Lewis S. Carroll escribió Alicia en el país de les maravillas en 1871, ahora hace justo 150 años. Un siglo y medio. Es fácil pensar que el mundo ha cambiado mucho desde entonces y conmueve descubrir en este libro detalles que resuenan y conectan perfectamente con los tiempos que ahora vivimos, y no me refiero al absurdo de los personajes o el surrealismo de las situaciones.
Estoy pensando en una escena concreta de este libro, que se ha utilizado mucho en las escuelas de negocio e incluso ha merecido nombre propio: La hipótesis de la Reina Roja. Corresponde a un momento en el que Alicia corre encima de algo parecido a una cinta continua, como la de los gimnasios, y se queja de que lleva ya un rato pero no ha avanzado nada, no se ha movido de lugar pese a no parar de correr. Y el personaje de la Reina Roja le responde:
“Para quedarte donde estás tienes que correr lo más rápido que puedas. Si quieres ir a otro sitio, deberás correr, por lo menos, dos veces más rápido”
Estar haciendo cosas, incluso cosas que te suponen un esfuerzo, no es garantía de estar avanzando. Cuando todo se mueve rápidamente, ir corriendo puede no ser suficiente para avanzar. Incluso puede ser que vayas corriendo e incluso así estás quedando cada vez más retrasado. El fragmento de Lewis S. Carroll se utiliza mucho para explicarle a empresas y organizaciones (y países) que ir corriendo no será suficiente. Hay que ir más deprisa.
Ir corriendo no será suficiente. Hay que ir más deprisa.
La velocidad es la nueva condición necesaria para las organizaciones que quieren competir y probablemente también necesaria para las que quieren continuar existiendo. Se ha hablado mucho de que los peces grandes se comen a los peces pequeños, pero la verdad es que los peces grandes sólo son capaces de comer peces lentos. Si eres lo suficientemente rápido sólo te pueden coger si te acorralan, y eso es complicado a mar abierto.
Cuando hablamos de velocidad no nos referimos a mejorar los tiempos de producción en nuestra fábrica, o en acortar los tiempos de entrega a cliente, o la velocidad a la que contestamos un mensaje. Cuando hablamos de velocidad nos referimos única y exclusivamente al tiempo que tardas en hacer las cosas de otra manera. Pero no de otra manera un poco diferente. No. De otra manera radicalmente diferente. De una manera nueva. Demasiadas organizaciones tienen demasiados problemas en ser capaces de hacer las cosas de otra manera realmente nueva en un tiempo razonable. Pueden haber razones técnicas, o de inversión y recursos, pero mayoritariamente y de manera rotunda el principal problema es cultural.
Vivimos tiempos convulsos con cambios de todo tipo: tecnológicos, sociales, económicos, geopolíticos, culturales… Si queremos avanzar necesitamos organizaciones capaces de cambiar a un ritmo más rápido que el ritmo de nuestro entorno. Nada nuevo, creo que era Jack Welch, el mítico responsable de General Electric en los años 80 y 90, quien ya lo decía: “Cuando el ritmo de cambio dentro de la empresa se ve superado por el ritmo de cambios afuera, el final está cerca”.
Para sobrevivir necesitamos incorporar velocidad de cambio en nuestras organizaciones, y el principal problema que tenemos como sociedad es que ni gobiernos ni partidos políticos parecen capaces de conseguirlo.