La relación histórica de la monarquía británica con los medios de comunicación, y especialmente con la BBC, es un caso digno de estudio, y esta última crisis de comunicación que ha vivido la institución británica con el caso de Kate Middleton, vuelve a ser un buen ejemplo. Sobre el binomio monarquía británica y medios de comunicación, pero, ya nos habló Josep M. Ganyet hace un tiempo en VIA Empresa en un artículo que, por cierto, ha envejecido muy bien. Yo, pero, me quiero detener en la parte final de esta cadena: la relación entre los medios de comunicación y el ciudadano, en un momento de la historia en el que, como sociedad, hemos aceptado no saber con certeza si aquello que estamos leyendo o viendo en una imagen o vídeo es real o no, por muy verosímil que sea, ergo hemos aceptado vivir dudando de todo, dando voz a la conspiración y, por lo tanto, abrazando la desinformación.
En este caso, pero, era lógico que las conspiraciones proliferaran y campasen a sus anchas como las malas hierbas en el campo de las redes sociales y en las tertulias en medios, teniendo en cuenta la falta de información por parte de la casa real británica y, sobre todo, que Kate Middleton rompió la confianza con la ciudadanía al publicar una imagen manipulada en sus redes sociales con motivo del Día de la Madre en Reino Unido. De hecho, esta publicación supuso un antes y un después en la percepción de la ciudadanía sobre cualquier información que se publicara respecto a la ausencia de la princesa de Gales en la esfera pública. El aprendizaje, extendido en todo el mundo, fue inevitable: a partir de ahora, no os creáis nada.
Ya lo dicen, ¿no? La confianza tarda mucho en construirse, y muy poco en perderse. O dicho de otro modo: la mejor forma de ganarse la confianza de alguien es no perderla.
"Hemos aceptado vivir dudando de todo, dando voz a la conspiración y, por lo tanto, abrazando la desinformación"
Por eso, cuando The Sun publicó el vídeo de Kate Middleton paseando con el príncipe Guillermo por una zona comercial, aparentemente relajada y con unas bolsas en la mano, este fue recibido con incredulidad. "Kate, ¿eres tú?", preguntaban muchos usuarios en las redes, y replicaban muchos periodistas en los medios. Cuantísimos análisis hechos con inteligencia artificial determinaron que no era ella, que era otra mujer. Algunos decían que era su doble. Midieron la fisonomía, la altura, los movimientos biométricos de su cuerpo... y la mayoría de estos análisis, hechos con diferentes tecnologías, afirmaban que no era ella, a pesar de que el autor del vídeo, Nelson Silva, afirmara que lo vio "con sus propios ojos".
Al ser un vídeo publicado por un medio de comunicación, realmente, tendríamos que haber confiado en su veracidad. Pero no. Y no solo por los antecedentes de la trama, que ya invitaban a desconfiar, sino porque, además, The Sun no es justamente un medio que pueda presumir de tener mucha credibilidad. No os creáis nada.
Pues bien, en el último vídeo de Kate Middleton publicado por la BBC, donde reaparece más delgada dirigiéndose a la cámara para anunciar su enfermedad -motivo que la ha mantenido y la mantendrá fuera del foco mediático-, también hay quién ha dudado de su veracidad. Algunos afirman que el anillo que lleva en la mano desaparece en un momento del vídeo y vuelve a aparecer segundos después, otros dicen que la madera del banco en el que se sienta está manipulada, que el vídeo está hecho con inteligencia artificial... De nuevo, un largo listado de análisis tecnológicos y biométricos para determinar si el vídeo es real o está hecho con inteligencia artificial, con resultados de todos los colores.
En esta ocasión, ha sido la misma BBC quien ha salido a desmentir todas estas teorías, explicando que las imágenes fueron grabadas en Windsor, dos días antes de que Kensington las difundiera, y asegurando que en ningún caso fueron editadas. La diferencia con The Sun es que la BBC juega en otro terreno en cuanto a credibilidad, y especialmente cuando se trata de la monarquía británica. La BBC -junto con la perfecta ejecución comunicativa de Kate Middleton en su vídeo- han conseguido apaciguar las aguas. Misterio resuelto, ciudadanía avergonzada.
Y entre los muchos aprendizajes y reflexiones que se extraen de esta crisis comunicativa, sabe mal confirmar que los ciudadanos no solo no nos fiamos de nada de lo que leemos, sino que la tecnología tampoco nos puede asegurar la veracidad de la información que se nos presenta delante. Los análisis tecnológicos también pueden estar manipulados. Todo depende del emisor.
Y en este contexto tendría más sentido que nunca la figura del fact-checker, pero con historias como las de Verificat y sus infladísimas subvenciones, la desconfianza vuelve a ganar en el juicio. En el fondo, los fact-checkers son un medio de comunicación más que, a pesar de nacer con el objetivo de desmentir informaciones falsas, no están libres de funcionar a golpe de intereses políticos o empresariales. Como decía, todo depende del emisor.
"Los fact-checkers, a pesar de nacer con el objetivo de desmentir informaciones falsas, no están libres de funcionar a golpe de intereses políticos o empresariales"
Por lo tanto, a nosotros, medios, solo nos queda preservar la credibilidad y no perder la confianza, para no tenerla que recuperar después. En estos momentos de caos y desinformación, la credibilidad es nuestro valor más preciado, nuestra razón de ser y de informar. La única que nos asegura un futuro loable. No lo son los likes y las visualizaciones; no es el volumen de lectores que han hecho click a una noticia, sino el número de personas que, primero, han confiado en nosotros para informarse sobre un hecho, y, después de hacerlo, han sentido que aquella confianza era merecida, que no se les ha estafado.
Ya solo quedamos nosotros, los medios de comunicación; y desgraciadamente, en esta fotografía, cada día salimos menos, y más desfavorecidos, y a la figura de la credibilidad se la ve cada vez más borrosa.