Cuando era más joven, mis padres me regalaban, cada año, el anuario El Estado del Mundo, un regalo esperado que presentaba, en 600 densas páginas, cuál era el estado de la economía mundial a través de fichas y balances de los "estados soberanos y territorios bajo tutela del planeta".
La guía estaba llena de indicadores, mapas, y largas comparativas. El principal indicador de referencia era el Índice de Desarrollo Humano (IDH), puesto que, según decía, el Producto Interior Bruto (PIB) per cápita, el indicador de desarrollo más utilizado entre la mayoría de países y organismos del mundo, resultaba una medida deficiente del grado de bienestar de un territorio.
El IDH es una estadística atribuida a la "calidad de vida". Una iniciativa del economista paquistaní Mahbub ul Haq que se popularizó en los años noventa cuando empezó a ser el indicador de referencia del PNUD, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo. Tiene en cuenta aspectos como la esperanza de vida, la alfabetización, la educación y el nivel de vida de un territorio, y se presenta con una puntuación de entre 0 y 1, siendo 1 la más alta. Como podéis imaginar, durante años, las primeras posiciones mundiales han sido ocupadas por los países nórdicos.
El PIB se aleja de la realidad
El PIB de un país mide el tamaño de su economía, es decir, cuánto produce. Pasó a ser el indicador de referencia a partir de los años cincuenta, cuándo, después de la Segunda Guerra Mundial, los países operaban bajo una lógica de conocer cuando de grandes eran sus economías y cuánto podían gastar en el arte de la guerra.
El PIB es, todavía hoy en día, el indicador predominante a la hora de analizar la prosperidad de una sociedad. Aun así, hay numerosos aspectos de nuestra vida que se escapan de este cálculo convencional y que no permiten conocer la calidad de vida que genera esta economía. Como dijo Robert Kennedy en su famoso discurso sobre este tema, en la Universidad de Kansas, en 1968: "El PIB lo mide todo en resumen, excepto aquello que hace que la vida merezca la pena."
El PIB de un país mide el tamaño de su economía
Tradicionalmente, se ha considerado que un aumento del PIB per cápita está relacionado con la mejora del bienestar social de un país, pero existen múltiples factores relacionados con su bienestar, y por eso es posible encontrar países con un PIB similar, pero con un IDH diferente, o con crecimientos anuales del PIB y un IDH estancado o empeorado.
Definir políticas económicas que persigan únicamente el crecimiento de nuestro PIB ya es obsoleto por ahora. El sentimiento que este indicador está alejado de la realidad y que no contempla el impacto social, medioambiental y humanitario, genera un momentum único para hacer una actualización de nuestros KPI, es decir, de nuestros indicadores de referencia.
Además, parece haber consenso que es necesario acotar el crecimiento de nuestra economía a niveles que sean compatibles con los procesos biológicos del planeta y, a partir de aquí, organizar un consumo sostenible que dé cobertura a las necesidades de las personas. Basarnos únicamente en el crecimiento del PIB no nos ayudará a saber si avanzamos hacia este nuevo horizonte. Del mismo modo que las empresas ya no pueden analizarse desde una lógica de facturación y rentabilidad, sino que tienen que incorporar otra información, financiera y no financiera, como los indicadores de tipo ambiental, social y de gobernanza (ESG en inglés).
Necesitamos nuevos KPI
En los últimos años se han llevado a cabo varias iniciativas en todo el mundo que han propuesto nuevos elementos de medida; algunos de ellos, incluso, con la aspiración de medir aspectos como el grado de felicidad de una sociedad.
Según parece, la versión antigua del Índice de Desarrollo Humano tampoco serviría, porque como ya concluyó la ONU en el 2020: ningún país del mundo ha conseguido un nivel alto de IDH sin poner una presión medioambiental inmensa en el planeta. Por este motivo, actualizaron el modelo de cálculo, añadiendo nuevos criterios que tienen en cuenta la huella de carbono y las emisiones de CO2, alterando por completo el ranking. Esto provocó que Noruega pasara de la posición 1 a la 15, o que Islandia y Australia perdieran 26 y 72 posiciones, respectivamente.
Una de las iniciativas más destacadas son los ya famosos Objetivos de Desarrollo Social de las Naciones Unidas, que tienen que servir de guía para analizar nuestra performance como sociedad. En el 2021, el secretario general de la ONU, el señor António Guterres, hizo un llamamiento a la acción recordando: "Tenemos que encontrar urgentemente medidas que complementen el PIB, tal como los ODS nos piden hacer antes del 2030".
Actualmente, no hay consenso internacional sobre cuáles deben ser estos indicadores y es nuestra responsabilidad continuar trabajando y reclamando a los organismos internacionales que nos doten, cuanto antes mejor, de nuevos indicadores multidimensionales y aceptados por todos. Indicadores que nos permitan medir la evolución de la economía, pero también el progreso sostenible y nuestra calidad de vida.