A menudo me pasa que recuerdo haber recibido un mensaje que debía contestar y estoy un buen rato tratando de encontrarlo pero soy incapaz de saber dónde narices lo he visto. Lo busco por las diferentes cuentas que tengo de correo electrónico, en Whatsapp, Telegram y Signal, en los mensajes directos de Twitter, en los de Instagram y en los de Linkedin, en los SMS y en el buzón de voz, y no lo encuentro. Recuerdo perfectamente haberlo visto y haber pensado “luego lo contesto, que ahora no puedo” y ya no sé si lo he imaginado o qué, pero no lo encuentro. Cada vez me pasa más a menudo y empieza a ser inquietante. Como cuando de manera distraída empiezo a ir hacia abajo abajo en el hilo de mensajes de whatsapp y con horror descubro alguno que sin querer ha quedado pendiente de respuesta, o cuando vas a revisar los mensajes en la carpeta de spam y hay alguno que no debería estar ahí y por tanto no ha sido atendido.
"Se mezclan dos cosas: la increíble cantidad de maneras que ahora tenemos de comunicarnos entre nosotros, y la expectativa que todos tenemos de ser atendidos inmediatamente"
Se mezclan dos cosas. Por un lado la increíble cantidad de maneras que ahora tenemos de comunicarnos entre nosotros, y por el otro la expectativa que todos tenemos de ser atendidos inmediatamente. La gente espera que un whatsapp sea contestado como mucho en las dos o tres horas siguientes, y un mensaje de correo electrónico dentro de las veinticuatro o cuarenta y ocho horas siguientes. Si contestas un whatsapp al cabo de un par de días, o un correo al cabo de un par de semanas, vas insoportablemente tarde. Toca encabezar la respuesta con un “te ruego disculpas por la demora…” y aún así seguro que estás quedando mal.
Pilar Kaltzada, lista y sensible, me explicó que Virginia Wolf recibió a principios de los años 30 una carta en la que le pedían cómo creía ella que se podría evitar la guerra que ya se veía venir en Europa. Tardó tres años en responder aquella carta, y el resultado fue un ensayo titulado Tres guineas que finalmente se publicó en 1938, y que junto a Una habitación propia son dos aportaciones cruciales de Wolf al feminismo. Ciertamente Virginia Wolf se excedió un poco dándose tres años para responder, pero la respuesta incorporaba reflexión y análisis y se ha vuelto atemporal. Una contribución al pensamiento que ha dado pie a la reflexión, a la movilización y a la acción. Una respuesta que ha generado movimiento de fondo, y que aún perdura.
Hemos ampliado nuestra capacidad de enviarnos mensajes pero los hemos banalizado. La gente ya no se envía mensajes para preguntarse cómo evitar la guerra, sino que ahora todo es táctico e inmediato, muy pragmático y resolutivo. Los mensajes son para pedir o reclamar, y tratan de ser breves porque sólo esperan respuestas breves. Un sí o un no, con quien o dónde. Ahora que tenemos tanta capacidad de comunicarnos, hemos perdido la capacidad de reflexionar juntos. Pocas de las muchas conversaciones que tenemos son para construir pensamiento. Curiosamente, ahora para pensar necesitamos quedar y en general hemos perdido la capacidad de escribir un intercambio de ideas para acabar construyendo sin prisas una reflexión compartida. La mayoría hemos perdido el género epistolar, aquel de reflexiones pausadas que iban y volvían y que te hacían volar la cabeza en cada entrega. La emoción de abrir el buzón y ver un sobre con una carta larga, de alguien que había dedicado un tiempo de calidad a compartir contigo una idea o un sentimiento.
"Si queréis crecer, tanto en la vida profesional como la personal, dedicáis más tiempo a las sobremesas y a las conversaciones con un café o una cerveza, y escoged bien con quien lo hacéis"
Han mejorado las herramientas y han empeorado las conversaciones. Dedicamos un montón de horas cada día a atender todo tipo de mensajes y comunicaciones, y en cambio tenemos pocas conversaciones de verdadera calidad, y cuando las tenemos muy a menudo son presenciales y no telemáticas. Así que si queréis crecer, tanto en la vida profesional como en la personal, dedicad más tiempo a las sobremesas y a las conversaciones con un café o una cerveza, y escoged bien con quién lo hacéis.