Necesitamos nuevos liderazgos

07 de Junio de 2019
Genís Roca

Para que un grupo de humanos puedan vivir juntos y en sociedad es necesario establecer unos mecanismos de coordinación que suelen derivar en que algunos de sus individuos asuman tareas y responsabilidades en defensa de los intereses de todo el grupo o al menos de una parte. A medida que nuestras sociedades se han ido volviendo más complejas estas responsabilidades se han ido especializando más y hemos necesitado más individuos ocupados en algo que va más allá de su interés individual. Unos velando por los derechos de los trabajadores y otros por las necesidades de los empresarios, unos velando por el bienestar de los animales y otros por el medio ambiente, unos por el derecho universal a recibir asistencia médica y otros por combatir el fraude fiscal. Diferentes causas y diferentes necesidades que nos han llevado a dotarnos de eso que denominamos instituciones, es decir, organismos desde dónde coordinar aquello que consideramos de interés público. Desde un gobierno hasta una asociación vecinal, desde las cámaras de comercio hasta los sindicatos, desde una asociación de enfermos hasta un gremio.

"Diferentes causas y necesidades nos han llevado a dotarnos de instituciones para coordinar aquello que consideramos de interés público. Desde un gobierno hasta una asociación vecinal, desde las cámaras de comercio hasta los sindicatos, desde una asociación de enfermos hasta un gremio"

Convertirse en la persona que lidera una de estas instituciones es una responsabilidad, pero también es un honor. Otorga un rol de protagonista en nuestra sociedad, señala como relevantes a ciertas personas, las convierte en referentes y a menudo las dota con cierta capacidad de tomar decisiones, importantes pues afectarán a muchos recursos y a muchas personas. Es decir, las instituciones otorgan poder. Liderar una institución te hace poderoso y por tanto no acostumbra a ser sencillo lograr esta posición. Normalmente es necesaria una cierta trayectoria, ser reconocido por los iguales, respetado por una mayoría, y también estar dispuesto a aceptar la responsabilidad. Acceder al poder no es fácil, pero lo preocupante es que todo parece indicar que tampoco debe ser fácil dejar estar posiciones, visto cómo les cuesta a algunos dejar los cargos de poder que en su momento se les confiaron.

Se han escrito muchos análisis y reflexiones sobre lo sucedido en las últimas elecciones a la Cambra de Comerç de Barcelona, y hay un cierto consenso en decir que las han ganado los independentistas, que han conseguido conquistar una plaza donde no se les esperaba y por tanto de manera imprevista, con adjetivos como conquista, revolución, sorpresa, golpe de mano, y similares. Pero podría haber otra lectura, al menos complementaria: quien ha ganado la Cambra de Comerç no son los independentistas sino los nuevos. Quizá lo que ha habido en la Cambra ha sido un relevo generacional.

Cuando una institución queda ocupada por una generación que se alarga durante décadas, a menudo la única manera de substituirla es echándolos a empujones pues tienen tendencia a dilatar los plazos y complicar el acceso a nuevas alternativas, sean o no independentistas, sean o no liberales, sean lo que sean. Las alternativas quedan diluidas bien por la burocracia, bien por los calendarios, bien por el desgaste, o por lo que sea, y las únicas que acaban teniendo verdaderas posibilidades de discutir el poder son las atrevidas que se enfrentan, se convierten en incómodas, saben actuar rápido y si es preciso pierden las formas.

Puede que quien ha ganado la Cambra de Comerç no haya sido la opción más independentista sino la más dispuesta a hacer cambios sin importarle demasiado qué piense el actual poder, y sin perder ni un minuto en hablar con él o tratar de hacerse entender por él. El cambio más radical y menos pactista.

"Puede que quien ha ganado la Cambra de Comerç no haya sido la opción más independentista, sino la más dispuesta a hacer cambios sin importarle demasiado qué piense el poder actual, y sin perder ni un minuto en hablar con él o tratar de hacerse entender por él. El cambio más radical y menos pactista"

Contra un liderazgo fuerte y consolidado quizás sólo puede enfrentarse un liderazgo joven e irreverente. Quizá todo esto no tiene a ver sólo con el independentismo, sino con unas instituciones controladas por los mismos liderazgos desde hace décadas, opacas y aparentemente poco dispuestas a realmente abrir debates sucesorios. Si repasamos las principales instituciones de nuestro país, tanto públicas como privadas, encontraremos más de una con el mismo liderazgo desde hace 15 y 20 años. Estas serán, pues, las más vulnerables a este tipo de reconquistas. Ha sido la Cambra y pronto podría ser Pimec. Otras como Foment o el Cercle d’Economia parecerían en menos riesgo pues tienen más rotación en sus cabeceras, quizás más en los nombres que en la ideología, pero cada persona aporta unas cosas y cambia otras. El riesgo parece más alto en aquellos lugares donde la persona no ha cambiado en décadas. Personas valiosas, personas capaces, personas admirables… pero se hace extraño que aún piense que son las mejores posibles, o que el resto de las posibles todavía es peor.

Necesitamos liderazgos fuertes, pero también necesitamos liderazgos jóvenes. Hay una generación que ocupa posiciones desde hace décadas y que ahora niega la posición a gente de la misma edad que ellos tenían al acceder al cargo. Independentistas, mujeres, ecologistas… cada vez hay más colectivos con causas suficientemente fuertes como para considerar la opción de ir a empujones para lograr los cambios que creen necesarios. Quizá en la Cambra no ha ganado la opción más independentista, sino la opción más dispuesta a ir a por todas.