Persianas bajadas

09 de Noviembre de 2020
Anna Gener

No hay más que pasear por las calles de nuestras ciudades y contar el número de locales con la persiana bajada, para comprender hasta qué punto la pandemia ha golpeado los negocios a pie de calle.

Lo cierto es que los establecimientos comerciales ya venían registrando descensos de ventas por cambios en el comportamiento del consumidor; cada vez menos proclive a acumular cosas y más dispuesto a gastar su dinero en “experiencias”. La pandemia, que ha conllevado un notable incremento de las compras a través de internet, ha acabado de rematar el descenso de ingresos.

El cierre de locales responde, por un lado, al cese de negocios por asfixia económica, y por otro, a un proceso de racionalización de los puntos físicos de venta y de impulso a las ventas online. En este sentido, las grandes cadenas de moda, como Inditex o H&M, han explicitado un ambicioso plan de cierre de tiendas y un refuerzo de sus plataformas digitales. La estrategia pasa por tener menos locales, de mayor dimensión,  y diseñados para dar apoyo logístico a las ventas online, potenciando así la interrelación entre el canal físico y el online. 

¿Qué hacemos con los locales que no volverán a ser atractivos para la actividad comercial? 

Inditex ya ha comunicado su voluntad de cerrar locales en todo el mundo y en todas sus líneas de negocio. En España tiene previsto cerrar entre 250 y 300 establecimientos hasta finales del próximo año, y se prevé que este proceso continúe en otros locales, a medida que los plazos de las obligaciones contractuales vayan venciendo. 

A pesar de esta tendencia, es altamente probable que los locales de las principales arterias de nuestras ciudades vuelvan a llenarse una vez superada la crisis. Pero muchos locales situados en ejes secundarios y periféricos quedarán vacíos de manera permanente. La gran pregunta es, ¿qué hacemos con los locales que no volverán a ser atractivos para la actividad comercial? 

Lo lógico sería cambiar de uso estos espacios para dar respuesta a las nuevas necesidades de la sociedad; se podrían reconvertir en vivienda aquéllos que cumplan con las medidas de habilitabilidad adecuadas, o bien, en centros de distribución de “última milla” de las compras online, para complementar la actividad logística que se inicia en las naves situadas fuera de las ciudades. 

Lamentablemente, esta razonable propuesta de cambio de uso para adecuar los espacios físicos a las nuevas demandas de la sociedad, no es posible a día de hoy, a causa de la rígida normativa urbanística.

El urbanismo bien entendido debería estar al servicio de la sociedad, proveyéndola de aquel producto inmobiliario que necesite en cada momento histórico. Un urbanismo flexible, que diera una mayor libertad para dotar de sentido a los espacios existentes,  contribuiría de manera decisiva a la dinamización de la economía.

Para dotar de actividad estos espacios vacíos y dar oportunidades a nuevos negocios que tienen sentido, tanto en el corto como en el largo plazo, no hace falta dinero público; basta con un cambio legislativo que facilite esta conversión. 

"Nuestra sociedad se mueve a velocidad del siglo XXI pero con herramientas de principios del siglo XX. Poner el urbanismo al servicio de la sociedad es hoy una urgencia"

Al margen de los efectos de la pandemia, que ha agudizado tendencias previas, las necesidades de nuestra sociedad cambian a una gran velocidad. Un dinamismo que choca frontalmente con la rigidez del urbanismo actual. Nuestra sociedad se mueve a velocidad del siglo XXI pero con herramientas de principios del siglo XX. Poner el urbanismo al servicio de la sociedad es hoy una urgencia.