En los últimos treinta años hemos visto como la tecnología, y sobre todo la digitalización, ha modificado de manera severa la manera de hacer los coches, de operar la banca, de vender música, de reservar un hotel, de comprar un billete de avión, de conocer a quien será tu pareja y de organizar una cena de amigos. Todos los años que llevamos vividos de este siglo XXI han estado marcados por la obligación de repensarlo absolutamente todo: las universidades, las tiendas a pie de calle, los almacenes logísticos, las redacciones de los periódicos, la fabricación de muebles y la gestión hospitalaria. Todas las áreas de actividad se han ido apoyando cada vez más en la informática y la digitalización, y han ido asumiendo nuevos retos cada vez más exigentes y complejos. Primero se trataba de informatizarse, mejorando procesos, después tener presencia en la red y revisar las maneras de relacionarse con los clientes, y ahora ya se trata de organizarse alrededor de los datos y la información para ser capaces de diseñar propuestas extremadamente personalizadas basadas en datos en tiempo real.
Esta es una situación en la que todo el mundo pone sus mejores esfuerzos en la innovación, en todo aquello que ayude a sacar adelante nuevas ideas, nuevas propuestas, nuevos planteamientos que permitan incorporar todas estas nuevas posibilidades. Para poder hacerlo se necesitan nuevas ideas, pero sobre todo hace falta talento capaz de sacar adelante estas ideas y unas condiciones de entorno que lo hagan posible: modelo organizativo, inversión, riesgo, confianza y apoyos, agilidad, alianzas, ritmo de crecimiento, visión, ambición… lo que denominamos un entorno emprendedor.
Las principales regiones del mundo se definen por su ecosistema de innovación, y todas trabajan para reunir las condiciones que permitan acoger los mejores proyectos de emprendimiento
Las principales regiones del mundo se definen por su ecosistema de innovación, y todas trabajan para reunir las condiciones que permitan acoger los mejores proyectos de emprendimiento. Llegados a este punto cada región escoge en qué se especializará en función de su ambición y el papel que quiere jugar en las ligas mundiales de temas concretos, y lo hace valorando por una parte sus activos: su tradición, sus infraestructuras, sus centros de investigación, su entorno empresarial… y por la otra las oportunidades, es decir, identificando aquellos sectores llamados a tener un desarrollo y un crecimiento que permitan vislumbrar grandes oportunidades. Cuando esto sucede, cuando un sector determinado está llamado a ser profundamente transformado por la tecnología y a generar grandes oportunidades, muchos inversores y emprendedores ponen el foco en él, y lo nombran: FinTech para etiquetar las iniciativas tecnológicas que quieren transformar el sector financiero, PropTech en el sector inmobiliario, EdTEch para el sector educativo, LegalTech…
Toda esta ola de apuestas sectoriales por un futuro digital ambicioso se está ejecutando de manera clara y decidida en todo aquello que es privado y tiene incentivos económicos, pero es escandalosamente insuficiente para todo aquello que es de interés público y tiene incentivos sociales. ¿Dónde están los centros de emprendimiento que exploran ávidamente cómo la tecnología va a permitir mejorar radicalmente la justicia o la gobernanza de los países?, ¿dónde están las inversiones millonarias para ofrecer sistemas de participación ciudadana i de evaluación de las políticas públicas? ¿De verdad que como sociedad sólo estamos interesados en mejorar los modelos de negocio pero no los modelos sociales?
¿De verdad que como sociedad sólo estamos interesados en mejorar los modelos de negocio pero no los modelos sociales?
Me envían un borrador de la declaración de la renta detalladísimo donde demuestran saberlo todo, pero si pido una ayuda hacen ver que no nos conocemos de nada y me dicen que rellene un montón de formularios para explicarles quién soy, a qué me dedico y cómo me va. Mi Ayuntamiento no tiene información en tiempo real que le permita gestionar, ayudar, a los comercios o los restaurantes del municipio. Compro una tontería por internet y puedo saber en tiempo real dónde se encuentra el paquete, pero no hay manera de saber cómo está mi caso en el juzgado, que por cierto tardará años. Y si hay elecciones, pobre de ti que tengas previsto viajar o estés desplazado en el extranjero, porque entonces tus sagrados derechos de participación política se van directos a la papelera.
Mientras el mundo privado explora intensamente el diseño de servicios proactivos personalizados basados en datos en tiempo real, el espacio público todavía está mecanizando y digitalizando los procesos administrativos. Los ciudadanos sólo notamos que el Estado tiene tecnología de vanguardia cuando tratamos con el CNI o con Hacienda.