Recuerdo perfectamente como si fuera ayer el encuentro en una cafetería del Eixample con el periodista Lluís Amiguet, Manuel Arroyo y yo mismo. Manuel hablaba de forma vehemente y Lluís lo escuchaba en silencio. Después de aproximadamente 15 minutos, que se me hicieron eternos, Lluís empezó a escribir en su libreta de notas, respiré fondo, hice una media sonrisa y me dije: "Manuel tendrá una Contra en La Vanguardia, sin duda se la merece, él personalmente, su escuela y el cooperativismo en su conjunto". Finalmente, se publicó el día 4 de septiembre de 2008 y una semana más tarde moría en Barcelona. Si buscáis en la hemeroteca, la encontraréis, vale mucho la pena.
Manuel Arroyo nace en Alcaudete (Jaén) en 1946 y llega a Barcelona, como otras muchas personas en aquella época, en 1964. En el argot actual, diríamos que fue un emprendedor y líder visionario, maestro y cooperativista. Fundó y dirigió, hasta el último momento en que desgraciadamente nos dejó, la Escuela Sant Gervasi en Molletdel Vallès, una cooperativa referente en el mundo educativo en nuestro país. Apostó, avanzado en el tiempo, por promover vocaciones científicas, las lenguas y las nuevas tecnologías de la información previendo que era un aspecto clave en la educación de los chicos y chicas.
En relación al cooperativismo, siempre defendió uno fuerte y la creación de grupos cooperativos. Hacen falta muchas cooperativas fuertes y que a la vez cooperen entre ellas para serlo más todavía, me decía; y yo pensaba: "Manuel es mondragoniano en estado puro", era como estar escuchando a Antonio Cancelo, que fue fundador de Eroski y presidente del Grupo Cooperativo de Mondragón. Por eso no se tiene que hacer extraño que el día que le expliqué que habíamos constituido el Grupo Clade (primer grupo empresarial cooperativo y de la economía social en Catalunya) y que nos gustaría que valoraran formar parte de él, cuando me acompañaba de salida hacia la puerta para despedirme, me espetó: "Xavier, estaremos en el Grupo Clade, sin duda, no nos podemos permitir dejar pasar una oportunidad como esta". Realmente, estaba ante un líder de pies a cabeza. Obviamente, tenía que hablar con la cooperativa, en el consejo rector y aprobarlo en la asamblea, pero él ya me había dado su veredicto; estaba dispuesto a convencer a los cooperativistas de aquella apuesta estratégica.
El reto de las escuelas cooperativas será generar una mayor integración para ganar dimensión, generar economías de escala y tener más capacidad de innovar con varias formas de alianzas
La Escuela Sant Gervasi, que nació en 1970, está impregnada de la dimensión y valores que aportó Manuel Arroyo, y las nuevas generaciones de maestros (algunos habían sido alumnos de la escuela) han sabido adaptarse a los retos actuales y han hecho crecer el proyecto manteniéndose fieles a sus principios. Es una cooperativa de trabajo asociado, es decir, sus propietarios son los y las maestras, y los padres y madres también participan como socios colaboradores. Ofrece estudios de Educación Infantil, Primaria, Secundaria, Bachillerato, Ciclos Formativos y cursos de Calificación Profesional a más de 1.800 alumnos. Cuando entras por la puerta, ves un conglomerado de edificios y tiene su explicación: la escuela se ha ido haciendo año tras año, ahora un edificio, más tarde otro, en función de las necesidades y de la capacidad para financiarlos. Hay que destacar aquello de que es mucho más que una escuela, arraigada a su entorno, es un centro de vida con actividades desde buena mañana hasta la noche, incluso los fines de semana. Destaca también su propensión a generar nuevos proyectos en forma de cooperación y alianzas. Fundaron y juegan un papel importante en la Fundació Tr@ms con la participación de 26 escuelas para desarrollar e implantar las tecnologías de la información y la innovación en el mundo educativo. Asimismo, conjuntamente con Abacus y Suara Cooperativa, crean la cooperativa de segundo grado Creixen Educació para gestionar otras escuelas. Actualmente, ya son tres escuelas más.
Hablamos de una escuela pública (Manuel Arroyo decía: "Está claro que sí, somos una escuela del pueblo") y realmente es así. De hecho, en nuestro país tenemos la gran suerte de disponer de dos modelos de escuela pública: la de titularidad y gestión pública (con funcionarios, para que nos entendamos) y la pública concertada (gestionada, en este caso, por una cooperativa). Sant Gervasi, a pesar de ser una experiencia singular, no es una excepción en Catalunya y, por suerte, hay otras. Con todo, seguramente el reto de las escuelas cooperativas será generar una mayor integración para ganar dimensión, generar economías de escala y tener más capacidad de innovar con varias formas de alianzas e, incluso, fusiones para poder seguir siendo sostenibles y ofrecer un servicio educativo de excelencia. Seguro que en estos nuevos retos, como ya ha hecho en otras muchas ocasiones, la Escuela Sant Gervasi jugará un papel relevante.