El 2 de diciembre de 2015 un centenar de trabajadores del Departamento de Salud Pública del condado de San Bernardino, en California, estaban celebrando un banquete y fueron víctimas de un tiroteo. Los autores dejaron 14 muertos y 21 heridos y huyeron en un vehículo deportivo que horas más tarde no pudo evitar el cerco policial. Dos de los ocupantes murieron en un tiroteo con la policía y se sospecha que una tercera persona huyó. El caso fue famoso no sólo por el elevado número de víctimas, sino también porqué uno de los asesinos muerto llevaba un iPhone 5C y cuando el FBI quiso desbloquearlo para acceder a la información y localizar más sospechosos resultó que tenía activadas todas las opciones de seguridad del sistema operativo de Apple y los investigadores no pudieron acceder al mismo. El FBI pidió ayuda a Apple y la compañía de la manzana se negó argumentando que la seguridad de los datos de sus clientes era sagrada. La noticia saltó a todos los medios de comunicación del mundo: Apple se tomaba muy en serio la privacidad. Parece ser que finalmente el FBI consiguió acceder a la información, pero pagando centenares de miles de dólares a sofisticadas empresas privadas especializadas en seguridad informática.
Tres años más tardes ya no mandaba Obama, sino Trump, y volvió a pasar lo mismo. En diciembre de 2019 un tiroteo clasificado como acto de terrorismo dejó tres muertos en una base naval de Florida, el autor también llevaba un iPhone y Apple también se negó a colaborar con los investigadores exhibiendo su compromiso con la libertad y la privacidad de los usuarios. Y de nuevo toda la prensa del mundo se hizo eco: tu privacidad está garantizada si tu teléfono es Apple.
Seguro que todo esto es escrupulosamente cierto, pero yo nunca me lo creí. Siempre pensé que Apple había pactado con su Estado y que le dio discretamente los datos con la condición de que lo negasen, para así poder hacer una gran campaña de prestigio de alcance mundial. Las grandes marcas americanas siempre han sido muy buenas haciendo publicidad y construyendo atributos de marca, y el gobierno americano siempre ha sido muy bueno defendiendo a su industria. Como a veces soy un poco simple, y quizás un pelín paranoico, no pensé que Apple fuera una empresa confiable, sino que en los negocios digitales la seguridad, la confianza y la privacidad serían el nuevo atributo que marcaría las diferencias, y que Apple lo sabía y marcaba perfil: puedes comprarte un teléfono Apple, seguro incluso ante el FBI, o comprarte un teléfono chino o coreano. Tú mismo. Tú sabrás lo que haces.
Creo que Apple lo está volviendo a hacer. Ahora mismo medios de comunicación de todo el mundo van publicando cada dos o tres meses noticias de ciudadanos salvados gracias al reloj Apple Watch. Una niña de 12 años que no sabía que tenía cáncer, una enfermera de Sídney que descubre un problema de tiroides, una abuela de Massachusetts que anticipa la presencia de un tumor en el corazón… No digo que no sea cierto, digo que resulta sorprendente como estas noticias locales llegan rápidamente a medios de todo el mundo. Así que pienso que una vez más estamos ante una pista que nos indica dónde está poniendo el foco Apple, y por tanto la industria digital.
Igual que Netflix sabe qué series nos gustan, Apple quiere saber si caminas, cómo duermes, el latido de tu corazón, ... para sí poderte acompañar en tu salud y quien sabe, quizás salvarte la vida
Como hemos dicho antes, el FBI ha confirmado ante todo el mundo que vuestros datos privados son seguros si los tienes con Apple, y ahora nos están diciendo que si permitimos que la compañía los utilice nos podrían llegar a salvar la vida. Igual que Netflix sabe qué series y películas nos gustan, Apple quiere saber si caminas, cómo duermes, el latido de tu corazón, el nivel de oxígeno en sangre y la temperatura corporal, de momento, para sí poderte acompañar en tu salud y quien sabe, quizás salvarte la vida.
Estamos en ese momento en el que toca discutir y decidir quién tiene datos médicos nuestros y cómo los puede utilizar. Toca decidir qué queremos que haga nuestro sistema público de salud y qué las grandes compañías tecnológicas, si queremos que colaboren o que compitan y en qué grado. Del resultado va a depender un mayor o menor nivel de privatización de los servicios sociosanitarios, un mayor o menor nivel de derechos, un mejor o peor modelo de sociedad. Vayamos con cuidado. Definamos la reglas de juego, y garanticemos que sean ambiciosas y justas.