum Creix.

La falacia de Bastiat nos explica la historia de un tendero a quien un brètol rompe el escaparate y de cómo, desde la óptica del corto plazo

Una empresa tiene unas ganancias de un millón de euros, por los cuales tendría que pagar 300.000 euros en impuestos sobre el beneficio. Ante esto, el empresario, preocupado por esta gran cantidad de dinero a pagar, decide pedir a su asesor fiscal que rebaje esta cifra rápidamente y este, teniendo en cuenta la petición, le recomienda retirar el dinero de la empresa en forma de bonificación. El resultado es que la empresa acaba pagando 0 impuestos (que irían al empresario) y, por lo tanto su balance de situación se queda como estaba.

Cuando me lo explicó, le planteé una solución diferente: "¿Qué te parece si pagas los 250.000 euros y añades a tu balance 750.000 euros de beneficio?" Al principio, la solución no parece muy atractiva, hasta que, revisando su estrategia para el año siguiente (de expansión en nuevos mercados) y hablando con el banco, concluimos que con estos 750.000 euros añadidos al balance, el banco nos podría dejar 1.500.000 euros más de lo previsto. Invertimos en stock y, teniendo en cuenta el margen con que trabajaba (50%) y la rotación del stock que tenía (cuatro veces al año), generamos unos ingresos extras de 12 millones de euros que acabaron convertidos en 4,5 millones de euros de beneficio después de impuestos. El resultado es que, si cogiéramos los 250.000 euros de impuestos como una inversión, el regreso que supuso fue de 4.500.000 euros o, el equivalente, el Regreso de la inversión (ROI) fue de 1,8.

El coste de oportunidad, pues, lo que no se veía en esta decisión, eran estos 4,5 millones de euros que la empresa dejaba de ganar si optaba para ahorrar 250.000 euros.
Tus cifras serán diferentes y, a buen seguro, tu situación también, pero, en todo caso, los costes ocultos de nuestras decisiones están siempre allí, los observes o no. Por lo tanto, si quieres aprovechar todo tu potencial, pídete (a ti, a tu contable y a tu asesor), ¿cuáles son los costes de oportunidad que afrontas ahora mismo?