Joan Sas fundó el 1900 una empresa, que hoy dirige su bisnieto Adrià, es decir que es a la quinta generación y forma parte del 4% de empresas centenarias. La familia Sas ha seguido el principio que "a un gallinero sólo hay de haber un gallo", por el que a cada generación hasta la cuarta quién trae el negocio tiene que tener la mayoría. En la actualidad la propiedad está repartida entre en Joaquim (el padre), las hermanas de este con un 10% cada una, Adrià, su madre, hermana, hermano y extreballadors.
Fabrican elementos de hormigón decorativo con valor añadido, el que permite soportar unos costes logísticos que rondan el 20%. Son casi 100 personas trabajando de forma directa. Exportan el 73% al mercado francés, gracias al hecho que su padre cogió el 1985 un compás y dijo "si desde Montblanc vendemos a Corunya y Huelva, porque no en Francia". Esto los ha ayudado a superar la crisis iniciada el 2008, y que a su sector todavía existe, si bien con menos intensidad.
"El poder te lo pueden dar, pero te tienes que ganar la autoridad"
Cada relevo generacional ha supuesto cambios o ampliaciones de productos, o de organización. Porque siempre se ha tenido claro que hay que reinventarse adaptándose al mercado. El actual cambio está en el proceso de digitalización, en el que el ciclo de venta acaba a distribuidores locales dada la tipología de producto.
Los relevos de cada generación han sido marcados por factores como las circunstancias del entorno cultural de cada época, el carácter personal del antecesor, y si este tenía vida fuera de la empresa. Cada generación ha aprendido de los relevos anteriores. Si el bisabuelo fue un "monarca" de los que mueren con las botas puestas, y el abuelo un "gobernador" de los que dejan el negocio "olvidándolo"; el padre es más bien un "embajador" que está disponible para ayudar cuando se lo requiere; y si está de visita deriva a su hijo cualquier tema que se le plantee. Ha tenido claro que tenía que dejar lugar, y apoyar en público a la siguiente generación.
Adrià es el tercero en casa suya, y ya tenía claro que quería incorporarse a la empresa familiar cuando estudiaba ADE. Empezó en verano al almacén, para "saber cuando pesan los productos de hormigón", concretamente unos 1.000 kg por palet. Al acabar los estudios, trabajó una temporada en General Electric Capital. Se incorporó al departamento de trade-marketing de Unilever e hizo un PDD por IESE antes de asumir la dirección general. Adquirió así la formación y experiencia externa recomendables antes de incorporarse a la empresa familiar.
La familia Sas ha seguido el principio que "a un gallinero sólo hay de haber un gallo"
Un buen día su padre, con quien tiene una relación muy fluida, le dijo "tenemos una vacante de mando a producción, quieres incorporarte?" Así, sin hablar directamente de la incorporación, de las condiciones ni de la perspectiva ce carrera, fue como Adrià se incorporó a la empresa familiar. Es consciente que no lo ha hecho de forma impuesta, sino libre. Sabe que quizás a la empresa familiar se sufre más, pero se tiene la alegría de trabajar para un mismo y la familia.
Adrià es consciente que siendo lo más joven de todos es el gerente. Que no es su padre. Que el poder le pueden dar, pero tiene que ganarse la autoridad. Que es mirado con lupa. Que el principal reto son las personas, y que somos seres emocionales. Que la comunicación es esencial.
En principio los accionistas futuros serán siete, de tres ramas diferentes, Sólo uno trabajará a la empresa. Y el resto no serán económicamente dependientes de la empresa ni de sus resultados, pero tienen que recibir una rentabilidad adecuada. Y sobre todo tienen que tener el orgullo de pertenencia a una empresa familiar que trae su nombre.