Recordar todos los días del año es difícil, pero hay fechas que siempre tenemos presentes y nos permiten hacer perspectiva de otros años. Tengo la suerte de ser catalana, de una tierra llena de cultura y tradiciones, pero sobre todo porque, una vez al año, dedicamos un día a dos de mis temas preferidos: escribir y amar. Aún no entiendo por qué Sant Jordi no es la Diada de Catalunya. Para mí, todo son ventajas: es un día sin carga política, con unas festividades fáciles de compartir y donde todo el mundo puede encontrar la forma de hacérselo suyo. Como país, ¿qué más podríamos pedir?
Desde hace unos años siempre hay dos sitios donde me gusta celebrar Sant Jordi: Barcelona y Girona. En Barcelona suelo pasar el día rodeada de mis amigos, paseando por el Eixample, en el Ateneu Barcelonès y, cuando hay un amor de por medio, haciendo algo romántico. Por la tarde siempre procuro estar en Girona, donde veo a la familia y recibo las flores y libros más especiales, el libro que mi madre tiene comprado desde hace meses y, hasta hace unos años, la rosa que mi padre compraba a toda prisa después del trabajo. Por un motivo u otro, siempre acaba habiendo sorpresas, y por eso Sant Jordi es, sin lugar a dudas, uno de mis días favoritos del año.
Este año pasaré el Sant Jordi en Ámsterdam. No es que no me haga ilusión, esta coincidencia, pero este año tendré que buscar la forma de sentirme en casa lejos del nido en una ocasión tan especial. Y es un esfuerzo que, si bien hará que no vea las paradas de libros ni comprar rosas a estudiantes y asociaciones que buscan recaudar fondos por causas diversas, también puede ser la posibilidad de explorar nuevas formas de festejo. De momento, ya he ido avisando a todos mis vecinos sobre la importancia primordial de este día, quizá exagerando un poco para asegurar que quieran celebrarlo conmigo. Como en Ámsterdam las rosas cuestan de encontrar, he pensado que podemos sustituirlas por tulipanes. Y como tengo un montón de libros que procuro leerme, pero que, por razones que no vienen al caso, no se reduce nunca, he pensado que puedo dedicar un rato a la lectura, de forma forzada para asegurar que, al menos una tarde, tengo tiempo de leer con la calma requerida. También puede ser bonito, pero quizá menos realista logísticamente, organizar un intercambio de libros con mi pequeña comunidad, pero este año Sant Jordi cae en un domingo y aquí, los fines de semana, todo el mundo está fuera o tiene algo que hacer. Sea como sea, tengo ganas de construir nuevas tradiciones para asegurar que, aunque viva lejos, sea un día en el que me sienta como en casa.
No es que no me haga ilusión, esta coincidencia, pero este año tendré que buscar la forma de sentirme en casa lejos del nido en una ocasión tan especial
Pero hay algo que tengo claro que quiero hacer ese Sant Jordi, algo que he practicado mucho últimamente. Lejos de las grandes expectativas románticas que he proyectado los últimos años, este 2023 quiero celebrar otro tipo de amor: el mío. Siempre he estado pendiente de amar o ser querida durante este día tan especial, pero este año quiero centrarme en la gran alegría que supone quererse a una misma. Disfrutar de las pequeñas cosas, mirar en el horizonte y estar feliz de sentirse completa sin la necesidad de un ramo de flores anónimo, un mensaje amable o un regalo inesperado. Tengo ganas de celebrar que me quiero, y que estoy agradecida y feliz de lo que la vida me ha llevado hasta ahora. Como decía Elena en Me he enamorado, quiero mirar a mi alrededor y, sabiéndome afortunada, compartir felicidad y celebrarla durante este día que, aunque esté fuera del nido, será igualmente el día más bonito de año.