La democracia está amenazada, y lo está mucho más de lo que pensamos. El riesgo no radica sólo en la creciente presencia del fascismo o del populismo en las instituciones, ni tampoco en la proliferación de contenidos falsos que contaminan la opinión pública, sino en la implacable banalización de la participación. Se está normalizando que nuestras decisiones importan un rábano y que la voluntad popular se puede pasar por el forro sin problema. Votar es sagrado, la base de la democracia, pero en plena sociedad digital y ya entrado el siglo XXI es pura desidia y una vergüenza que votar por correo o desde el extranjero sea un drama burocrático que además raramente llegas a resolver. Votar es un derecho pero millones de nuestros conciudadanos no lo pueden ejercer porqué pese a llevar veinte años viviendo con nosotros, estar empadronados y pagar aquí sus impuestos, resulta que su nacionalidad es francesa, austríaca, magrebí o no importa de dónde y te dicen que hay cosas que no pueden votar. Por no hablar de cuando votas un Estatut y te dicen a la cara que le van a pasar el cepillo para dejarlo como consideren, que no es como tú lo votaste. O cuando te dicen que quieren escuchar la voz del pueblo, y como el resultado no da mayorías absolutas se van de vacaciones a Doñana y al volver nos dicen que hemos de volver a votar porque no lo hemos hecho bien. Qué falta de respeto.
"La democracia está amenazada, y lo está mucho más de lo que pensamos. El riesgo yace en la implacable banalización de la participación"
Nos llenamos la boca con la palabra “participación” y todos los valores que lleva asociados, pero los ciudadanos percibimos claramente que es un término táctico vacío de significado que se administra con poca seriedad. Universidades que al acabar las clases pasan una encuesta para evaluar el curso, pero nunca echan a ninguno de los profesores que salen retratados. Empresas que te hacen una encuesta de lo que sea y nunca se molestan en comentarte cuáles han sido los resultados y qué acciones piensan llevar a cabo a partir de lo que han aprendido. Gobiernos que nos llaman a las urnas para que elijamos quien queremos que nos represente, y que después se ponen a discutir entre ellos sueldos, cargos y privilegios y tienen el valor de no ponerse de acuerdo y decirnos que tenemos que volver a votar. Igual que debería estar prohibido edificar donde ha habido un incendio, para evitar que un pirómano obtenga beneficios, los que convoquen elecciones tres meses después de haber sido votados no deberían poder presentarse, para evitar que los incapaces obtengan beneficios de su ineficiencia.
Votar se está convirtiendo en un ejercicio estéril. Cuando votas no sirve, como ha pasado con el Estatut o la composición del Parlamento español. Y aquello realmente importante no se puede votar, como por ejemplo quién manda en Europa, cómo ha de ser la Constitución, o si monarquía o república…y si intentas votar cosas que no se pueden votar lo pagarás, y si no atentos a la sentencia. Otra opción es probar de expresar tus opiniones en el espacio público, pero sepas que es un deporte de riesgo extremo para ti y para tu familia.
"Participar no puede ser sólo pulsar un corazón en el ordenador, y parece que ya tampoco puede ser depositar un voto en una urna. Participar es que seamos mucho más exigentes"
La tecnología está contribuyendo a la banalización de la participación. Poner estrellitas y corazones en una foto o una frase no es participar. Dar “like” a un lazo rosa no es participar en la lucha contra el cáncer de mama, es mucho mejor si además haces donaciones a la investigación médica y te apuntas a programas de voluntariado para estar cerca de las familias y las personas enfermas. Participar es bajar a la calle, organizarse en torno a una causa, comprometerse, actuar para modificar una situación, y asumir que quizás será necesario hacer esfuerzos e incluso asumir riesgos. Participar no puede ser sólo pulsar un corazón en el ordenador, y parece que ya tampoco puede ser depositar un voto en una urna. Participar es que seamos mucho más exigentes. Sólo participas cuando notas que puedes modificar la realidad. Y cada vez que participas y notas que el resultado no tiene consecuencias, deberías bajar indignado a la calle a exigir responsabilidades.