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Construyendo recuerdos para el futuro

11 de Marzo de 2020
Act. 16 de Marzo de 2020
Genís Roca

Cuando tengo un poco de confianza le pregunto a la gente si en su casa tiene los libros ordenados de alguna manera concreta. Se podría pensar que es una pregunta absurda ya que más o menos todo el mundo contestará cosas similares, pero la verdad es que casi siempre he recibido una respuesta nueva y diferente.

"Ordenar los libros por el apellido de los autores me parece de lo más lógico"

Yo los tengo separados en cinco grandes bloques: prosa, poesía, ensayo, trabajo y otras cosas. Los tres primeros en orden alfabético por el apellido del autor o autora, y los dos últimos sin ningún orden concreto. En otras cosas hay de todo, desde catálogos de exposiciones hasta guías de viaje y quién sabe qué más, y en trabajo hay todo aquello que tiene que ver con los diferentes retos profesionales que me han ido ocupando, desde la arqueología hasta la gestión de empresas. Pero vaya, mi respuesta simple sería: por orden alfabético de autor o autora. Habrá quien esperaba que fuera más caótico, o por el contrario más meticuloso, pero lo que es seguro es que yo creía que era una persona muy normal pues daba por hecho que todo el mundo hacía más o menos lo mismo. Ordenar por el apellido de los autores me parece de lo más lógico.

La primera vez que lo pregunté me dijeron: en un sitio tengo los que me gustan, y en otro sitio los otros. Sin más orden que éste. Muy lógico. Otra persona que vivía en pareja me dijo: por un lado están los míos y por el otro los suyos. También lo entendí, aunque pensé que flotaba en el ambiente una permanente amenaza de separación. Una tercera persona me dijo que los tenía ordenados por colores. Me lo imaginé, y aunque extraño, pensé que debía ser bonito. Una cuarta respuesta era parecida a ésta: los ordenaba por tamaños. Hace poco otra persona me dijo que los ordenaba por proximidad física con el autor o autora: los que conocía, los que podría llegar a conocer, los que difícilmente podría llegar a conocer, los que seguro no podría conocer… Realmente hay tantas respuestas como personas. Sorprendente. Una de las que más me ha gustado me explicó que en su casa tenía un mueble librería antiguo que apreciaba mucho por ser un recuerdo familiar. Cabían unos 500 o 600 libros, y estaba lleno. Aplicaba el criterio de que aquel era el número máximo de libros que podía tener en casa, y dado que el mueble ya estaba lleno si llegaba un nuevo libro y lo quería guardar debía decidir cuál quitaba para hacerle lugar. Fascinante. Una biblioteca viva. He de reconocer que en casa hay libros que no sé qué hacen ahí, y que si aplicase este criterio ya hace tiempo que se habrían ido. Y ya he empezado: ahora en la entrada tenemos un montón de libros y quien viene puede coger el que quiera y llevárselo.

"Qué quieres guardar y qué no quieres guardar, y si lo quieres hacer con mayor o menor orden. Pueden parecer detalles, pero son cosas básicas que nos definen, que nos explican y nos hacen ser quiénes somos"

Qué quieres guardar y qué no quieres guardar, y si lo quieres hacer con un mayor o menor orden. Pueden parecer detalles, pero son cosas básicas que nos definen, que nos explican y nos hacen ser quien somos. No puedes tener cien mil libros en casa, ni los puedes pagar ni caben, así que toca elegir. ¿Cuáles quieres y por qué?. Hasta ahora hacíamos lo mismo con todo: escogíamos qué libros, qué fotografías, qué discos, qué recuerdos de viajes, qué objetos de nuestros padres y antepasados. Aquello que decidías conservar te definía y fijaba tus recuerdos. Mi infancia está fijada en mi cerebro por las pocas fotografías que mis padres pudieron hacerme y las aún menos que guardaron. Si me preguntáis por cuando yo tenía 5 o 6 años os hablaré de tres o cuatro fotos muy concretas. No hay muchas más, y éstos son los eslabones de mi memoria, de mi historia.

Cuando los objetos eran físicos, conservarlos era toda una decisión. Y estas decisiones iban construyendo nuestra historia. Ahora que los objetos son digitales no es necesario seleccionar. Haces una excursión de un fin de semana a Bilbao y vuelves con ciento veintiuna fotos, y tu pareja ha hecho ochenta más. Y tu hijo sesenta (o más, de hecho no lo sabes). Pero… ¿cuáles de estas fotos de Bilbao se quedarán en el recuerdo de la familia?. Si mi hija se va con unas amigas de viaje, ¿dónde guardará los recuerdos?. Antes había un sobre con fotos en un cajón… ahora las tiene en el móvil, y seguramente las perderá cuando cambie el aparato, o las acabará borrando para hacer sitio cuando se quede sin espacio en la memoria del teléfono. Ahora que todo es digital y que las empresas y los Estados lo saben todo de nosotros, ahora que todo el mundo sabe lo que hicimos, no estamos quedando sin recuerdos. ¿Qué guardaremos y dónde?. ¿Cuáles son las fotos, las músicas, los textos que guardaremos?. ¿Cuáles son los recuerdos que ayudarán a nuestros hijos a saber de dónde vienen y quién son?

"Ahora que todo es digital y que las empresas y los Estados lo saben todo de nosotros, ahora que todo el mundo sabe qué hicimos, nos estamos quedando sin recuerdos"

De la misma manera que tengo un montón de libros que ya no quiero, he empezado a hacer la selección de los recuerdos que sí quiero tener. Después de cada viaje, o de cada fiesta familiar, me esfuerzo y escojo las cinco, seis, siete fotografías que más me emocionan. Y las guardo en un sitio donde las puedan encontrar. Construyo recuerdos para el futuro, si no, no seremos nadie.