Os puedo asegurar que nunca miro El Hormiguero, pero el algoritmo de las redes sociales siempre se empeña en enseñarme contenidos que yo no habría escogido ver de manera natural. En este caso el culpable fue Zuckerberg, a través de Instagram. El vídeo en sí era el de un experimento social del programa conducido por Pablo Motos en el que reproducían, a través de inteligencia artificial, la voz de un ser familiar que había muerto y se la ponían a sus familiares para que pudieran tener una conversación "con él o ella".
Para aquellos que habéis visto Black Mirror, supongo que os habrá venido a la cabeza el episodio de Be Right Back. En este capítulo, orientado en un futuro distópico, una chica que se encuentra en plena fase de negación del duelo por la muerte de su pareja, compra una réplica de su novio, entrenada con inteligencia artificial, que ha recopilado todos los datos de su teléfono móvil y redes sociales: sus gustos, su manera de hablar, y toda aquella información que podría recopilar una máquina de todas nuestras conversaciones digitales. No os diré cómo continúa la historia porque no me gusta hacer espoilers.
El caso es que el experimento de El Hormiguero no estaba tan elaborado, pero de mala leche y ganas de manipular sí que iba bien cargado. Lo único que reproducían del familiar era su voz, pero el contenido lo elaboraba otra persona, oculta, a través de un ordenador.
Está claro que a todos nos emocionaría y haría llorar volver a oir aquella voz que hace tiempo que no escuchamos. Pero otra cosa muy diferente es caer en la trampa de que, detrás de aquella voz, se encuentra realmente aquel ser querido. Y sabe mal -y mucha rabia- escuchar conversaciones como:
- ¿Cómo estás, Alba? Soy tu yaya. Cuánto tiempo ha pasado...
- Mucho. Mucho tiempo (y rompe a llorar).
- Hace mucho tiempo que no hablamos, ¿qué me explicas?
- El año pasado me conseguí sacar el carné de conducir, yaya. (...) Mis padres se casaron, y yo estoy saliendo con Pablo...
Y ya paro, porque el resto de la conversación es un cóctel de preguntas y respuestas bien morboso y asqueroso.
El hecho es que realmente el equipo de El Hormiguero les avisa antes de empezar: "Hemos utilizado el audio que nos enviasteis y lo hemos clonado a través de inteligencia artificial para que podáis hablar con vuestro ser querido". Pero si no explican más y las personas que tienen delante no saben cómo funciona la inteligencia artificial, pueden llegar a creer que detrás de esta tecnología hay algo mágico que lo hace posible. Y por eso, hay una participante que responde a la propuesta: "Y tanto. Quiero escucharla, quiero hablar con ella". Pero todos los que conocemos mínimamente cómo funciona la IA, sabemos que esto no es posible; como tampoco es posible que el ChatGPT acierte el número que tocará en la Gordo, y esta Navidad, vimos cómo muchas personas le consultaron.
"Tampoco es posible que el ChatGPT acierte el número que tocará en el Gordo, y esta Navidad, vimos cómo muchas personas le consultaron"
Un ejemplo más, antes de irme a las conclusiones. Este enero el expresidente de la Real Federación Española de Fútbol, Luis Rubiales -desgraciadamente conocido por todos- publicó en su cuenta de X (Twitter) que había conseguido vender toda su colección de NFT en tan solo tres horas. Supongo que ni él ni todo su equipo de comunicación conocían bien cómo funciona el blockchain, porque justamente, uno de los mayores beneficios de esta tecnología es su trazabilidad: toda la información relacionada con aquellos tokens y cualquier movimiento que se haga con ellos, es transparente e inmutable. Todo el mundo lo podría ver. ¿Qué pasó realmente con la colección de NFT de Rubiales? Pues que la mayoría de sus activos fueron comprados en verdad por cuentas relacionadas con sus socios de The Moon Labs. Ninguno fan los había comprado. Sus cromos no habían generado demanda. Pero el tweet se lo marcó tan a gusto y, de hecho, muchos diarios se hicieron eco: Europa Press, El Español, El Independiente...
Si no entendemos cómo funcionan las tecnologías que tenemos delante y que están configurando nuestra sociedad y nuestro futuro, seremos el blanco perfecto para que nos manipule cualquier compañía, partido político o, como hemos visto, un simple programa de entretenimiento o una persona con muchas ansias de ego. Nos hace falta, como sociedad, más educación digital y mucha más curiosidad. Y esta primera no solo se tiene que proveer en las aulas: tenemos la gran suerte de tener a nuestro alcance más información que ninguna otra generación ha tenido nunca en sus manos. Y la tenemos, en el fondo, a tan solo unos pocos clicks.
Nunca lo habíamos tenido tan fácil, pero ellos -los manipuladores- continúan ganando la partida. Supongo que en el fondo, ellos -también- nunca lo habían tenido tan fácil.