Los cambios sufridos en los últimos 50 años son profundos y significativos. Nací en la década de los 70, y si miro atrás, me doy cuenta claramente de los grandes cambios estructurales que nos afectan y nos influyen en todas y cada una de las facetas de la vida. El despliegue e incremento tanto del conocimiento como de la tecnología ha estado tanto exponencial como indiscutible.
Si miramos alrededor nuestro, seguro que encontraremos múltiples ejemplos de los cambios sufridos, pero miremos un par de datos ilustrativos de los cambios avenidos. La aparición de internet, las redes sociales y la telefonía móvil nos han llevado a enviar más de 300.000 millones de correos electrónicos y 7.000 millones de mensajes de voz por WhatsApp diarios en todo el mundo. Y según datos del Banco Mundial, el número de habitantes en el mundo ha pasado de 3,8 billones el 1972 a 7,8 billones el año pasado, mientras que el PIB mundial ha pasado de 3,82 a 96,1 billones USD en el mismo periodo.
El mundo líquido de Zygmunt Bauman define la sensación de estado fluido y volátil de la sociedad actual
Una descripción muy precisa y pionera que encontré al explicar todos estos cambios fue la del mundo líquido de Zygmunt Bauman. Un concepto de modernidad líquida que ha dado pie a varias interpretaciones, pero que define la sensación de estado fluido y volátil de la sociedad actual. Vivimos la cuarta revolución industrial situados en un entorno o escenario llamado VUCA, que son las iniciales en inglés de volatilidad, incertidumbre, complejidad y ambigüedad (volatility, uncertainty, complexity, ambiguity).
Estamos, pues, inmersos en cambios y evoluciones de nuestras realidades que muchas veces no son fáciles de digerir, afrontar y adaptarnos. Pero es obvio que el primer paso tiene que ser un diagnóstico y análisis de la realidad cambiante acertada. Y por eso necesitamos superar los marcos mentales preestablecidos. El lingüista y científico cognitivo norteamericano George Lakoff en el prólogo de su libro más famoso No pienses en un elefante los define como “... estructuras mentales que conforman nuestro modo de ver el mundo. Como consecuencia de ello, conforman las metas que nos proponemos, los planes que hacemos, nuestra manera de actuar y aquello que cuenta como el resultado bueno o malo de nuestras acciones.” Y para superarlos, cambiarlos o dibujarlos de nuevo, necesitamos repensarlos. Si buscamos escritos, artículos o libros sobre la creatividad nos encontraremos, reiteradamente y de forma explícita o implícita, que nos hablan del concepto de repensar. Repensar significa darle una vuelta para mirarlo diferente, este “re” delante quiere decir insistir, pero por otros caminos. Y también nos invita a desaprender para volver a aprender.
En estos momentos repensar no es opcional
Que el mundo cambia no es nada nuevo. Hace miles de años, alrededor del 500 a. C., en Grecia vivió Heráclito de Éfeso que afirmaba, con razón, que no hay nada permanente excepto el cambio. Y la necesidad de repensar tampoco es nueva. En el popular film de finales de los 80 El Club de los Poetas Muertos, hay la escena donde el profesor recién llegado de literatura, interpretado por Robin Williams, invita a los alumnos a subir a su mesa para tener una perspectiva diferente y ver las cosas de otro modo al habitual.
Posiblemente, la excepcionalidad que vivimos ahora tiene que ver con la velocidad con que pasan estos cambios y la consiguiente dificultad, y a la vez necesidad, de repensar. Podemos escoger como hacerlo, pero no podemos dejar de optar a hacerlo. En estos momentos repensar no es opcional. Si los cambios son a mejor o peor, o si estamos en un cambio de época o simplemente continuamos evolucionando puede ser interesante de debatir, pero no cambia el hecho que necesitamos repensar para seguir adelante. Y para no quedarnos atrás.